Trump es un incauto frente a China

Contundente nota donde el autor demuestra que el haber abandonado la asociación Transpacífica por parte de los Estados Unidos, fue un regalo que Donald Trump, por lisa y llana ignorancia, le hizo a China para que ésta siga imponiendo su hegemonía por el m

Trump es un incauto frente a China

Por Thomas  L. Friedman - Servicio de noticias  The New York Times © 2017

Tras apenas haber viajado a Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur, China, Taiwán y ahora Hong Kong, puedo decir, sin una pizca de exageración, que más de unos cuantos líderes empresariales y políticos de Asia Pacífico le han tomado la medida al presidente Donald Trump y han concluido que, lejos de ser un negociador diestro, es un incauto que está encogiendo la influencia de Estados Unidos en esta región y está ayudando a hacer que China vuelva a ser grande.

Estos inversionistas, expertos en comercio y funcionarios de gobierno siguen asombrados por un acontecimiento que prácticamente no recibió ninguna atención en Estados Unidos, pero fue un terremoto por aquí - y un regalo que seguirá dándoles dolor a los aliados de Estados Unidos y ganancia a China en los años por venir. Ese acontecimiento fue la decisión de Trump de romper en mil pedazos la asociación transpacífica de 12 países (TPP), un tratado de libre comercio, en la primera semana de su gestión - evidentemente, sin haberlo leído ni entendido sus vastas implicaciones geoeconómicas. (Trump era tan ignorante respecto al TPP que cuando se le preguntó sobre él en un debate de la campaña electoral en noviembre del 2015, sugirió que China formaba parte de él, lo cual dista mucho de serlo).

Trump simplemente desechó la única herramienta más valiosa que tenía Estados Unidos para darle forma al futuro geoeconómico de la región como quisiéramos, así como para presionar a China para que abriera sus mercados. Ahora, Trump está tratando de negociar aperturas comerciales solo con China - en comparación con negociar con China como el jefe del bloque comercial TPP de 12 países que estaba basado en los valores e intereses estadounidenses, y que controlaba 40 por ciento de la economía mundial.

Es difícil pensar en nada más estúpido. Y de seguro que, en China, los intransigentes en el comercio se estarán destornillado de risa.

"Cuando Trump eliminó el TPP, se colapsó toda la confianza en Estados Unidos que tenían sus aliados", me dijo un alto funcionario de Hong Kong.

"Después de que Estados Unidos detuvo al TPP, ahora todos están viendo hacia China", añadió Jonathan Koon-shum Choi, el presidente de la Cámara General de Comercio de China, en Hong Kong. "Pero China es muy lista; solo mantiene la boca cerrada".

Pekín ahora está animando discretamente a todos en el vecindario para que se integren a la Sociedad Económica Integral Regional, el competidor de libre comercio del TPP, que, a diferencia de éste, carece de estándares ambientales y laborales; al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, y su proyecto de desarrollo Una franja, una ruta.

Carrie Lam, la nueva directora ejecutiva de Hong Kong, me dijo que los países del TPP, como Australia, rápidamente se están comunicando con Hong Kong para forjar vínculos comerciales más estrechos y más libres ahora que los estadounidenses derribaron. Es una "lástima" que se vayan los estadounidenses, dijo, pero "pero le dará a nuestro país esta oportunidad de dirigir". China no solo está buscando el crecimiento, añadió, sino, también, la "influencia".

Solo para recordar: el TPP era un acuerdo de libre comercio que el equipo de Obama forjó con Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malaysia, México, Colombia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.

No solo era el acuerdo de libre comercio más grande de la historia, era el mejor que haya habido para los trabajadores estadounidenses, que llenó las lagunas que tenía el TLCAN. El TPP incluía restricciones a las empresas de propiedad paraestatal que vertían productos subsidiados en nuestros mercados, protecciones a la propiedad intelectual para elevar a las tecnologías estadounidenses - como el libre acceso a todos los servicios de informática de nubes -, pero, también, disposiciones contra el tráfico de personas que prohibían convertir a los trabajadores huéspedes en esclavos, una prohibición al tráfico de partes naturales en peligro, un requisito de que los signatarios les permitan a sus trabajadores formar sindicatos independientes para negociar colectivamente y la eliminación de toda práctica de trabajo infantil; todas las cuales permiten a los trabajadores estadounidenses competir en igualdad de condiciones.

