Un aporte a la necesaria tolerancia

Un aporte a la necesaria tolerancia
Un aporte a la necesaria tolerancia

Con motivo de la festividad cristiana de hoy, el presidente aún en ejercicio, Mauricio Macri, y su sucesor, Alberto Fernández, participarán juntos de la misa “por la unidad y la paz” a la que convocó la Iglesia católica en la basílica de Luján. Ambos invitados no tardaron en aceptar y asistirán acompañados por colaboradores.

Se trata de un gesto de muy buena voluntad de parte del Episcopado, en tiempos en los que la Iglesia argentina más de una vez debe pronunciarse por la delicada situación social que enfrentan amplios sectores de la población. Una función ineludible en virtud de la meritoria labor de asistencia que día a día llevan a cabo cientos de religiosos y laicos.

Además, es un interesante llamado a la conciliación política y social en un país en el que, lamentablemente, muy pocas voluntades pretenden contribuir para cerrar la grieta que nos divide en distintos ámbitos.

Por otra parte, durante la actual gestión presidencial la Iglesia más de una vez quedó identificada partidariamente, cuando en realidad su función de asistencia debe basarse en los preceptos religiosos y a partir de ellos, agotar instancias para que la situación de los menos protegidos sea advertida y alcanzada por el Estado.

Desde todo punto de vista, la celebración religiosa de hoy con la presencia de Macri y Fernández constituye una señal que fortalece a la democracia y que tiende a promover el espíritu de convivencia entre los argentinos, precisamente el camino opuesto a la nefasta grieta de la que se hacía referencia.

Aquella foto inicial de la transición entre Macri y Fernández, después de las presidenciales del 27 de octubre, fue un gesto de altura moral y política que mucho debemos valorar los argentinos, ya que contribuyó, sin ninguna duda, a calmar expectativas de ganadores y perdedores de las elecciones, trazando un sendero seguro hacia la finalización del actual mandato presidencial en tiempo y forma.

Sin embargo, la convivencia ordenada que pareció marcar aquel encuentro no llegó a su plenitud. En más de una ocasión hubo chispazos originados en uno y otro sector político por diferentes lecturas de la realidad social y económica. Este cortocircuito fue o totalmente inútil, puesto que el voto popular dejó en claro que la mayoría de los ciudadanos optaron por una alternativa a la actual conducción. En condiciones normales, una transición democrática debe servir para calmar las tensiones propias de una campaña electoral, en donde sí se puede llegar a tolerar algún tipo de confrontación siempre y cuando no se caiga en el agravio y la acusación sin sustento.

Lamentablemente, hay una importante porción de dirigentes políticos a los que los guían el rencor y el afán de revanchismo. Cuestiones conceptuales ganadas por la pasión impiden ver con objetividad algunos hechos. La mirada que existe sobre el rol de la Justicia en el país es un claro ejemplo y en ese contexto la actitud cambiante y acomodaticia de jueces y fiscales puede contribuir a potenciar el clima belicoso.

En un par de días los principales sectores del juego democrático argentino actual cambiarán de roles. Los que gobernaron durante cuatro años pasarán a ser oposición y llegan al poder los pertenecientes a un espacio claramente mayoritario que durante todo el tiempo de gestión del gobierno que se va, en más de una oportunidad, hicieron sentir el rigor del número.

La virtud republicana de la alternancia ya se cumplió durante el año electoral que va finalizando. Hubo respeto y aceptación de los resultados que arrojaron las urnas. Sólo falta que al amparo de la misa de hoy en Luján los actores de la vida política se expresen con la seriedad que la grave situación del país requiere.

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