Se llama Antonio Martcovich y es, desde joven, amante de los "fierros". De aquellos conocidos como Turismo de Carretera y que, por la fuerza de la muñeca de sus pilotos, fueron abriendo caminos en toda la Argentina, en un recorrido que la mayoría imaginaba siguiendo el relato por la radio en la voz de Luis Elías Sojit con el anuncio de "Coche a la vista".
Antonio, con sólo 14 o 15 años, mientras estudiaba en la secundaria para una tecnicatura en química, comenzó a interesarse por los autos y los motores, por eso es que luego se pasó a una escuela técnica y así "las ganas de crear, construir, diseñar fueron tomando fuerza dentro de mi cabeza", señala ahora apoyado sobre la puerta de su obra de arte: un verdadero TC.
Pero vuelve al pasado y recuerda la Dos Océanos, con una etapa en Mendoza y así los autos de carrera entraban a los talleres de John A Walker, la concesionario Ford, por calle Garibaldi y que ahora en su relato vuelve a sentir "aquel olor a nafta, el ruido de los escapes, y la presencia claro de los pilotos, muchos de los cuales también era mecánicos...".
Y de un pantallazo rescata la Buenos Aires - Caracas, donde el alvearense Víctor García, ganó la última etapa. También hace referencia a las distancias recorridas a "pura velocidad" como el Gran Premio de Carretera de 1949, que cubrió, hoy parecería mentira, más de 11 mil kilómetros "de un solo tirón..."
El principio
Ahora y en primera persona Antonio señala que con esas vivencia "comencé con el proyecto de armar una cupé de TC, cuando tenia 17 años".
Lo primero fue encontrar una cupé de la época, "y la encontró mi tío Rafael Jofré, en El Bermejo". Estaba a la intemperie entre unos plátanos "en muy mal estado"; cuenta que en un principio intentó recuperar el chasis que tenia el auto, "pero ahí me di cuenta que la numeración no correspondía con el que figuraba en el titulo que me entregó el vendedor. En otras palabras me habían engañado: ni el chasis era del auto y los papeles tampoco..."
Después de un tiempo compró dos autos: un Ford 1940 sedán dos puertas y una cupé Ford 1946 algunas partes sirvieron y otras no; sin embargo un domingo en los clasificados de Los Andes leyó: "Ford cupé 1946 desarmada completa con documentación...". Estaba el teléfono... llamó y el lunes cerca del medio día fue a verla.
Todo lo que necesitaba estaba en ese auto: chasis en condiciones para recuperarlo, motor Ford V 8 59 AB funcionando, tren trasero y delantero modelo 46.
Y así sobre ese chasis comenzó el trabajo de armar el auto. Después vendría la tarea de chapería y “eso fue otro dolor de cabeza...”.
En Mendoza buscó, pero ningún chapista se animó a la tarea, así es que terminó llevando el chasis sobre un remolque al taller de los hermanos Hugo y Rubén Rocha de Luján, provincia de Buenos Aires que, como artesanos, apoyaron el proyecto que se inició unos días antes de que naciera su hija Guadalupe, hoy de 6 años, tiempo que también alcanzó para terminar el TC y traerlo a casa.
El “corazón”
Hoy Antonio hace referencia a que "el corazón de esta cupé es un viejo Ford 59 AB año 1946, con 100 HP, estándar. Con tres carburadores de dos bocas cada uno, sobre el que Carlos Cecco (referente en la preparación de motores, levas y carburadores para pilotos como Gulle, Pena Boretto y Manzano, entre otros), trabajó para ponerlos a punto.
En el resto sobresalen bomba de combustible mecánica del tipo diafragma, tanque de combustible con capacidad de hasta 175 litros. Con caja de velocidad de tres marchas Ford 1939, diferencial original Ford 1946, tren delantero y trasero con ballesta transversal y barra pana, amortiguadores originales de brazo, dos por rueda.
Frenos traseros y delanteros de tambor, bomba de freno de circuito único. Dirección del tipo sin fin estándar de Ford 46, calzado con rodado 6.50 x 16 en llanta originales de la marca del “óvalo”.
Con el 17 en sus laterales (en referencia a los años que tenía cuando empezó con el sueño), la cupé ya está lista y solo espera que su gestor, le de arranque, ponga primera y salga a la calle, para disfrutar de la sinfonía del motor Ford V8, y ese día, podrá dormir tranquilo, porque el sueño de tantos años ya estará por fin cumplido.
“Gracias viejo...”
En el armado de un TC, desde siempre, al entusiasmo del piloto/preparador/mecánico, se le sumó la colaboración de mucha gente anónima y no tanto. Este es el caso de don Antonio Martcovich (padre), que hoy a los 81 años, sigue prendido a los fierros. Lejos en el tiempo y la distancia quedó aquella frase "que vas a comprar estos fierros ...", que le dedicó a su hijo, mientras que ahora y pieza por pieza, armó la caja de velocidad para este TC. Por eso el agradecimiento quedó escrito en uno de los costados de la máquina: "Gracias viejo...".