Se llama Surfiel. La Ola de Dios, según él mismo asegura citando la Biblia. O quizás el Dios del Surf. Tiene 22 años y es el (talentoso) noveno hijo del Daniel Gil, uno de los pioneros del surf en el país, un viejo lobo de mar que arrancó con esta pasión a los 16 años y hoy, con 74, todavía surfea buenas olas. Su lugar en el mundo es Kikiwai, la bahía del sur marplatense donde fundó su academia (Kikiwai Surf Club) en 1963 y vive desde hace más de tres décadas. Allí también realiza, junto a su familia, el Kikiwai Longboard Classic, el campeonato de esta modalidad (tablas de más de 2,75m) más importante y tradicional del circuito argentino que, en esta 23ra edición, fue dominando por, justamente, su hijo menor.
"Mi papá es muy católico y decía que esta bahía la cuidaba el arcángel Surfiel. Por eso me puso ese nombre cuando nací. Le costó cuatro años de trámites y cartas documento a un juez para que se lo permitieran poner. Para él, por su amor por el surf, tenía un enorme significado", cuenta el vigente campeón argentino y bicampeón del Kikiwai Longboard Classic.
Los Gil componen la familia más famosa del surf argentino y Surfiel arrancó en el agua a los dos años y a los cuatro ya se paraba en la tabla. A los siete se inició con los "tablones" y a los 15 se trajo un quinto puesto de un Mundial Junior de longboard (2013). Allí arrancó profesionalmente con una disciplina que se ha puesto nuevamente de moda, con un reverdecer de lo clásico, de lo retro, y sobre todo del arte que se genera sobre estos míticos tablones, donde los surfistas caminan sobre ellos, meten pasos de baile y hasta se paran en las puntas.
La herencia de sangre es tan grande que no sorprendió que al torneo lo definiera con su hermano Daniel, de 35 años, nueve veces campeón argentino y en seis ocasiones ganador de este clásico. "Fue un duelo Riquelme-Messi, ganado por el más joven y talentoso", cuenta, riendo, Surfiel.
El menor brilló en los dos días de competencia, pese a que "hasta último momento no sabía si iba a competir porque venía de una lesión", explica quien arañó una medalla (fue cuarto) en el debut del surf en los Panamericanos de Lima 2019. Surfiel tuvo la nota más alta del torneo, un 9.60 puntos (sobre 10) tras una ola que incluyó tres Hang Ten.
"Quedó demostrando que fue el mejor y sigue siendo el favorito para continuar ganando todo", aseguró el mayor de los hermanos.
"Fue un honor volver a triunfar en un torneo tan emblemático que, esta vez, por su tradición y crecimiento", continuó.
"Disfruté mucho y aprendí aún más gracias a la familia Gil que organizó el evento. Padres, hijos y nietos, todos incentivando a practicar surf y con grandes enseñanzas. Estar con gente que te motiva a hacerlo lo hace todo mucho más lindo. Y esto me pasó en estos días. Yo, ya de por sí, lo que sea destreza y naturaleza me cautiva y el surf tiene todo eso. Yo escalo, quizá el agua no es mi hábitat, pero cuando estás ahí, en la playa, me dan ganas. Es mi cuenta pendiente", contó la periodista Alina Moine, quien estuvo participando de las actividades.
Si hablamos del evento y de la mística del lugar donde se realiza, nadie mejor que Danny Gil para mantener las metáforas futboleras que permite que todos entendamos mejor la importancia de este clásico. "Si Playa Grande es el Monumental del surf, Kikiwai es la Bombonera. Es todo más chiquitito, la gente usa las piedras del costado como asientos y se llena. Un escenario natural, muy cerca de las olas, ideal para ver un campeonato tan lindo y tradicional. El Longboard Classic se corre hace 23 años, es el que más gente se anota y el que todos queremos ganar porque es el más importante y el que inicia el circuito argentino", describe.
Hubo 80 competidores divididos en ocho categorías, con tres de ellas que fueron fiscalizadas por la Asociación de Surf Argentina como (la primera) fecha puntable del circuito nacional de longboard. Además de Surfiel Gil en Open Hombres y su hermano en Master, se impusieron Evelyn Gontier en Damas Open y Ramiro Chamorro en Junior (hasta 18 años). También se compitió en M14 (ganó Marcos Calandra), Trials (Maxi Kaenel), Principiantes (Rodrigo Laya) y Tandem (Mateo y Amparo Recalde). Hubo 30 mil pesos en premios.
Claro, como siempre, en este Kikiwai Longboard Classic hubo mucho más que surf: intervenciones de arte, un saludo al sol en la playa, música con DJ y en vivo, masajes, un sorteo de un longboard y un divertido torneo de balance boards con 12 competidores para balancearse sobre tablitas de madera que se mueven.
Así se pasaron dos días que juntaron cerca de 1.000 personas y disfrutaron del arte de estos magos de los tablones, de una categoría que resurge con fuerza.