Trump, ¿el primer populista en los Estados Unidos?

Trump, ¿el primer populista  en los Estados Unidos?

Algunos están sorprendidos porque un “populista” ha sido electo presidente de los Estados Unidos, considerando que es una rareza en el mundo anglosajón. En realidad hay antecedentes de presidentes de los EEUU que fueron considerados populistas. El primero, el abogado y general de milicias Andrew Jackson, que frustró la reelección de John Quincy Adams, hijo de uno de los “Padres Fundadores” de esa nación.

Jackson, un sureño que se destacó en la lucha contra los indios y venció a los ingleses en Nueva Orleans -en la guerra entre 1812 a 1814- es considerado el fundador del Partido Demócrata. Extendió el derecho al voto incorporando las masas al gobierno. También terminó en conflicto con su vicepresidente Calhoum, con la idea de que los Estados podían rechazar la legislación nacional.

En el siglo XIX apareció otro personaje, hijo de granjeros y ultra religioso; fue tres veces candidato a presidente (1896, 1990 y 1908): Williams Jennings Bryan. Su movimiento dentro del Partido Demócrata se denominó populista, con una plataforma contra los grandes industriales, proponiendo el bimonetarismo: respaldo del dólar con la plata además del oro y en contra de las enseñanzas científicas, como la teoría de la evolución, que eran contrarias a la lectura literal de la Biblia. Fue secretario de Estado del presidente Wilson siendo partidario de mantener la neutralidad en la Primera Guerra Mundial. Es decir, un aislacionista.

El film “Heredarás el viento” está basado en su enfrentamiento con el célebre abogado Clarence Durrow, en el juicio al maestro Scopes por haber enseñado en la escuela secundaria la teoría de la evolución. Fue dejado en ridículo por su contrincante y falleció a los pocos días.

En el Estado de Louisiana apareció otro hijo de granjero, Huey Long, quien gobernó ese Estado entre 1929 y 1932. Su discurso fue contrario a los detentadores del poder, que eran las familias terratenientes y logró la adhesión de los pobres y campesinos. Llegó al Senado, donde propuso fuertes impuestos a la riqueza; atacó a empresas como la Standard Oil y un programa social radicalizado que rechazó el presidente Roosevelt.

Long, cuya vida también fue llevada al cine, tenía poco respeto por la Legislatura y atacó al presidente de la Corte de Louisiana. Al salir de la Legislatura fue increpado por el hijo del juez quien, al no recibir respuesta, lo baleó provocándole la muerte.

El movimiento conocido como Tea Party, que se infiltró en el Partido Republicano en 2011, es otra expresión “populista” que busca el apoyo de los blancos descontentos con un discurso contra el gobierno federal.

Trump es un outsider, es decir alguien de afuera del sistema político. Curiosamente fue contribuyente del Partido Demócrata y su éxito fue lograr vencer a los líderes del Partido Republicano como Jebb Bush, Marcos Rubio o Ted Cruz. No debe nada a los republicanos.

El Partido Republicano sólo ha logrado vencer en votos, en comicios presidenciales, desde la elección de 1998 cuando triunfó George Bush padre, solamente en 2004, cuando George W Bush (h) logró la reelección.

Los Estados Unidos, tienen un sistema electoral parecido al vigente en la Argentina antes de la Ley Sáenz Peña. El voto no es obligatorio. Hay que inscribirse antes de las elecciones para poder votar y el que gana un Estado, por un voto, obtiene la totalidad de los electores.

Con el sistema electoral argentino de Colegio Electoral vigente hasta 1994 cuando el partido que salía segundo en una provincia tenía el tercio de los electores, o por representación proporcional, como se estableció para los comicios de 1983 y 1989, la señora Clinton hubiera sido electa presidente.
Con el sistema actual vigente en nuestro país habría una segunda vuelta, pues la señora Clinton ganó en votos pero no alcanzó el 50% más un voto.

Nostalgias

El triunfo de Trump coincide con los éxitos internos de Putin; el Brexit británico; el Califato de Isis; el retorno de los nacionalismos en Europa Central y Oriental. Putin sueña con la Rusia de los zares; los adultos mayores del Reino Unido, con el viejo Imperio y la gente mayor de los Estados Unidos, con el país de los cincuenta.

El populismo consiste, en definitiva, en explotar los resentimientos de la gente y sus nostalgias, aunque no tenga solución para sus problemas. Lo sabemos en nuestro país, donde imperan dos nostalgias irrepetibles, como lo son la Argentina pujante del centenario y la de 1945 y la incorporación de las masas al consumo y la inclusión política.

En los ochenta, quienes avizoraban (como Emilio Hardoy, autor del libro “El Desquite de las Élites”) los cambios que la revolución científico-tecnológica traerían al mundo, nos advertían del fin de las masas sobre las que había escrito Ortega y Gasset y el desafío que tendría la sociedad frente al predominio de las élites tecno-burocráticas que manejarían el poder.

La elección estadounidense es una reacción de la sociedad blanca pero, sobre todo de los que, por carecer de formación, no han podido mantener su bienestar ante los cambios de los modos de producción.

El problema de Trump y de sus votantes es que creen en imposibles. Las fábricas están retornando a los Estados Unidos, como también lo hacen a Alemania, pero no retoman trabajadores, los remplazan por robots. Otra cuestión es que la demografía está cambiando de manera irreversible a los EEUU y en poco tiempo los blancos serán la primera minoría y las energías alternativas se impondrán porque el problema climático es una amenaza real para el planeta. Cuando apareció el telar de vapor, los artesanos de Inglaterra intentaron destruirlos, pero no pudieron impedir la revolución industrial. Cuando se quiso afrontar la crisis del ’29 con proteccionismo sólo se agravó la situación y terminamos en la catástrofe de la Guerra Mundial, a la que también contribuyó el aislacionismo que sostenían los dirigentes del partido republicano de entonces.

Lo cierto es que ahora un Berlusconi asumirá el gobierno del país más importante del mundo en enero próximo. Ganó como un outsider de la política, aunque los que ya aparecen como sus principales colaboradores son insiders. Esto sucede en una sociedad en la que el presidente no hace lo que quiere debido al sistema de equilibrio de poderes y contrapesos establecido en su Constitución, que se hizo notar incluso con presidentes claramente mayoritarios como lo fueron Roosevelt, Johnson, Nixon, Reagan u Obama.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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