Miles de turcos repudiaron ayer en Estambul el golpe de Estado fallido del 15 de julio y desfilaron a favor de la democracia, con el fundador de la república, Mustafá Kemal Ataturk, muy presente en la marcha.
La figura que presidió el mar rojo de banderas turcas no fue la del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sino la del padre y fundador de la Turquía moderna, una república laica.
“Somos soldados de Mustafá Kemal” Ataturk, entonaba la multitud reunida en la plaza de Taksim, el lugar donde tradicionalmente se congregan las protestas en Estambul.
“Turquía es un país laico y debe seguir siéndolo”, dijo Esra, una jubilada de 66 años que no quiso dar su nombre completo.
Esta opositora a Erdogan afirmó que “reza” para que los golpistas no ganen un día. “Defendemos la república y la democracia”, “La soberanía pertenece al pueblo sin condiciones”, o “No al golpe de Estado, sí a la democracia”, rezaban algunas de las pancartas.
Muchos opositores al gobierno, además de rechazar a los golpistas, preocupados por la instauración del estado de emergencia, clamaban: “El poder al pueblo (...) Turquía es laica y seguirá siéndolo”.
El primer ministro, Binali Yildirim, había tuiteado que “este país de turcos, kurdos, alevíes” y seguidores de los mayores partidos de la oposición están “unidos y dan una lección necesaria a los golpistas”.
Todos los manifestantes salieron a la calle con el objetivo de expresar su oposición a los golpistas, pero también sus inquietudes con respecto al estado de emergencia y a las masivas purgas que se están efectuando en las instituciones públicas.
“Yo estaba contra el golpe militar y estoy contra el golpe de Estado civil” que quiere articular Recep Tayyip Erdogan, afirmó Kemal, un joven de 30 años.
Osman Can, un profesor de 33 años, no escondía que “tiene miedo al futuro”.
“Todos estos profesores despedidos o detenidos, podría tocarme a mí (...) mucha de la gente arrestada es inocente”, dijo este manifestante que quiso precisar que no tiene ninguna relación con el clérigo Fethullah Gülen, un predicador que vive en Estados Unidos y que el gobierno acusa de instigar el golpe.
La manifestación fue congregada por el principal partido de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CPH, laico y de centro izquierda), considerado como un heredero de Ataturk, y cuyos parlamentarios no apoyaron la instauración del estado de emergencia el 21 de julio.
Pero el llamado fue más transversal y miles de personas se acercaron a la plaza ,vigilada por un helicóptero, acordonada por blindados y vehículos antidisturbios. Para entrar había que someterse a tres registros.
El mensaje en unos baños cercanos no dejaba lugar a dudas: “Prohibido a los golpistas”.
Si la bandera de Turquía alcanzaba un precio de cinco liras (menos de dos euros) el retrato de Ataturk cuatriplicaba el valor.
“¡Con las banderas turcas! ¡Saquen las banderas turcas!”, increpó un hombre a un grupo de sindicalistas con sus propios emblemas.
“Yo había venido una vez a la plaza de Taksim en la noche para una vigilia, pero había muchos partidarios del gobierno. Hoy hay muchos simpatizantes del CHP. Lamentablemente no hay unidad”, contó Onur, un estudiante.
En la manifestación se mezclaron tendencias.
“El más grande es Ataturk”, grita una joven vestida de rojo. Un grupo de mujeres con velo responden “el más grande es Alá” y un tercer manifestante interviene para increparlas.
Afirman que hay pruebas "creíbles de tortura"
El grupo de defensa de los derechos humanos Amnistía Internacional (AI) afirmó que “hay pruebas creíbles” de abusos y del uso de tortura en Turquía contra personas detenidas tras el intento de golpe de Estado.
Algunas de las personas están sufriendo “golpes y torturas, incluidas violaciones, en centros oficiales y no oficiales en todo el país” aseguró en un comunicado la organización con sede en Londres.
“Amnistía Internacional dispone de información creíble según la cual la policía turca en Ankara y Estambul mantienen a detenidos en posiciones dolorosas durante periodos que pueden llegar hasta 48 horas”, afirma la ONG en un comunicado en el que también menciona la privación a éstos de alimentos, agua y medicamentos, injurias, amenazas y, “en los casos más graves”, golpes, torturas y violaciones.