No se sabe si el título de esta nota llegará a ser una propuesta política exigida públicamente, pero sin dudas expresa el estado de ánimo actual de la mayoría de los radicales con fierros, los que manejan estructuras políticas partidarias.
El radicalismo hoy está, en lo esencial, compuesto por cuatro sectores: Uno, el que conduce el presidente partidario, Alfredo Cornejo, que trata desesperadamente de mediar con todos los demás, cada vez con mayor dificultad. Dos, el ala política del la UCR que cuenta con expresiones como el gobernador Gerardo Morales y dirigentes de peso como Ernesto Sanz. Tres, los ortodoxos que tienen su máxima expresión en la UCR porteña y su jefe Enrique “Coti” Nosiglia: Y cuatro, el sector de los que podríamos bautizar los tres mosqueteros, que como en la novela son cuatro: los que se juntaron y fotografiaron con Roberto Lavagna: Ricardito Alfonsín, Jorge Sappia y Juan Manuel Casella. Que ahora tienen su D’Artagnan con el Freddy Storani.
Los tres mosqueteros han ocupado el escenario mediático estos últimos días proponiendo cambiar de caballo a mitad del río y pasarse al bando de Lavagna. El resto no dice nada y no se sabe si es por eso de quien calla otorga o porque -como afirman los que saben- no quieren contestarle a estos cuatro espadachines carentes de gestión, para no darles entidad. Sobre todo porque en las bases radicales (y no sólo radicales) Macri decae al ritmo de la crisis económica.
La opción que hace poco bosquejaban los radicales con poder, era la de competir en las PASO con un candidato propio. Pero eso hoy parece una aspirina frente al hervidero que es el radicalismo y el país. No convence a nadie.
Aunque tampoco es cierto que alguien importante del radicalismo, ni siquiera el “Coti”, estén proponiendo pasarse al lavagnismo. Al menos no por ahora. Es que la historia no los ayuda en ese sentido.
El acuerdo de Alfonsín con Menem por el pacto de Olivos destruyó electoralmente a la UCR en 1995. La renuncia del vicepresidente Chacho Alvarez fue crucial para la caída de De la Rúa, pero no menos clave fue el escaso o nulo apoyo que tuvo por parte de la estructura partidaria radical, en esos tiempos manejada por el ex presidente Alfonsín aliado en eso con Eduardo Duhalde.
Luego, cuando en 2007 la UCR postuló como candidato presidencial a Lavagna, salieron terceros. Entre tanto, otro sector radical impulsado por Julio Cobos y los gobernadores radicales se aliaron con el kirchnerismo, con los nefastos resultados que ese pacto tuvo.
Por todos esos eventos fallidos cada vez que se acercaron a cualquier peronismo, es que a sus dirigentes hoy se les hace cuesta arriba animarse a algo parecido. Aunque tampoco quieren seguir cómo están. No quieren repetir la historia pero tampoco sostener lo que consideran insostenible.
Repiten y repiten que el rechazo de Cristina y Macri es hoy mayoritario, más del 60% de la población no quiere a ninguno de los dos. Y difícilmente los querrá. A partir de allí, los tres sectores -menos el de los tres mosqueteros- evalúan una nueva hipótesis.
Que parte de la posibilidad creciente de que Cristina no se presente, agobiada por sus problemas judiciales, a ver si aliándose con los peronismos provinciales logra en vez de la presidencia (que si la consigue se salva, pero si pierde va presa) un bloque legislativo que le sirva de escudo a ella y sus hijos del embate judicial.
Y entonces -razonan los radicales- si Cristina se baja, la candidatura de Macri que fue construida como la gran muralla frente a la posibilidad de un triunfo K, deja de ser la única posible. Por ende, se puede pensar en otras opciones.
Nosiglia amenaza con romper solo para que lo llamen del gobierno y negociar mejor. En el mapa del país ninguno de los radicales con obligaciones representativas está pensando en hacer locuras. Ahora bien, no hacer locuras no significa aceptar las cosas tal como vienen. Hay que -afirman- sentarse a rediscutir un nuevo formato de Cambiemos e inclusive todas las candidaturas nacionales. Y he aquí lo novedoso: hasta la candidatura presidencial, pero (sigue lo novedoso) no para un radical. Discutir -sostienen enfáticamente- desde la buena política si la reelección de Macri es lo mejor que tiene Cambiemos.
¿Qué pasa -se están preguntando hoy los radicales sin animarse aún a decirlo públicamente- si Macri ya no tiene posibilidades de regeneración de confianza y su boleto se ha picado? Si fuera así, en vez de escapar y entregarse por enésima vez al peronismo, los radicales -pero no sólo los radicales- deberían pensar en “salvemos a Cambiemos y no a Macri”. Idea que hoy pulula en algunas cabezas, pero no en cabezas menores. Se trata de una hipótesis fuerte, al menos mientras no cese la tempestad.
Una voz muy autorizada en la cuestión lo dice así: Yo creo que no ha muerto la idea de Cambiemos, hay mayoría en la UCR que está dispuesta a seguir bancando un cambio como el que iniciamos en 2015. Seguir defendiendo a Cambiemos pero no como en 2015, porque hay que revisar la herramienta: un formato distinto con una verdadero coalición, no como hasta ahora que fue sólo electoral, es lo primero. Pero lo segundo, e igual de importante, es que el nuevo acuerdo lo hagan personas distintas.
Salvo los tres mosqueteros, en la UCR no tienen un plan alternativo ni difieren mayor
mente con lo que a nivel económico hace Macri, pero ya no hay confianza social. Entonces si no se puede cambiar la variable económica, quizá haya llegado la hora de discutir la variable política, enfatizan.
Y cambiar la variable política es nada más ni nada menos que reemplazar a Macri como candidato a presidente. Y poner en su lugar, casi seguramente, a María Eugenia Vidal. Incluso uno de los tres sectores con fierros sugiere a Cornejo como su vicepresidente para asegurar la fidelidad radical. Para que no ocurra como en el tango, eso de que hoy un juramento, mañana una traición, amores radicales flores de un día son.
Es que, además, los radicales temen que en la difícil probabilidad de que Macri ganara como el mal menor, en un próximo gobierno tampoco les daría mayor participación que ahora. Por eso, eso de proponer que se baje Macri para salvar a Cambiemos y así no tener que caer otra vez en manos de la tentación peronista.
Difícil que Macri se baje, pero que los radicales lo están pensando y hablando entre ellos cada día más, es un dato de la realidad. También saben que si un sector importante del Pro no los apoya, Macri no se bajará. Por eso más que pedirle al presidente que se baje, quieren que se lo pidan los del palo. Cosas veredes Sancho, pero que se están viendo se están viendo. O al menos oyendo. E in crescendo.