El presidente estadounidense Donald Trump pidió ayer la pena capital para el uzbeko que arrolló peatones y ciclistas con una camioneta en Manhattan, un ataque cometido en nombre del Estado Islámico y planeado durante un año.
El atentado dejó ocho muertos: cinco argentinos que celebraban junto con amigos su graduación de la secundaria hace 30 años, una belga de 31 años madre de un bebé y un niño pequeño y dos estadounidenses -un joven recién graduado como ingeniero en sistemas y un empleado de Moody's de 32 años-.
Otras 12 personas resultaron heridas, y varias están hospitalizadas en estado grave, en el peor atentado cometido en Nueva York desde que Al Qaeda derribó las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001.
El atacante, Sayfullo Saipov, de 29 años, fue presentado ante una jueza la noche del miércoles, en silla de ruedas tras recibir el alta del hospital donde fue operado luego de ser baleado en el estómago por un policía durante su arresto.
Un máximo de víctima
La fiscalía presentó cargos de terrorismo contra Saipov, que dijo a los investigadores que planificaba el atentado desde hacía un año, que se inspiró en el grupo yihadista EI para cometerlo el día de Halloween, que buscó “causar el máximo de víctimas”, y que estaba “satisfecho” de lo que hizo.
En el bolso y la camioneta de Saipov se hallaron cuchillos y celulares con miles de imágenes de propaganda y unos 90 videos con combatientes del EI arrollando prisioneros con un tanque, decapitándolos y disparándoles en la cara. En su habitación de hospital, el atacante pidió desplegar la bandera negra del EI.
Sapipov nunca había sido investigado por el FBI, que buscaba y halló el miércoles a un segundo uzbeko en relación al atentado, Mukhammadzoir Kadirov, de 32 años. Podría ser condenado a un máximo de cadena perpetua. Investigadores federales pueden también pedir la pena de muerte.
Tras haber indicado inicialmente que Saipov podría terminar en la prisión militar para sospechosos de terrorismo en Guantánamo, Cuba, Trump insistió en que debe ser condenado a muerte.
“Me encantaría mandar al terrorista de NYC a Guantánamo pero estadísticamente ese proceso lleva mucho más tiempo que pasar por el sistema federal”, escribió Trump ayer en su cuenta Twitter.
“También hay algo apropiado en mantenerlo en el hogar del horrible crimen que cometió. Hay que avanzar rápido. ¡PENA DE MUERTE!”, añadió el presidente, que tachó a Saipov de “animal”.
El presidente anunció asimismo que inició el proceso para terminar el popular programa de asignación de “green cards” o visas de residencia por lotería a través del cual Saipov entró al país.
El programa, creado en 1990, otorga permisos de residencia permanente a unos 50.000 solicitantes cada año, y abre la puerta para que sus familiares los sigan.
Trump ya redujo la cifra de entrada de refugiados en más de 50%, endureció los requisitos para otorgar visas e intentó prohibir la entrada de viajeros de 11 países.
Pero no Uzbekistán, de mayoría musulmana, un país de la ex URSS que tiene frontera con Afganistán.
La ciclovía de Bajo Manhattan donde ocurrió el ataque fue reabierta ayer. Algunos neoyorquinos dejaban flores contra una bicicleta blanca que estaba en el lugar antes del atentado. Una bufanda celeste y blanca de la selección de fútbol de Argentina fue atada a una señal de tránsito.
En su primero de cuatro años, bajó a 33% de apoyo
En su primer año como presidente de Estados Unidos, Donald Trump se ha mostrado sediento de aclamación, consumido por el agravio y, para bien o para mal, cumpliendo su promesa de romper las normas del cargo.
La ex primera dama Michelle Obama probablemente lo resumió bien: “La presidencia no cambia quién eres, revela quién eres”.
Bajo el foco implacable de uno de los cargos más demandantes del mundo, plagado de desafíos cotidianos, Trump ha revelado mucho sobre sí mismo desde el 8 de noviembre de 2016.
El hombre que afirmó que puede “ser más presidencial” que todos sus predecesores (excepto Abraham Lincoln), no archivó su cuenta de Twitter, en la que cada mañana dispara a diestra y siniestra en 140 caracteres. Aliados y adversarios evalúan si tomarlo en serio o no. Él mismo parece no estar cómodo como inquilino de la Casa Blanca.
Para los seguidores, el magnate de 71 años está cumpliendo su promesa de poner a “Estados Unidos primero”.
Está yendo “más allá de los medios, más allá de burócratas no elegidos”, dijo Eric Beach, un estratega político republicano que defiende a Trump. “La verdad es que comprendió mejor que todos los demás lo que los estadounidenses sienten y cómo se sienten”.
Pero su índice de aprobación, de 33% según la última encuesta de Gallup, es más bajo que el de cualquier otro presidente moderno.
Aunque Trump puede presumir de encabezar una economía sólida, su primer año en la Casa Blanca fue pobre en victorias legislativas, tanto en el tema de salud como en el migratorio, y rico en escándalos que atormentarían a cualquier otro gobierno.
Su campaña está bajo investigación federal por una presunta colusión con Rusia, una pesquisa que ha corroído el corazón de su administración.
Tantos miembros de su equipo se han ido, que en el Ala Oeste al último día de la semana laboral le llaman “viernes de despidos”.
Los “anuncios grandes” se prometen con frecuencia en “semanas”, pero rara vez llegan.
Trump hizo llorar a la viuda de un militar embarazada durante una llamada de pésame y ha coqueteado con la extrema derecha racista de una manera hasta ahora tabú en la política estadounidense.
Al criticar permanentemente a los medios y atacar a los viejos políticos republicanos, el presidente ha dejado contenta a su base. Un 80% de los republicanos creen que está haciendo un buen trabajo.
Pero fuera de eso, la oposición es tan intensa que en gran medida sus viajes se han limitado a estados profundamente republicanos, bases militares o sus propios campos de golf.