Pero, como sucedió en el vuelo de hace unos días de Aerolíneas Argentinas proveniente de Miami, excepcionalmente pasa que un vuelo que sufre fuertes turbulencias y termina con pasajeros lastimados.
En estos casos, tener el cinturón abrochado evita que ante un movimiento extremadamente brusco, el pasajero salga despedido de su asiento y, por ejemplo, se golpee con el techo del avión.
Es por esto que en la mayor parte de las líneas aéreas se aconseja que aunque el cartel de "abrocharse el cinturón" esté apagado, los pasajeros igual lo tengan siempre ajustado.
Viajes largos
"En los viajes largos, gran cantidad de personas se duermen y los auxiliares de a bordo tienen que cuidar que todos lleven puesto el cinturón en caso de turbulencias", explicó Claudio Plá, al frente de Poder Volar, una organización que ayuda a la gente a superar el miedo a volar y también autor del libro "Modo Avión" que se publicó en junio pasado.
"Si el comandante anuncia zona de turbulencias, puede ser que el pasajero esté dormido, no vea la luz que se enciende alertando o no escuche el anuncio. Los tripulantes de cabina recorren el avión chequeando que todos tengan el cinturón", agrega.
Sin embargo, turbulencias como estas, inesperadas y fuertes, confirman la importancia de llevar siempre puesto el cinturón más allá de indicaciones puntuales.
Incluso, cuando uno duerme tapado por una manta, conviene llevar el cinturón ajustado por fuera para que la tripulación lo vea.
De este modo, si se hace el anuncio no lo despertarán para chequear que lo lleve puesto y si la turbulencia es imprevista, se asegura no salir despedido del asiento.
"En los cursos orientados a gente que tiene miedo a volar explico que las turbulencias son solo incomodidad y no revisten peligro en el 99,99 por ciento de los casos", dice Plá y agrega: "A veces se generan zonas de alta inestabilidad con vientos circulares alrededor de los núcleos de tormenta. Y quizá el piloto trata de esquivar ese núcleo, pero lo alcanzan vientos circulares y no hay tiempo de avisar".