Un amor que nació en Tunuyán y llegó a Suiza

Nadia era moza de una conocida posada. Allí conoció a Basile, bodeguero europeo. Hace unos días regresaron a Mendoza para casarse.

Un amor que nació en Tunuyán y llegó a Suiza
Un amor que nació en Tunuyán y llegó a Suiza

“Lo que iba a ser un paseo de bodegas por el Valle de Uco, terminó siendo la historia de mi vida”, le dijo él en su castellano aún con claro acento francés. Ella sonrió y lloró y le confesó “el alivio” que sintió al cruzar su mirada por primera vez aquella mañana de 2012. Justo en el mismo sitio donde ahora intercambian anillos, familias y culturas.

Por entonces, Basile Monachón (29) recorría países vitivinícolas por el mundo para aprender técnicas y saberes que aplicar en su bodega familiar, a orillas del lago de Ginebra, en Suiza. Así, llegó a participar de una vendimia en la bodega DiamAndes y se alojó en la Posada del Jamón, en Tunuyán. Nadia Carrizo (28) era moza allí y dicen los que los conocen que "el flechazo" fue instantáneo. 

Él no hablaba nada de español y ella manejaba lo básico del inglés. Quien supo darle una buena mano al destino fue Vicente, un compañero francés de la bodega, quien les ofició de traductor toda una noche, en su primera cita en el entonces bar Lamara de La Consulta. Lo hizo aun cuando resignó el éxito en su conquista valletana.

Días atrás, la boda fue sencilla e íntima en los jardines de la Posada del Jamón, en Vista Flores. "Estaban los que queríamos que estuvieran", aseguran. Los once hermanos de Nadia ayudaron con la organización y los discursos y la música de Jorge Drexler cerró certeramente este encuentro 'de dos mundos' con su "creo que he visto una luz al otro lado del río..."

La escena -como la historia- parece salida de alguna película romántica. Sin embargo, esconde sentidos hondos para Nadia y Basile y que no fueron sencillos de construir. Fue el cierre de años de aeropuertos, “mails interminables”, trámites, distancias, renuncias y aprendizajes.

Fue el primer encuentro de familias y amigos europeos y latinos. Fue la ceremonia laica que confirmó, en Argentina, el matrimonio que sellaron en enero de 2016 en Suiza.

“Reconozco que la segunda vez volví más por la chica, que por el vino”, se ríe el suizo, que jamás había pisado Mendoza y con los viajes de los últimos años la conoce ya como un mendocino de pura cepa. Además del amor por Nadia, aquí descubrió “un compañero” en el mate amargo y una pasión desenfrenada por los locros, la humita y las empanadas.

Nadia, por su parte, se queda con los chocolates y la “fondue” suiza (la cual pronuncia ya con un francés perfecto). “Ella es la que ha hecho más sacrificio. Renunció a su lugar, tuvo que aprender el idioma, adaptarse a nuestras costumbres y estar lejos de los suyos”, reconoce el rubio.

La valletana se mudó a Suiza a fines de 2015. Basile lleva adelante allí la bodega familiar (los Monachón van por la séptima generación de bodegueros). Viven en Rivaz, un pueblo de unos 300 habitantes donde la nueva chica argentina ya es referida como “linda Nadia”. Ambos ríen.

“Su familia y toda la gente allá es muy cálida”, acota la morocha. Pese a ello, se reconoce muy tímida y asegura que le costó “integrarse” a su nueva realidad. “Hubo un tiempo en que extrañaba mucho. Sentía como que mi chispa interior se apagaba”.

La solución la encontró su esposo. Una mañana le dejó en el desayuno la tarjeta de un elenco de teatro en español. Ella pertenecía al elenco Wara Wara de la escuela artística vocacional de San Carlos y la actuación cambió su forma de ver el mundo. Ahora, en Suiza, protagoniza obras junto a ecuatorianos, colombianos, españoles.

“Siempre nos reconocimos, aunque pasaran meses sin vernos. Creo que ahí estuvo la clave”, confía la morocha. Pasada la “prueba de fuego” del encuentro familiar, tras la boda, los padres y hermanos de Basile recorren la Argentina. Los Carrizo disfrutan a su “niña” y el amigo de los Monachón, Olivier, quien se vino en bicicleta desde Bolivia, sigue su viaje aventura a Chile.

“Volvemos ahora. Hay que trabajar, se terminan las vacaciones”, dicen. Nadia estudió para azafata. “Para lo único que me sirvió es para no perderme en los aeropuertos”, ríe. Siempre tuvo amor por los animales. “Soy bichera. Aquí creamos el grupo 'Patitas perdidas' con una amiga para recuperar perros de la calle”, cuenta.

Ahora trabaja y estudia para “Asistente en medicina animal” allá y tiene que cumplir horario y responsabilidades en una veterinaria de Rivaz, donde atiende desde reptiles hasta conejos de la India.

Nadia nació en Entre Ríos. Por la carrera militar de su padre, los Carrizo vivieron en distintas ciudades. Ella eligió quedarse a vivir en La Consulta. Estudió Inglés y para azafata, profesión que nunca ejerció.

Si hay algo que han podido comprobar los Monachón-Carrizo es que las costumbres en torno a la cosecha varían mucho entre Mendoza y Suiza.

“Allá pagan por jornal y tienen los mismos cosechadores desde hace años. Hay pausas durante el día, cuando se comparte la charla, el té, los quesos y el pan entre los viñedos. En la noche, siempre hay fiesta con vinos y chocolates”, cuenta Nadia entusiasmada.

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