Nadie que recorra hoy el sector norte de la villa tupungatina podría imaginar que hace menos de 20 años el sitio no era más que un horizonte de campos incultos, con una vista inigualable de la cordillera. La zona vivió una explosión inmobiliaria en poco tiempo, pero los primeros en descubrir sus potencialidades fueron los vecinos del barrio El Tupun.
Ser visionarios no les resultó nada fácil. Debieron encarar una obra importante para extender el gas más de dos kilómetros de la red principal, y otro tanto ocurrió con la electricidad. La urbanización les insumió tiempo y mucho dinero.
Pero todos coinciden en que el esfuerzo tuvo su recompensa. "Es un barrio tranquilo, seguro y donde todos nos respetamos mucho. Cómodo e ideal para vivir", resumió -a tono de spot publicitario- don Juan Antonio Aranda, mientras sacaba con prolijidad las hojas secas de la calle.
El barrio El Tupun nació de la idea de un grupo de suboficiales del Ejército, que sentían la necesidad de radicarse y "echar raíces" en un punto geográfico fijo, y Tupungato fue el elegido. Así, en 1992, se armó la asociación mutual Valle del Tupun. "Con matrícula 350", puntualiza Otto Mendivil, el primer presidente que tuvo la entidad.
Actualmente, hay que atravesar otros complejos habitacionales para acceder a las tres pintorescas manzanas de casas con techos verdes y calles sombrías. A modo de anfitriona, una hermosa plaza recibe a locales y visitantes. Este espacio verde, donado por los vecinos, lleva el nombre de Juan Pablo II y tuvo el honor de inaugurarse el día que lo nombraban beato.
"Cuando empezaron a levantar los cimientos, sólo se veía la casa de don Checus y al fondo nuestro barrio. Este hombre fue el primer sereno, albañil y colaborador que tuvo el barrio", recuerda Mendivil.
El Tupun se encuentra a unos dos kilómetros del centro urbano tupungatino y es considerado parte del mismo, aunque en realidad pertenece al distrito Villa Bastías. Se accede a él por la calle Belgrano Norte. Su nombre rescata uno de los vocablos huarpes que dieron origen al nombre Tupungato: 'mirador', como interpretan algunos o 'punta del cielo', para otros.
Un camino de aprendizaje
Lo primero que debían conseguir los vecinos para poder concursar los créditos era un terreno. "Buscamos más al centro, cerca del cementerio, pero eran carísimos. Había otro campo en San José, pero quedaba muy lejos. Entonces descubrimos éste", relata Ramón González. El sitio era conocido como Loteo Panocchia, "quedaba a la margen de un arroyo seco y había puras jarillas", recuerdan los gestores del proyecto.
Un decreto que sacó el gobierno nacional en 1994 les abrió la puerta a esta posibilidad. Promovía la 'radicación del personal militar'. Hasta entonces, la mayoría de los 60 propietarios (40 para viviendas y 20 para lotes) vivía en las casas que les prestaba el RIM 11 General Las Heras o en las que alquilaban. Interesados en el proyecto, también se sumaron familias de Campo Los Andes, Uspallata, San Juan y Puente del Inca.
Cuando lograron las escrituras de los 60 lotes y pudieron hacer frente a la costosa urbanización, donaron los terrenos al IVE (Instituto de Vivienda del Ejército). Esta institución les financió la construcción de sus viviendas, en un plan que están a punto de terminar de pagar.
"En aquel entonces, la cuota no era nada accesible.
Yo vivía en la lona, gracias a mis papás no me faltaba la comida", se ríe Mario Agüero, quien siempre dice que estaba predestinado a vivir en El Tupun. Sucede que se sumó tarde al proyecto, como socio adherente, y tuvo la suerte que se bajara un propietario y que los seis que estaban delante de él renunciaran a la propuesta.
Después de una compleja seguidilla de trámites, el 1 de enero de 1994 les autorizan la construcción. "Aprendimos a ser obreros, plomeros, a pelear por los diseños. Fue un gran desafío porque no sabíamos nada de esto", reconoce Mendivil. El arquitecto Adrián Bertolo llevó la dirección técnica de la obra, pero terminó siendo un gran amigo de los vecinos. "Él nos asesoraba y ayudaba a controlar que todo se hiciera como estaba acordado", apunta el hombre.
Pelearon hasta lograr casas de tres dormitorios (5 tienen cuatro y fueron asignadas a las familias más numerosas) y lotes que van de los 390 a los 550 metros cuadrados. Lo que no consiguieron sumar al diseño original -y debieron construirlo luego por ampliación- fue un garaje techado, que "en Tupungato es necesario dada las bajas temperaturas y los fuertes vientos", señaló González.
La obra se concretó en un tiempo récord de 1 año y seis meses. El 15 de julio del '95 fue el acto de entrega de llaves en un palco montado sobre las calles del barrio y con la presencia de las autoridades del IVE, del RIM11 y el entonces intendente Aldo Fava. "Hicimos un asado para celebrar tanta alegría, pero algunos vecinos tenían mucha ansiedad y no fueron a comer para empezar la mudanza", rememora Mendivil.
El barrio hoy
La especie de 'isla' que constituía el Tupun en los primeros cinco años se fue desdibujando ante la llegada de barrios, establecimientos y emprendimientos vecinos. Hoy el sector tiene una dinámica propia, con comercios, templos, instituciones y hasta líneas de colectivo que pasan asiduamente por sus calles.
La mayoría de sus habitantes hoy constituyen matrimonios de edad. En sus inicios, el complejo supo tener las calles llenas de niños, "hoy vuelven los nietos", apunta don Aranda. "Ahora la casa nos queda grande. Tanto que dormimos en una habitación en invierno y en otra, en verano porque es más cálida", comenta el hombre.
El Tupun: el primer barrio construido en el norte de Tupungato
La operatoria fue iniciada hace más de 20 años, por un grupo de suboficiales del Ejército, con el objetivo de radicarse en forma definitiva en el departamento.
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