Muy lejos estuvo de ser esos clásicos de barrio de la década del 2000. Los cuales se vivían durante 15 días. Charlas en la semana, durante el partido y posterior al juego.
Estadio repleto. Folclore futbolístico en su máxima expresión. Antes, no importaba cómo llegaba uno y uno. Antes se jugaba por el honor y por la camiseta.
Hoy, todo se devaluó. Ambos conjuntos fracasaron en la presente temporada. Por el lado del Cruzado, por quinto año consecutivo no pudo sortear la zona reválida. Muy lejos, quedó ese año 2013, cuando le peleó de igual el ascenso a la B Nacional a Talleres de Córdoba, equipo que hoy, es el único escolta de Boca Juniors en la Superliga.
El Cruzado cambió su objetivo: dejó de ser protagonista por competir en una categoría que lo está desgastando. Por el rincón Celeste, besó la lona.
El último fin de semana perdió la categoría y ayer se presentó a jugar con una personalidad, actitud y coraje, admirable. Si este “tenor” lo hubiese mantenido durante todo el torneo, otra hubiese sido la historia.
Ahora, barajar y dar de nuevo. Desde lo dirigencial, están obligados a apostar por las raíces. Por esos jugadores que sienten la camiseta con el corazón.
Hombres con sentido de pertenencia. ¿De qué sirvió traer jugadores de renombre? No aportaron nada ni en el campo ni el vestuario. Sólo conflictos, por algo desfilaron cinco técnicos en 27 partidos (Abaurre, Bermegui, Bolado, Gerardi y ahora Milanesse Comisso). Los resultados son tangibles.
Estos errores no se pueden volver a cometer.
Durante los 90’, sólo para destacar y aplaudir el gol de Joan Juncos (eludió a tres rivales, incluido el arquero). Maipú, reaccionó en el complemento y logró el empate. Ambos quedaron en deuda.