Sí, como cualquier tratado comercial, el TPP habría desafiado a algunos de los trabajadores estadounidenses, pero habría creado oportunidades para muchos otros porque las grandes economías, como Japón y Vietnam, estaban abriendo sus mercados. Durante décadas, habíamos permitido que Japón permaneciera demasiado cerrado porque era un aliado en la guerra fría, y Vietnam porque era enemigo. Un 80 por ciento de los bienes de nuestros 11 socios del TPP ya estaban llegando a las zonas francas de Estados Unidos, mientras que a nuestros bienes y servicios los seguían golpeando con 18.000 aranceles en sus países; los que eliminaba el TPP.

Por esa razón es que el Instituto Peterson para la Economía Internacional estimó que el ingreso nacional estadounidenses habría crecido en cerca de 130.000 millones de dólares al año para el 2030 con el TPP; no enorme, pero justo un buen incremento para los trabajadores, negocios y diplomáticos estadounidenses.

"El TPP habría alentado a los altos ejecutivos, los gerentes de logística y otros a colocar sus apuestas en la única zona comercial más grande del mundo, una que habría sido dominada por Estados Unidos, la economía más grande y más desarrollada en él", observó el escritor sobre economía, Adam Davidson, en "The New Yorker".

Países como Japón, Vietnam, Malaysia y Singapur hicieron grandes concesiones a Estados Unidos para formar parte del TPP - precisamente porque querían que Estados Unidos se incorporara a sus propias economías, como una cobertura en contra del dominio económico chino. Un joven empresario vietnamita al que conocí en un foro económico Wharton en Hong Kong, me preguntó: "¿Ahora tenemos que escoger entre Rusia y China?".

Las otras personas a las que defraudamos explicó James McGregor, el autor de "One Billion Customers: Lessons From the Front Lines of Doing Business in China" ("Mil millones de clientes. Las lecciones de las líneas del frente al hacer negocios en China").

Por acá todos lo entienden: China ya le tomó la medida a Trump. Al principio, sus funcionarios le tenían miedo por su lenguaje fuerte sobre el comercio. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de lo fácil que es distraerlo con objetos brillantes, como las promesas de desactivarle la amenaza norcoreana o hacerle obsoletas concesiones comerciales en sectores específicos, como para las exportaciones de carne de res estadounidense a China -cosas que ya antes China ha prometido a múltiples presidentes- sobre las que Trump pudiera alardear.

Pekín observó a Trump amenazar con abandonar la política de Estados Unidos de una sola China si no obtenía concesiones comerciales, y, luego, solo se plegó en el minuto en el que el presidente chino Xi Jinping dijo que no tomaría la llamada telefónica de Trump a menos que reafirmara la política de "una China".

Y China acaba de invitar a Invanka Trump y Jared Kushner en visita oficial para principios del año entrante, con alfombra roja y todo. Como reportó mi colega Keith Bradsher, China, por primera vez, ha aprehendido a activistas de los derechos laborales que estaban trabajando encubiertos para investigar una cadena se suministros occidentales - específicamente, en las fábricas cercanas a Hong Kong que hacen zapatos para Ivanka Trump y otras marcas. La moraleja del cuento es: Atiende a la hija del emperador y todo irá bien.

Hay que admirar la combinación china de dureza, paciencia y destreza. Un día espero que Estados Unidos volverá a tener un presidente con tales atributos, y no alguien que tiene debilidad por la adulación, no un ideólogo ignorante que hace pedazos tratados que ni siquiera ha leído, no un negociador hecho para la televisión que lanza por la ventana su mejor ventaja -la capacidad de negociar con China como jefe de un bloque comercial que controla 40 por ciento de la economía del mundo- antes de sentarse a la mesa.

Nosotros le podemos decir Trump en Estados Unidos, pero por acá le dicen Cuate.

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