Trump, ¿loco como un zorro o sólo loco?

¿Se trata de una estrategia política en evolución o una condición psiquiátrica que sigue evolucionando? Yo no sé, pero algo me dice que con Donald Trump absolutamente cualquier cosa es posible en los siguientes 100 días, tanto bueno como malo.

Trump, ¿loco como un zorro o sólo loco?

¿Los primeros 100 días en la presidencia han hecho que Donald Trump enloquezca?

No formulo la pregunta como un médico. No hago diagnósticos médicos. La hago como lector de periódicos. Al leer todas las entrevistas de Trump por los 100 días, se concluye que, simplemente, son raras.

De la nada, Trump nos dice que estaría "honrado" en negociar directamente con el dirigente de Corea del Norte después de semanas de amenazar con la guerra. De la nada, dice que consideraría un impuesto a la gasolina para pagar la infraestructura. De la nada dice que su legislación para remplazar al Obamacare contiene protecciones para las personas con condiciones preexistentes que no tiene.

Apenas si se puede decir que no hay un dictador en el mundo al que no haya elogiado. Repite una falsedad conocida -que Barack Obama intervino sus teléfonos- y dice a los reporteros que deberían ir a encontrar la verdad cuando, como presidente, él podría obtener la verdad con una sola llamada telefónica al FBI. Cuando se lo presiona en cuanto a si se atiene a esa acusación, responde: "Yo no me atengo a nada".

¿Se trata de una estrategia política en evolución o una condición psiquiátrica que sigue evolucionando? Yo no sé -pero algo me dice que, absolutamente, cualquier cosa es posible en los siguientes 100 días-, tanto bueno como malo. Es evidente que Trump es capaz de cambiar de velocidad y concretar cualquier acuerdo con cualquier parte sobre cualquier problema.

Trump siempre iba a ser un proyecto en desarrollo impredecible porque no hizo la tarea antes de asumir el cargo -razón por la cual ahora nos dice que está encontrando tantos problemas más difíciles de lo que había anticipado- y porque no conocía a la mayoría de los integrantes de su gabinete. Son una especie de equipo de básquetbol informal, a los que une no una visión compartida, sino una voluntad compartida de pasar por alto la ignorancia esencial, la inestabilidad y la indecencia de Trump, y ocupar puestos clave tanto para refrenarlo, como para que los guíe.

En sus primeros 100 días, aliados y adversarios salvaron a Trump y al país de algunas de sus promesas de campaña más extremas e irreflexivas. Su equipo de relaciones exteriores lo detuvo para que no destrozara el acuerdo nuclear con Irán y que cambiara la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén.

El dictador de Corea del Norte, amante de los misiles, lo salvó de declarar a China una manipuladora de su moneda y comenzar una guerra comercial con Pekín porque Trump descubrió que la necesitaba para contener a Corea del Norte y evitar una guerra.

Boeing y General Electric refrenaron a Trump para que no se deshiciera del banco de exportaciones e importaciones, con lo cual los exportadores estadounidenses habrían quedado en enorme desventaja. Los tribunales federales evitaron que impusiera su prohibición musulmana. Los republicanos de los Estados fronterizos bloquearon su muro de México y otros republicanos están haciendo lo propio con su remplazo draconiano del Obamacare. Los granjeros estadounidenses, cuyas exportaciones a México han aumentado desde la firma del TLCAN, lo disuadieron para que no se saliera de ese tratado.

En cuanto a los próximos 100 días, ¿quién nos va a proteger? Yo no estoy contando con el Partido Demócrata. Es demasiado débil. En los problemas que más me importan, de hecho, estoy contando con California. Yo creo que el tamaño del mercado, los ambiciosos objetivos y la capacidad para legislar de California, hacen que sea el partido de oposición a Trump más poderoso en Estados Unidos hoy.

¿Cómo? Trump quiere descartar los estándares de la época de Obama por los que se requiere que los coches de pasajeros promedien alrededor de 51 mpg para 2025; hoy, son de poco menos de 37 mpg. Sin embargo, como notó recientemente "Los Angeles Times", según la Ley de aire limpio, California "puede imponer estándares más duros que los establecidos por el gobierno federal para las emisiones, y una docena más de Estados abrazaron las normas de California".

Más de un tercio de los vehículos que se venden en Estados Unidos están sujetos a las normas que establece California. Trump puede desregular a los fabricantes automotores estadounidenses para que hagan más chupagasolinas todo lo que quiera, pero no pueden hacerlos así si quieren vender coches en California. Trump puede demandar, pero eso llevará años.

Lo mismo con las compañías californianas: ahora, Apple acciona el 96 por ciento de sus operaciones por todo el mundo con energía renovable -100 por ciento en 24 países-, incluidos Estados Unidos y China. La campaña de Trump en pro del carbón -hacer que Estados Unidos vuelva a toser- nunca hará que Apple regrese a ese combustible.

Asimismo, nota Hal Harvey, el fundador de Energy Innovation: "California tiene un estándar para las carteras renovables por el que se requiere que se produzca 50 por ciento de toda la electricidad con el viento, el sol y otras energías renovables para 2030. Otro 15 por ciento ya se produce por medios existentes nucleares e hidrológicos para que, así, nuestra red esté 65% descarbonizada en 13 años".

Como Kevin León, el líder del Senado estatal, me dijo: "California tiene muchísimos más empleos en la energía limpia de los que hay en el carbón en todo Estados Unidos, y la tasa de crecimiento de California, que hoy guía al país en cuanto al empleo y desmiente todo lo que dice Trump: se puede tener estándares por los que se incrementa gradualmente la energía limpia, la innovación, la creación de empleos y el crecimiento del PBI, todo al mismo tiempo.

California también lidera la resistencia a las políticas draconianas de Trump para la inmigración, con una red de iniciativas que abrazan los controles más estrictos en la frontera, mientras que también crean oportunidades de atención de la salud, educación y trabajo para los inmigrantes no autorizados que han estado viviendo aquí responsable y productivamente.

"Hemos dejado muy claro que protegeremos de Trump nuestra prosperidad económica y nuestros valores", dijo De León, cuyo Congreso contrató hace poco al ex fiscal general Eric Holder para que lo defienda en contra de las demandas de Trump. Holder es el secretario de la defensa de California (y el mío).

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