Habrá un antes y un después para varios luego de la contundente victoria 4-1 de Pacífico sobre Guaymallén, jugando en Rodeo. Ayer, errores propios terminaron condenando al Italiano, más allá del gran trabajo táctico que hizo el once de Buxó. Los de Estrada intentaron siempre con la pelota al piso, aunque esta vez no hubo nada positivo para destacar.
Pacífico fue intenso desde el minuto inicial. Fue sobre el lanzador y sobre los posibles receptores, dejando incómodos a quienes debían armar el primer pase. Así obligó por momentos a que el local jugara de espaldas a la valla rival y hasta debiera utilizar como recurso el pelotazo largo. Hubo más entrega y lucha que claridad de ambos lados y la diferencia estuvo marcada por la efectividad de los alvearenses.
Guaymallén, sin llegar a mostrar grandes virtudes (“no encontramos el funcionamiento”, alegó Estrada) contó con ocasiones como para marcar pero chocó con las manos de Pelayes. Moreno no logró ser manija, hubo algunos arrestos individuales de Arabalé y Nievas, pero no fue suficiente. Faltó más apertura hacia las bandas y sobró juego interior. Ahí, en el embudo armado por los visitantes, murió cada intento ofensivo.
Pacífico fue un ordenado e inteligente. La clave siempre fue la presión que ejerció sobre la salida rival, provocando “horrores” defensivos que terminaron siendo determinantes. Patinó Zandanel en la salida ante Vasilchik y Rosón definió con el arco vacío. Ni el descuento de Rodríguez permitió soñar con el empate. Apenas 60 segundos después falló Tula y Rosón no perdonó desde los doce pasos.
Pacífico cerró espacios hacia atrás y se agazapó para salir rápidamente de contragolpe. Del otro lado, perdido por perdido, Estrada decidió que su Guaymallén iba a defender mano a mano los últimos minutos y se expuso a otro error impensado, esta vez con Videla como protagonista. El defensor perdió con Pinea en el borde del área, previa acción colectiva entre Bordnasky y Ojeda, y el delantero no falló.
Guaymallén siguió apostando al pase interior como forma de romper. Los mejores intentos llegaron cuando Aguilera rompió en velocidad sobre la izquierda. No fue suficiente. Los errores propios ya lo habían condenado.
