No quedan dudas de que en las últimas décadas Tucumán ha perdido el liderazgo que desde el plano económico y turístico supo tener entre las provincias del Noroeste argentino, pero tampoco se puede discutir la influencia que sigue manteniendo sobre esa importante fracción del país, desde el punto de vista político. En el plano poblacional, Tucumán supera por poco más de 200 mil habitantes a Salta (1.448.000 contra 1.214.000, de acuerdo con el censo 2010), pero el interés "político" quedó ratificado con la gran cantidad de dirigentes nacionales que concurrieron a observar el comicio y esperar el resultado del escrutinio. Más presencia, más inquietud y mayor repercusión, por supuesto, que las elecciones que se desarrollaron en Salta no mucho tiempo atrás.
Todos querían estar presentes. Mauricio Macri llegó junto a Ernesto Sanz para brindar su apoyo al candidato de la oposición, José Cano y otro tanto hizo Daniel Scioli con su adhesión al postulante por el Frente para la Victoria, Juan Manzur. Todos ellos viajaron en vuelos particulares, pero lo lamentable se presentó en el hecho de que el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, junto a Eduardo "Wado" de Pedro, Andrés "Cuervo" Larroque y Diego Bossio, lo hicieran a bordo del Tango 04, uno de los aviones de la flota presidencial, que pagamos todos los argentinos y que es utilizado sólo por algunos, en la gran mayoría de los casos para actividades partidarias, como sucedió el domingo.
Lo ocurrido durante la realización del acto electoral resulta poco menos que incomprensible para una democracia que se ha fortalecido en este período de más de 30 años, porque están más emparentados con aquellas épocas en que el fraude se imponía por sobre la voluntad de los votantes. Hubo sedes partidarias baleadas, un camarógrafo golpeado por tener el tupé de filmar una entrega de bolsones con comida, una urna con unas 30 boletas del Frente para la Victoria antes de que arrancara la votación, otras dos quemadas por la mañana y 27 más incendiadas por la noche cuando se iniciaba el escrutinio, en medio de peleas cuerpo a cuerpo entre punteros barriales y hasta la aparición en las redes sociales de dos candidatos a concejal por una lista del oficialismo que manifestaban su orgullo porque se dirigían con su auto cargado con bolsones con comida para la compra de votos, que llegó a las redes sociales. En ese esquema, el ocultamiento o los robos de votos que habían sido denunciados en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, aparecían casi como una travesura ante la gravedad de los nuevos hechos. En el mismo día del comicio, a los votantes les resultó imposible tomar un remise o un taxi en razón de que todos habían sido contratados por el oficialismo, primero para el traslado de fiscales y luego de votantes.
En realidad, todo comenzó mal, pero no sólo en el día de las elecciones. Porque se estableció un intrincado proceso de participación electoral que determinó que hubieran más de 25 mil candidatos, casi uno por cada cuatro votantes. De allí que también resultara lento y tedioso el escrutinio y fue así que los primeros resultados comenzaron a conocerse después de la medianoche y que a las 4 de la mañana del día posterior sólo se hubieran escrutado el 11 por ciento de las urnas. No extrañó en ese marco que todo quedara inmerso en un clima enrarecido, de desconfianza, de acusaciones cruzadas entre unos y otros y que culminó con una marcha de protesta y la posterior represión por parte de efectivos policiales, utilizando balas de goma y gas lacrimógeno. Más lamentable, más alejado de lo que debe ser el sentir democrático, imposible.
A los mendocinos nos resulta muy difícil comprender lo sucedido en Tucumán, en razón de que el propio candidato opositor puso como ejemplo de democracia a lo ocurrido en nuestra provincia. Es de esperar que lo que pasó en la provincia norteña quede sólo como un ejemplo de lo que no debe ser, más aún cuando nos encontramos a las puertas de la máxima elección, la del futuro Presidente de la Nación.
