Los datos proporcionados por los propios operadores turísticos de los principales destinos del país no dejan de sorprender. Hubo un cambio importante no sólo en la modalidad de los alquileres sino que las plazas ocupadas fueron muy inferiores a las de años anteriores. Desde los ámbitos oficiales se ha intentado fijar distintas motivaciones pero todo indica que es la clase media, la que constituía el núcleo fuerte del turismo, quien está sufriendo las consecuencias del fenómeno llamado inflación.
Las señales de advertencia que preanunciaban el cambio surgieron desde el mundo del espectáculo. Los organizadores comenzaron a señalar que se trataba de una temporada bastante pobre lo que llevó a discusiones directas tanto entre los propios participantes como con las autoridades provinciales o municipales, como sucedió en Carlos Paz cuando la comuna organizó un espectáculo gratuito. Algunos atribuyeron el hecho a los costos desproporcionados de las entradas, pero los más coincidieron en señalar que nos encontramos en presencia de un turismo mucho más cuidadoso en sus gastos que el de otros años.
Esos aspectos fueron ratificados por los operadores turísticos, quienes señalaron que se había producido un cambio importante en la cantidad de días que la gente destina a las vacaciones. Indicaron que se arrendaban los departamentos por 3 o 4 días o por una semana, dejando de lado aquellas “quincenas” a las que estaban acostumbrados. También el hecho fue atribuido a los altos costos de los alquileres y quienes así lo advirtieron tuvieron cierta dosis de razón, aunque vale aclarar que el porcentaje de camas ocupadas fue muy inferior al de otras temporadas.
Una situación similar se vivió con quienes habitualmente solían veranear en Chile. Ese turismo “gasolero” se advirtió en el hecho de que la gente priorizó la zona Reñaca o Concón, por razones de distancia, lo que motivó que La Serena no mostrara aquella famosa “invasión” de argentinos que durante años recibió.
La Presidenta de la Nación intentó minimizar el problema, diciendo, entre otros aspectos, que “han explotado zonas que no han sido tradicionales”, sin mencionar de cuáles se trataba, mientras paralelamente anunciaba que había aumentado un 13% -respecto de 2011- la cantidad de argentinos que viajaron al exterior, lo que había totalizado 2,4 millones de personas. Advirtió que “la mayoría se fue de vacaciones y algunos a trabajar”.
Pero no dijo que entre esas 2,4 millones de personas hay decenas de miles que lo hacen habitualmente por cuestiones de negocios, ni que la salida al exterior por turismo haya tenido un crecimiento tan importante como para convertirse en el principal motivo de la caída en el turismo interno.
Hay también quienes aducen que la cantidad de fines de semana largos puede haber influido en la nueva modalidad turística de los argentinos. También aquí puede haber una parte de razón aunque cabe aclarar que los que tienen posibilidades de realizar turismo interno en ese tipo de ocasiones son quienes cuentan con un ingreso superior que les permite ese tipo de “distribución” vacacional.
En síntesis, son muchas las variables y distinta la óptica desde la cual se las puede interpretar. El Gobierno intenta dar una visión positiva pero hay una realidad que también debería ser tomada en cuenta como es que la gente ya no puede ahorrar mensualmente con miras a las vacaciones en razón de que la inflación se come la mayor parte de esos ahorros. Lo que ha sucedido este año con el turismo interno debería constituir un llamado de atención para las autoridades, en vez de que lo intenten minimizar, porque se trata de una industria muy importante para el país.
