“Estamos decepcionados por no haber podido cerrar el acuerdo”, dijo el eurodiputado Carlos Zorrinho, vicepresidente de la delegación para las relaciones con Brasil.
Por su parte Malstrom, comisaria europea de Comercio, calificó la cita (OCM) como una “ocasión perdida, pero la triste verdad. Todavía estoy pensando cómo voy a explicar esto a mis hijos...”.
Aunque la voluntad de conseguirlo es firme, señaló el viceministro de Desarrollo Económico de Italia, Iván Scalfarotto: “Eso no fue posible y es una lástima… En una palabra diría que las dos ofertas no estaban maduras para llegar a un acuerdo político”.
No menos esperanzadora fue Susana Malcorra quien insistió en que “hay vida” después de la undécima reunión. “Los miembros del foro deben darle sentido y valorarla”, dijo.
No soy ningún experto en el tema, pero yo también puedo airear mis pensamientos.
¿Por qué seguimos empeñados en la alianza de libre comercio entre el Mercosur con la UE tras 20 años de buscarlo? Tener una visión de futuro es bueno, pero ser conscientes de las dificultades también.
Así que ésta es mi versión de una idea profunda: el fracaso del acuerdo no surge, como se dijo, de las ridículas cuotas de carnes y biocombustibles que propuso la UE o del evidente desequilibrio global de las concesiones recíprocas sino de razones muy distintas y complejas. La lista es tan extensa que no cabría en una sábana de matrimonio.
Éstas son algunas:
1 - En el seno de la UE existen recelos. Berlín, por ejemplo, tiene una visión moral de la deuda y alergia a la inflación, dos enfermedades avanzadas en la región sudamericana.
2 - Una UE en crisis por la salida del Reino Unido no es una catástrofe, aunque no sabemos cómo se desarrollará. Sí sabemos que las negociaciones entre ambas partes se iniciarán este año sobre aspectos comerciales y en esa agenda el Mercosur poco cuenta.
3 - Resulta más que evidente que la UE privilegia los acuerdos bilaterales, como los que tiene con Australia, Sudáfrica, Chile, Canadá y el reciente con Japón y pospone los regionales. Es que los europeos no están interesados en un acuerdo ambicioso o integral, como presume el Mercosur.
4 - En lo que hace al capítulo de vino, la UE es un “hueso duro” que no esconde sus criterios y advertencias sobre los productos vitivinícolas. Colocados encima de la mesa debe haber servido a los ministros de ambos bloques para constatar que el proceso de integración no es precisamente un encuentro de amigos del colegio que viven en los extremos del océano Atlántico. Así, condiciona aquel bloque la negociación a su ritmo y tantea el ambiente en el sector de pequeños y medianos vitivinicultores exportadores sudamericanos entre quienes, posiblemente, cunda el pánico cuando se topen con el régimen de IG homónimas (por ejemplo, la región española no quiere que los vinos de la provincia argentina utilicen la denominación oficial “La Rioja” en sus vinos); con las controversias sobre expresiones tradicionales (reserva, gran reserva, rosado, clásico, D.O., fino, blanco de uva blanca, crianza); con la cancelación de marcas; con el uso de prácticas enológicas (referente a salud y consumidor) y de componentes de vino (por ejemplo, sulfatos, sodio, alcohol); con que sea el Consejo de Promoción quien dicte la normativa para la elaboración, la producción y la comercialización de vinos y espumantes, y que sean los servicios técnicos de ese Consejo quienes comprueben la calidad. Todos temas que, en la vida comercial cotidiana, no responden a esos propósitos. Naturalmente la UE crea y administra esos mecanismos con solvencia (tiene registradas más de 5 mil denominaciones de origen) y quiere internacionalizarlos: no perder las raíces de la denominación de origen.
5 - En conexión con lo anterior, el Protocolo de armonización de normas sobre propiedad intelectual en el Mercosur (1995), en materia de marcas, indicaciones de procedencia y denominaciones de origen, a diferencia del de la UE es un esfuerzo de armonización entre los países miembros y no un sistema de reconocimiento y protección supranacional. Lo que ilustra muy bien cómo el desplazamiento de la capacidad de decisión en esas cuestiones, desde la esfera de los órganos del Mercosur hacia los gobiernos nacionales, no ofrece garantías suficientes. Más bien al contrario, coloca a los Estados regionales en una posición proclive a hacerse valer y notar, manteniendo rehenes de su voluntad a todos los Estados miembros de ese bloque regional. La UE no firmará este tratado sobre esas bases.
6 - Otros asuntos espinosos: las políticas sobre eliminación de barreras no arancelarias, el empoderamiento de la mujer rural, las energías renovables, las reformas del mercado laboral (por ejemplo, la Justicia de la UE defiende igualar la indemnización de temporales y fijos), el sistema de arbitraje para conflictos entre inversores europeos y los Estados, y los estándares elevados de protección del medio ambiente, están en la agenda de las negociaciones.
7 - Además, el comercio internacional se rige por unas normas que EEUU contribuyó a crear. Si él ha comenzado a incumplir esas normas, como las del libre comercio, los demás también lo harán, tanto como represalia como por simple imitación.
En el último terremoto que sacudió México, de las tres virtudes teologales que esculpió Manuel Tolsá para coronar el gigantesco reloj del frontispicio de la Catedral metropolitana, sólo se cayó la Esperanza. La Fe y la Caridad quedaron incólumes. La Esperanza, dicen los expertos que no merece la pena restaurarse, que será mejor sustituirla.
La verdad es que, mirando el futuro, idéntico tratamiento merecen las negociaciones del “Tratado” en cuestión.