Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
La decisión de Morgan Stanley de no revisar la calificación de Argentina como país “fronterizo” cayó como un balde de agua helada en las cabezas de los funcionarios del gobierno pero también en los inversores que se habían adelantado (apostando a lo contrario). Los fundamentos para llevar a nuestro país al grado de “mercado emergente” del que había salido en 2009 son contundentes, pero preocupantes.
El Comunicado de la entidad financiera comienza reseñando los logros del gobierno de Mauricio Macri, entre los que destaca el arreglo definitivo con los holdouts, la eliminación tanto del cepo cambiario como el que impedía el comercio exterior. Pero, la entidad pone una reserva en cuanto a que no se han despejado las dudas acerca de la continuidad de estas políticas en el tiempo.
Una primera lectura política es la vuelta de Cristina Kirchner al ruedo electoral y las posibilidades que tendría la ex presidenta de comandar desde el Senado una actitud más obstructiva a los objetivos del gobierno al cual le restan dos años de mandato. Sobrevuela en el mercado el temor de una vuelta al populismo, como el del adicto que no termina de recuperarse.
Pero este no es el único temor. Subsisten también dudas acerca de las posibilidades ciertas que pueda tener el gobierno de profundizar las reformas necesarias con el modelo gradualista que, para cada vez más observadores, es mucho más lento de lo deseable, aunque desde izquierda al gobierno lo acusan de hacer un ajuste brutal.
El problema del gasto público
El desafío del equipo de gobernante pasa por resolver a la brevedad una serie de distorsiones. En la medida que no baje el déficit fiscal (según algunos especialistas estaría creciendo por el gasto e intereses de la deuda) tendrán que afrontar un problema y es financiarlo con préstamos del exterior o con emisión monetaria. Ante el resultado, es posible que el costo de endeudarse vuelva a subir.
Y esto implica tener que asumir una realidad que se ha venido esquivando. En Argentina el gasto público es muy alto y mucho más ineficiente e improductivo. Dentro del mismo están los subsidios a las tarifas de servicios públicos que tienen aún un largo trecho para ser eliminados en su mayoría.
Pero el interrogante de los financistas del Wall Street, que hasta ahora han elogiado al Macri, es saber cómo financiará en el futuro el gasto público y un déficit que no parece querer bajar ya que no hay espacio para mucho más endeudamiento. Frente a este panorama, y la historia cultural argentina, las preguntas acerca de las posibilidades de caer en nuevos cepos, controles cambiarios o controles de precios surgen rápidamente.
El economista Juan Llach dijo en estos días que la decisión de mantenernos como fronterizos es buena porque va a desalentar a los capitales especulativos y habrá menos presión sobre el tipo de cambio. De esta manera, afirma, el gobierno podrá dedicarse a profundizar la baja de la inflación y a completar la reforma impositiva. Claro, el objetivo debe ser bajar el déficit.
Por donde se lo busque, el problema del gobierno es reducir el desequilibrio fiscal y presionar a las provincias en el mismo sentido para que el objetivo sea consistente en todas las jurisdicciones
Es que la disminución del déficit fiscal es fundamental para afrontar uno de los mayores problemas de competitividad de la economía argentina y es la presión impositiva. El gobierno prometió para 2018 esta reforma, incluida la que se refiere a los impuestos al trabajo.
Sabido es que no se pueden aumentar impuestos ni devaluar la moneda, por lo que el único camino es alivianar la carga impositiva.
Cada día aparecen nuevos informes técnicos que muestran la monstruosidad del peso de la carga impositiva, explícita e implícita, sobre el precio final de productos y servicios pagados por los consumidores. En algunos llega a superar el 50% del precio pagado por el cliente.
Este peso impositivo también ahoga los costos de las empresas y les quita competitividad a la hora de exportar.
Y es aquí donde vuelven a aparecer las dudas de los prestamistas acerca de las posibilidades reales del gobierno de solucionar los desequilibrios usando el método gradualista actual. La mayoría considera que será imposible hacerlo en corto plazo, aunque el gobierno acelere el plan de reformas después de las elecciones de octubre.
Si esto es así, las posibilidades de conseguir financiamiento a tasas razonables no parece muy posible en el mediano plazo. El gradualismo lento puede llevar al gobierno a tener que tomar otro tipo de medidas que, al final, implicarán mayores costos, tanto políticos como sociales.
Salimos de la recesión
Según los datos del Indec, la economía tuvo un leve avance del 0,3% en el primer trimestre, comparado con el mismo per iodo del año anterior, y un 1,1% respecto del último trimestre de 2016. De esta manera, la economía argentina muestra tres trimestres consecutivos de crecimiento, lo que, técnicamente, se considera haber dejado a tras la recesión.
Para algunos los guarismos de crecimiento son muy magros, pero deben considerarse dos aspectos del tema. En principio, saliendo de una recesión aguda de los últimos dos años, no se puede esperar tasas de crecimiento briosas, toda vez que hace falta recrear un proceso constante de inversión, que aún es incipiente.
Además, hay que recordar que el gobierno decidió llevar adelante un proceso gradual, por lo que el crecimiento también lo será, o sea, tendremos un crecimiento modesto en el cual algunos aparecen más dinámicos mientras otros no consiguen retomar su nivel esperado.
El informe del Indec resaltó que "el crecimiento estuvo impulsado por sectores como el agro, la construcción, transporte y comunicaciones, y el sector financiero, mientras que la industria, el consumo y el comercio exterior no terminan de despegar".
Algunos especialistas resaltan que el consumo, aunque no está creciendo, ha frenado su espiral de caída y podrían verse algunas señales de crecimiento en los próximos meses. Otros analistas señalaron que uno de los datos más positivos es que el crecimiento estuvo liderado por la inversión, algo que hacía muchos años que no se veía. Por el momento, la mayoría de los analistas creen que no se llegará al objetivo del 3,5% de crecimiento marcado por el gobierno pero que no estará lejos, esperando que el salto se produzca en el tercer trimestre.