Trump es la mejor imitación de McCarthy

El miedo al “otro” aumenta cuando no se conocen las posibles amenazas, ya sea de los comunistas de McCarthy o de los musulmanes de Trump.

Trump es la mejor imitación de McCarthy

Wheeling, Virginia Occidental. El 9 de febrero de 1950, el senador Joseph McCarthy descendió de un avión de Capital Airlines en el campo Stifel de aquí, donde tenía planeado hablar durante un evento por el día de Lincoln organizado por el Club Republicano de Mujeres del Condado de Ohio. Esa noche, Joe McCarthy, en su primer mandato como senador republicano por Wisconsin, a sus 41 años, dio uno de los discursos más célebres en la historia de los Estados Unidos, en el que mezcló demagogia de derecha con mentiras descaradas aduciendo que había cientos de comunistas infiltrados en el Departamento de Estado y acusando al gobierno demócrata del presidente Harry Truman de negarse a descartarlos.

Su discurso electrizó a los 274 asistentes y lo convirtió a él en una atemorizante fuerza nacional. McCarthy culpó a los demócratas de “élite” del gobierno de Truman, en particular al secretario de Estado, Dean Acheson, de quien dijo que no había depurado “al enemigo interno” que amenazaba la seguridad y el modo de vida de los estadounidenses. “Aunque no tengo el tiempo para nombrar a todos los hombres del Departamento de Estado que han sido identificados como miembros del Partido Comunista y miembros de una red de espionaje, tengo aquí en la mano una lista de 205 que el secretario de Estado sabe que son miembros del Partido Comunista y que, no obstante, siguen trabajando e influyendo en las políticas del departamento de Estado”.

Para las normas de hoy, la noticia del discurso de McCarthy se difundió por el país a paso de tortuga. Sólo el periódico y la estación de radio de la localidad lo mencionaron (posteriormente, la estación de radio borró por error la única grabación de ese discurso). Pero alcanzó los noticieros nacionales gracias a una breve nota de Associated Press publicada por una veintena de diarios de todo el país.

Pero en cuestión de días, la acusación de McCarthy, de que había una conspiración comunista oculta en el corazón del gobierno de Estados Unidos se convirtió en una amarga controversia nacional. Y en poco tiempo, el discurso de McCarthy en Wheeling desencadenó una ola de paranoia y una campaña de miedo que llegaría a ser conocida por su nombre: macartismo.

El 28 de junio de 2016, otro político republicano aterrizó en Stifel, ahora llamado aeropuerto del condado de Wheeling Ohio, para hacer ahí su campaña: Donald J. Trump.

Trump se presentó primero en un acto privado de recaudación de fondos celebrado a sólo unas calles del hotel McLure. De ese evento se fue directamente a un mitin a 15 minutos de distancia, en St. Clairsville, Ohio.

Ahí, el aspirante republicano a la presidencia habló ante una multitud de unas cuatro mil personas. “Está pasando algo muy, muy malo”, aseguró. “Y más nos vale que nos avispemos, más nos vale ser duros, pues de lo contrario nos dejarán sin país, ¿está claro?”.

Fue un discurso oscuro que recordaba los tonos más temibles de McCarthy. Azuzando el miedo por el Estado Islámico, del que dijo que “se estaba esparciendo como incendio forestal”, Trump prometió que, si resultaba electo, retomaría las técnicas de tortura como el pocito para interrogar a los sospechosos de terrorismo. Y agregó: “Nosotros no podemos torturar, pero ellos sí pueden cortar cabezas, ahogar gente en jaulas de acero…  pueden hacer lo que quieran”. Trump mencionó también otros de sus éxitos de campaña, recordándole a su auditorio los peligros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, de los inmigrantes mexicanos y de China.

Un año después de que siguió los pasos de McCarthy en Wheeling, Trump ahora practica la política del miedo en versión de McCarthy desde la Casa Blanca. Desde que asumió el cargo, Trump ha expresado una visión apocalíptica de los Estados Unidos y del mundo en general cada vez que puede, empezando con su discurso de toma de posesión en el que la frase más memorable es “carnicería en Estados Unidos”.

En los últimos meses, él no ha desperdiciado ninguna oportunidad de explotar el miedo por el terrorismo, presentando los ataques acaecidos en Europa como argumentos en favor de su orden ejecutiva que prohíbe la entrada de nacionales de seis países de mayoría musulmana, la cual fue bloqueada por los tribunales.

Ha criticado a otros políticos, tanto estadounidenses como extranjeros, por ser “políticamente correctos” con el terrorismo. Se aferra a su táctica de miedo aun cuando le han demostrado que se equivoca en los hechos y a pesar de las refutaciones públicas de los estadistas extranjeros.

Él sigue haciéndolo porque le da resultado, como le dio resultado a McCarthy. Trump sabe lo que la gente quiere oír: lo terrible que puede ser el mundo y que él puede protegerla. Atizar los miedos es algo que resuena con su base política, particularmente entre blancos sin estudios superiores.

En la base de todo esto hay un temor amplio y callado ante la inminente pérdida del dominio blanco en la sociedad estadounidense. La gran diversidad, y especialmente el rápido crecimiento de la población hispana en los Estados Unidos, está causando un miedo general a todos los extranjeros y grupos minoritarios, consideran los analistas.

Estudios psicológicos recientes han encontrado que, cuando hablan con estadounidenses blancos de un futuro en el que ellos son minoría, eso hace que expresen opiniones más conservadoras. #”Vemos un desplazamiento bastante confiable hacia la derecha” cuando se hace énfasis en el cambio demográfico proyectado en Estados Unidos, explica Jennifer Richeson, profesora de psicología de la Universidad de Yale y una de las investigadoras que participaron en el estudio. “Una vez que se activa el miedo a la amenaza contra la situación del grupo, entonces cualquiera que no esté considerado parte de ese grupo es visto como amenaza”.

Scott Crichlow, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Virginia Occidental, donde los blancos sin estudios superiores representan un porcentaje de la población mayor que en cualquier otro estado, y donde Trump obtuvo uno de sus mayores márgenes de victoria en la elección de 2016, sostiene que “es evidente que sí hay un público para discursos en los que se exaltan las causas nacionalistas y se denigran las amenazas amorfas”. "Yo pienso que lo que impulsa el atractivo de la política del miedo es la baja escolaridad y la demografía del estado”.

El alcalde de Wheeling, Glenn Ellitt, piensa que hubo varias razones del triunfo de Trump aquí, pero piensa que el miedo a los otros desempeñó un papel importante. “Cuando tenemos 40 años de estancamiento económico se produce una frustración con el status quo y un razonamiento de suma cero”, señaló el alcalde. “Y también creo que parte de su atractivo fue que dijo que los iba a proteger de los musulmanes y de los hispanos. Hay miedo a todo eso”.

Los simpatizantes de Trump quieren hacer grande a EEUU de nuevo, regresar a lo que ellos creen que fue la época de oro en los años cincuenta que, paradójicamente, fue el decenio de ansiedad provocada por la campaña de miedo de McCarthy. “No creo que Virginia Occidental sea un estado lleno de racistas”, agrega Elliott. Pero sí admite que su estado es un lugar al que el aislamiento cultural y la ansiedad económica volvieron el blanco perfecto para el discurso de Trump.

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