La Ciudad Autónoma de Buenos Aires le ratificó ayer a Mauricio Macri que puede seguir contando en el segundo distrito electoral del país con un piso de casi el 50% de los votos para la próxima elección presidencial. Después de 8 años de gestión del Pro en la Capital Federal, su sucesor Horacio Rodríguez Larreta mantuvo casi con exactitud aquel 45,6% que Macri obtuvo en el 2007 para llegar al gobierno.
Las elecciones locales no suelen ser fácilmente proyectables al escenario nacional por las particularidades que tienen. Pero no se puede desconocer que buena parte de la estrategia opositora a la intención del kirchnerismo de seguir gobernando el país después del 10 de diciembre, estuvo ayer representada en la elección porteña.
En esa estrategia está incluida una figura emergente como la de Martín Loustau, que aún con una diferencia de 20 puntos abajo como mostraron las urnas ayer, polarizará dentro de dos semanas el balotaje capitalino. Que haya segunda vuelta el 19 de julio entre Rodríguez Larreta y Loustau fue otra mala noticia para el FpV.
Poco saldo Mariano Recalde y el kirchnerismo nacional consiguieron con poco más del 21%, una cifra que no es mala para lo que históricamente ha tenido en el distrito, pero muy escasa para los niveles de ambición que plantea el relato oficial. Que sea Loustau el sparring de Rodríguez Larreta en el balotaje no sólo significa una frustración para el gobierno nacional.
Es un dato que tiene una fuerte connotación política en el tablero que se va conformando para la elección nacional. Una de las razones es ECO, la fuerza que respalda a Loustau, cuyos partidos que la integran se han expresado con algunas variantes como opositores al kirchnerismo.
Así, muchos de los porteños que ayer sufragaron por ECO, serán votantes de Macri si consigue ser el candidato presidencial de la coalición. La pregunta es si el kirchnerismo que votó a Recalde jugará un papel decisivo en el balotaje. ¿Para expresar su oposición al macrismo, votantes del Frente para la Victoria apoyarán a Loustau? No parece posible, aunque en política la racionalidad no siempre acompaña las decisiones.