Desde hace un tiempo relativamente no muy extenso existe una sostenida tendencia a incorporar a las actividades turísticas las múltiples ofertas del ámbito cultural, integrando los dos mundos para satisfacción de las personas y un mejoramiento de su calidad de vida.
El tema tiene amplio desarrollo en los centros de estudio y resulta una aplicación muy interesante para economías regionales, como por ejemplo la de Mendoza.
Cada una de las distintas opciones que define y caracteriza el espacio hacia el cual se movilizan los turistas, puede resultar una interesante fuente de ingresos, en territorios como el nuestro que se están abriendo a las nuevas ofertas turísticas. En la actualidad el turismo cultural es una de las modalidades que más creció y la industria turística lo reconoció por su potencial económico. Pero esa circunstancia ha generado una preocupación por la explotación y preservación del patrimonio histórico-cultural puesto en juego.
Las investigadores en el tema, las doctoras Valeria Palavecino, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen) y la arqueóloga del Conicet, María Gabriela Chaparro, sostienen que esta opción -por ejemplo en la realidad local, la visita masiva al cerro Tunduqueral y sus valiosos grabados rupestres (petroglifos)- “genera un vínculo, por momento tenso, por los diversos intereses que atraviesan la relación del patrimonio y el turismo”.
Es todo un verdadero desafío entonces el poder disponer a la mirada pública y al goce de todos los habitantes de estos bienes patrimoniales, que en su mayoría son de extrema fragilidad y por ende deben ser protegidos con mucho cuidado.
El mismo tema ha sido abordado con autoridad por otra especialista en la materia, la arquitecta Gabriela Santibáñez, subdelegada local del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos). Esta profesional mendocina nos advierte que “el turismo cultural se encuentra en pleno auge y expansión y por lo mismo constituye un factor que puede afectar el delicado equilibrio entre la cultura local y la masiva invasión de quienes buscan nuevos destinos y ofertas”.
Tales son las consecuencias de los procesos de acceso masivo a determinados lugares con valores patrimoniales señeros, que en ciudades europeas de fuerte raigambre turística, como Barcelona y Venecia, se está reconsiderando el acceso a sitios con determinadas debilidades como las que estamos describiendo.
En el ambiente latinoamericano no se desconoce como una posibilidad de cumplimiento relativamente próximo, el posible cierre o delimitación de la increíble ciudadela de Machu Pichu (Perú), asediada a diario por miles de visitantes.
Toda una enseñanza para la realidad mendocina, que como sabemos posee muchos escenarios de este tipo, dignos de ser visitado, pero también protegidos con criterios ensamblados entre los expertos y las autoridades jurisdiccionales. Hemos citado los petroglifos de Uspallata, sobre cuyo estado desconocemos en este momento cuál es el grado de vandalismo que han sufrido, pero hay muchos otros sitios que encuadran en lo cultural y patrimonial.
Es necesario actuar con urgencia en esas protecciones y no esperar a perder para siempre expresiones culturales y sociales legendarias.
Un buen momento para repensar en acciones de protección es el año en curso, en que se celebra el vigésimo aniversario de la redacción de la Carta Internacional de Turismo Cultural, adoptada por la institución Icomos en su duodécima asamblea general, realizada en la ciudad de México en octubre de 1999
Además la temática repercutirá en Mendoza, ya que en setiembre la Universidad Nacional de Cuyo realizará el Congreso Internacional de Investigación en Turismo e Identidad. Todo un suceso.
“Debe primar el concepto -define la ya citada arquitecta Santibáñez- de que quien conoce lo propio está en mejores condiciones de protegerlo y asegurarlo para los demás”.
