No hubiésemos querido escribir esta noticia, ni siquiera imaginarla. La muerte siempre es triste y más cuando llega de esta manera: brutal e imprevista. Es un golpe bajo que nos deja desnudos, con la cabeza en blanco y sin reacción.
Ayer, Juan Francisco Pelaytay, de tan solo 13 años, jugador de las divisiones menores de Andes Talleres, falleció mientras realizaba una entrada en calor junto a sus compañeros.
“No habían pasado más de 10 minutos desde el inicio de los ejercicios cuando se desvaneció”, confiaron quienes estuvieron en el lugar de los hechos. El dramatismo fue aún mayor porque en el lugar se encontraba su mamá, quien junto al resto de los adultos presentes intentaron reanimarlo, sin éxito.
Inmediatamente se decidió su traslado al Hospital Gailhac, de El Algarrobal, cercano al Camping, donde sólo se pudo constatar la muerte del menor.
Desde ese momento, la noticia fue acompañando los principales titulares de la jornada y la tristeza se hizo infinita, enorme.
Los dirigentes del “Matador” recibieron la novedad como un mazazo y Walter Fernández, su presidente, no podía controlar las lágrimas. En una charla telefónica con MÁS Deportes se mostró devastado por la noticia y aseguró que “hoy (por ayer) y mañana (por hoy), todas las actividades sociales y deportivas del club quedan suspendidas por el duelo decretado”.
La causa quedó en manos de la fiscal Gabriela Chávez, quien anoche había decidido el traslado del cadáver del pequeño al Cuerpo Médico Forense para determinar las causas de su deceso.
Nacido en el año 2003, Pelaytay jugaba en esa misma categoría del club de Calle Minuzzi, aunque no escondía su amor por Huracán Las Heras, donde su papá había jugado muchos años.
Ahora llegará el tiempo de repasar antecedentes, debatir sobre los controles que actualmente se llevan a cabo y determinar como continuar para evitar, si es que se puede, más casos como este.
El fútbol de Mendoza está de luto. Las lágrimas en los ojos de muchos de los dirigentes que se acercaron a la Liga Mendocina en horas de la tarde dejaban expuesto el dolor y la desazón. Siempre la muerte de un niño es devastadora. No hubiéramos querido escribir esta noticia. No teníamos siquiera deseos de imaginarla.
En 2008 y 2014, tragedias iguales
Renzo Cataldo, de 19 años, disputaba un partido de cuarta división con su club, Boca de Bermejo, cuando cayó desvanecido y los médicos presentes nada pudieron hacer para reanimarlo.
Fue el 1 de noviembre del 2008 y el fútbol mendocino se vistió de luto durante el siguiente fin de semana con todas sus actividades canceladas.
Sin embargo, no fue el único hecho que causó conmoción hasta que ayer volvió a suceder. El 26 de noviembre de 2014, Daniel Loyola, de 16 años, Cataldo realizaba el precalentamiento competitivo detrás de uno de los arcos del club Atlético Palmira, cuando se desvaneció.
Los médicos nada pudieron hacer y ni el inmediato traslado en un patrullero de la policía de Mendoza consiguió salvarle la vida.
Walter Fernández, Presidente de Andes Talleres: "Los estudios médicos estaban perfectos y no había indicios"
A Fernández le costaba expresar palabras. Se notaba visiblemente conmocionado por la noticia. “Me llamaron apenas sucedió. Se desvaneció y quisieron reanimarlo. Como no pudieron lo trasladaron al hospital pero no se pudo hacer nada. Inmediatamente se llamó a la policía y a la fiscalía. Habrá que esperar al final de la autopsia para saber que sucedió”.
“Había realizado la pretemporada con absoluta normalidad; tenía los estudios médicos correspondientes. No había ninguna anormalidad”.
“Hablan de muerte súbita, pero no podemos asegurar nada aún. La tristeza es enorme. Estamos devastados”.
Carlos Suraci, Presidente de la Liga Mendocina: "Lo sucedido hoy fue dramático"
“No tengo palabras para explicar lo que siento. Estamos todos muy conmocionados por lo ocurrido. Los dirigentes no dejan de llamar para saber más sobre lo sucedido. Es dolorosísimo lo que hoy están pasando esos papás”.
“Juan estaba apto para la práctica de deportes. Había realizado todos los controles correspondientes a fines de marzo y tenía que renovarlos en un mes. El electrocardiograma no presentaba anormalidades y nada indicaba este fatal desenlace. Llevamos casi cinco años con los controles a las divisiones menores y los chicos deben hacerse estudios”.
“Acompañamos a la familia y lo que vivimos hoy fue terrible. No hay palabras para expresarlo”.
