Débora Di Falco, la madre de
Guadalupe, asesinada en San Luis en setiembre de 2010
, cumplió ayer 23 años; nació el 15 de diciembre de 1989 en Gutiérrez, Maipú. Aparentemente predestinada a no llevarse bien con los partos, nació en la casa de su madre, no en un hospital.
Su madre, Graciela Di Falco, hija única de una familia acomodada de la zona, siempre fue una mujer extraña. Cuando dio a luz a Débora, Graciela ya no tenía a sus padres pero sí un hijo que hoy cuenta con 40 años y al que hace años no ve.
A principios de los años ’90, Graciela conservaba sus últimos vestigios de belleza, y quiso estrujarlos hasta el final. Aunque la mujer estaba arruinada económicamente, salía todas las noches. A la edad de 6 años, Débora se quedaba sola en esa casa de Gutiérrez, Maipú. Los vecinos escuchaban los sollozos de la nena: eran gemidos de hambre y de miedo; entonces, llamaron a la policía.
Se tuvo que convocar a un cerrajero para ingresar a la propiedad una noche en que la menor no paraba de llorar. Y la Justicia de Menores se llevó a la pequeña. Cuando su madre regresó, a la mañana del día siguiente, Débora ya no estaba en casa.
Por orden judicial fue a parar a la entonces llamada Colonia 20 de Junio, donde estuvo durante seis meses en calidad de internada.
Luego, una mujer llamada Viviana Gómez fue a por ella. ¿Quién era Viviana Gómez? La hermana del hombre con que Graciela Di Falco había tenido su primer hijo; una suerte de tía segunda de Débora.
La señora Gómez tuvo a Débora en su casa por un año. "Fueron los mejores momentos de mi infancia", como dijo ante los jueces la chica que el viernes fue absuelta en los tribunales de San Luis.
Pero al cabo de un tiempo, la Justicia de Menores restituyó la menor a su madre Graciela. La señora Gómez no supo más de Débora por años.
A casa de nuevo
Así, Di Falco madre e hija regresaron a la casa de Gutiérrez. Los vecinos de la zona volvieron a hacer una denuncia policial cuando se enteraron que, a la edad de 13 años, Débora había empezado a hacer la calle y que aparentemente era regenteada por su propia madre.
La chica fue llevada a un Instituto de Menores. Luego salió del Instituto, pero de donde no salió fue de la prostitución. Al parecer, a nadie -ni a los vecinos ni a la justicia- se le dio por preguntar quién era la que obligaba a la menor a que se prostituyera en la vía pública.
A los 14 años, Débora quedó embarazada de un gomero llamado Humberto Núñez, un hombre de más de 70 años de edad, casado, vecino de la casa de las Di Falco y cliente asiduo de la menor. Cuando nació Guadalupe, el hombre apareció por el hospital con un ramo de flores que dejó sobre la cama y se fue. El primer parto de la chica fue en solitario.
Todo indica que lo de Núñez fue un caso de abuso sexual (Débora por entonces era menor de edad) que no fue denunciado ni mucho menos investigado por la Justicia de Mendoza al menos hasta ahora (ver aparte). El padre de Guadalupe -hoy camino a cumplir los 80 años- declaró en el juicio en San Luis pero no se hizo cargo de nada.
Años de oscuridad
De todos modos, la peor época para la joven madre Di Falco todavía no llegaba. Entre 2006 y 2009 Débora se introdujo de lleno en lo más oscuro: prostitución, más noche, más drogas.
Hacia 2009, con su madre-lastre como “consejera y acompañante”, Débora se fue a San Luis con su hija y con su panza, ya que había quedado embarazada de otro cliente. Allí llegaron las tres generaciones de Di Falco.
En San Luis nada mejoró, todo empeoró. En la ciudad conoció a Miguel Riquelme y a Dora Videla, quienes llevaron a todas las Di Falco a vivir con ellos. Lo demás es historia conocida: la madre de Débora se borró, los Riquelme-Videla no le dejaban ver a sus hijas a Débora a menos que ella les pagara. Ellos mataron a Guadalupe el 12 de setiembre de 2010 y también entregaron a Fátima, la nena de Débora que había nacido en San Luis.
En su segundo parto, llevado a cabo en el hospital de San Luis Débora tuvo a Fátima apenas unos días: Riquelme se la quitó y la dio (vendió) a otra familia de San Luis.
Por la muerte de Guadalupe, Débora estuvo dos meses presa acusada de "abandono de persona agravado por el vínculo".
Y por fortuna para ella reapareció la señora Adriana Gómez en su vida. Cuando Débora salió de la cárcel regresó a Mendoza, a la casa de la señora Gómez; de su madre Graciela, ni noticias.
En la casa de los Gómez -donde vive hace un año y medio- Débora experimentó una asombrosa recuperación. Trabaja en dos hostales y estudia y ha empezado a conocer a “gente”, ya no a “clientes”.
El viernes pasado, en el último día del debate, el fiscal de Cámara, Fernando Rodríguez, solicitó al tribunal que Débora volviera a la cárcel: "Seis años y ocho meses, por no cumplir como corresponde con su rol de madre", pidió a grandes rasgos.
Por fortuna para ella, los jueces no pensaron de ese modo y de manera unánime la absolvieron lisa y llanamente.
La primera jornada del juicio, cuando Débora declaró, respondió las preguntas de protocolo. "¿Tiene hijos?", le inquirieron los jueces. "Tuve dos hijas, pero ahora no tengo ninguna", respondió mientras lloraba.
Ayer, una jornada después de que culminara el debate y quedara libre de todo, la chica cumplió 23 años. Sería el día en que Débora se parió a sí misma.