Un bestiario mendocino

El plástico Jerónimo Guiñazú presenta desde hoy en la Galería Santángelo una selección de "monstruos que todos tenemos adentro", según afirma.

Un bestiario mendocino

¿Dónde viven los monstruos? En los libros y las películas, dirán algunos; en los miedos y la imaginación, pueden decir otros. Pero todos ellos, nuevos y viejos, conocidos e innombrables, conviven en Jerónimo Guiñazú y hasta el 25 de setiembre, en la Galería Santángelo. 
"Monstruos en el clóset" es el nombre de la muestra que hoy, a las 20, inaugura este artista plástico mendocino y que, compuesta por 30 piezas, promete inducir a los asistentes un verdadero shock estético.

Ellos podrán ver, manipular y hasta dejarse enternecer por las criaturas de Guiñazú. Sus esculturas, forjadas en los materiales más heterogéneos, nos sujetan y nos meten en un mundo donde lo perturbador se vuelve cotidiano.

Estos seres esperan un abrazo compasivo y actúan de disparadores de sentimientos, emociones, haciéndonos incluso correr los ojos ante lo intolerable. “Dame un beso”, “Juega conmigo”, “Llévame contigo”, nos dice una de sus esculturas (un muñeco intervenido), con una voz infantil que mezcla pedazos de súplicas y demandas de cariño.

“Estos monstruos son anómalos, retorcidos, siniestros, pero en en su interior albergan la ternura extrema, quieren ser adoptados. ¿Viste ese perro callejero, enfermo y sucio, que te busca en la calle para que le des cariño y vos le rehuís? Así son mis criaturas”, dice Jerónimo con palabras convencidas, como si las hubiera reflexionado mucho.

-¿Qué clase de monstruos habitan tu clóset?

-No son míos los monstruos, ni es mío el clóset. En general, todos buscan criticar algún aspecto de la sociedad, pero además de eso cada criatura le habla al espectador. Estos monstruos son seres que piden amor, caricias, abrazos, y de esa forma se proyectan en los monstruos que todos tenemos adentro de nuestro propio armario... (piensa un poco)... Eso te puede asustar más que la escultura.

-¿De dónde te viene esta fascinación por los monstruos?

-Desde chico. Los veía en el cine y me llamaban la atención. Soy un fanático de David Lynch. Cuando era niño transformaba mis propios juguetes: los derretía, los fusionaba entre sí, les ponía más brazos o se los quitaba... El mundo entero, con sus distintos grados de aberraciones, me inspiran...

-¿Qué te dice la gente cuando ve tus piezas?

-Depende del público y, aunque no lo creas, la reacción de rechazo es la que más me gusta. Eso significa que mis trabajos han generado algo en el espectador. No hay nada más triste que entrar a una muestra y salir siendo el mismo de siempre, sin haberte conmovido, sin haberte hecho pensar, sin haber cambiado algo en vos, por mínimo que sea. Creo que una de las funciones principales del arte es la provocación.

-¿Y tu creación más querida?

-No tengo monstruos favoritos. “Vacirca” es uno de los que más quiero. La inspiración fue llegándome de a poco, desde distintas personas de mi entorno, y terminé transformando un muñeco parlante con plumas, ramas, alambres, que refleja la soledad y el tormento al que podemos llegar todos nosotros. Me gusta pensarlo también como un ser humano incrustado en todos esos materiales, que espera que alguien lo rescate.

-¿Cómo definirías tu obra?

-No la puedo definir. Algunos dicen que es “nuevo grotesco”, pero es difícil encasillarla. Sólo te puedo decir que es 50 por ciento invención y 50 por ciento de técnica y estudio sobre los materiales...

-Tus polémicos materiales...

-Sí (risas)... Trabajo con materiales inorgánicos y orgánicos, desde huesos hasta plásticos, ramas y metales, resinas, basura, juguetes viejos...

-¿De dónde los sacás?

-De todas partes, casi siempre los compro. Una vez fui a comprar una cabeza de cerdo al mercado central y los carniceros se sorprendieron mucho cuando les conté para qué la quería, aunque después debieron haber pensado que era un degenerado. Cualquier persona podría pensar que trabajar con restos óseos es algo desagradable, pero a mí me llena de satisfacción. A veces pienso que esos huesos fueron algo vivo, una cría de un animal que creció, vivió y murió, y ahora se está transformando en un objeto artístico, y así va a seguir viviendo. A veces me imagino también mi cuerpo intervenido...

-¿Y qué sentís?

-Me conmuevo.

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