Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
El festejo vendimial encuentra al sector envuelto en una de las tantas crisis cíclicas que afectan a los sectores agrícolas dedicados a cultivos permanentes. La vid puede implantarse en cualquier lugar, pero el valor del terruño es algo que no se puede comprar y trasladar a otro lado. Esta es la ventaja diferencial de la vitivinicultura argentina, pero también la expone a tener que superar los ciclos.
El ciclo actual comenzó en 2010, cuando el gobierno cambió su política fiscal básica y, en lugar de seguir sosteniendo su estrategia de equilibrio fiscal, para pasar a emitir moneda y generar inflación. Para evitar consecuencias, decidió congelar el tipo de cambio, para usarlo como ancla anti inflacionaria. A partir de ese momento, la inflación comenzó a devorar lenta pero sostenidamente la competitividad del tipo de cambio.
Por aquel entonces se comenzaban a ver las consecuencias de la crisis financiera de Estados Unidos y comenzaba la versión de la crisis europea. Así, los mayores bloques comerciales del mundo lidiaban con la caída de la actividad económica y el desempleo. Esto generaba menor consumo y mayores excedentes para aumentar la oferta exportable.
En nuestro país la industria perdía competitividad, primero en la franja de precios más bajos, pero luego el problema alcanzó al vino a granel. La respuesta fue la lógica: volcarse al mercado interno. Así comenzaron a sobreabundar las etiquetas de vinos en un mercado sobre ofertado, pero donde la inflación impactaba era en el poder adquisitivo de los consumidores.
Esto fue complicando cada vez a la industria y el atraso cambiario se comenzó a reflejar en el precio de la materia prima, ya que todos los insumos secos y la mano de obra se actualizaban al ritmo de la inflación. El estrangulamiento fue avanzando y este año se complicó mucho más con la revaluación del dólar frente al resto de las monedas. Así, el euro bajó a 1,11 mientras el real se devaluó hasta 3 por dólar, mientras todas las demás monedas se han adecuado.
Esto significa que nuestros competidores han ganado competitividad frente al dólar mientras nosotros la seguimos perdiendo por la menor velocidad de devaluación de la moneda ante la divisa norteamericana y por el efecto de la inflación. Como se puede apreciar, se da una combinación de factores negativos que es difícil que se registren, como pocas veces se dan las circunstancias de 2003, donde el peso se devaluaba ante un dólar que también se devaluaba. Hoy el efecto es inverso.
El problema es cómo enfrentar la coyuntura hasta que se salga del pico del ciclo, situación sobre la que el gobierno provincial no puede hacer nada y el gobierno nacional no quiere hacer nada, siendo el único que tiene las herramientas para hacer las correcciones.
Hasta ahora se han generado subsidios de todo alcance, aunque los que están complicados son los pequeños productores. Ellos no tienen ni vino ni mosto para vender, pero tienen uvas para cosechar para la cual no tienen recursos ni interesados en comprarlas.
Ante la abundancia de pestes, habría que pensar en salidas realistas que solucionen los problemas de los más pequeños y luego, sentarse seriamente a pensar en soluciones coyunturales que comiencen a corregir las distorsiones acumuladas.