A fines del siglo XIX, Lenin, el líder bolchevique ruso, caracterizó a la etapa que se estaba imponiendo en el mundo como la del “imperialismo, fase superior del capitalismo”. Si hubiera vivido un siglo después, habría calificado a la etapa actual como la de la “globalización, fase superior del imperialismo”. Tan superior que hasta el imperio comunista ruso que él creó, y el imperio comunista chino que se inspiró en él, adhirieron a la nueva fase capitalista.
En 2008, los herederos de Lenin (en realidad sus seguidores religiosos, porque siguen pensando con las mismas categorías leninistas un siglo después en vez de haberlas adaptado a los nuevos tiempos) creyeron vislumbrar el fin de la globalización con la gran crisis mundial que afectó principalmente al capitalismo occidental.
Pero en realidad, lo que estalló no fue la globalización sino su vertiente financiera que gestó un capitalismo más especulativo que productivo.
Así como ante la crisis de los años 30 del siglo XX, el capitalismo creó el Estado de Bienestar para poder vencer al imperialismo comunista de esos dos grandes emperadores que fueron Stalin y Mao, en el siglo XXI el nuevo capitalismo debió responder con la globalización política para poder superar la meramente financiera, Pero no encontró los líderes ni las ideas adecuadas para esa fundamental transformación. Entonces intentó solucionar la crisis financiera salvando a los bancos y entidades que la habían generado.
Por ende, en la medida que los hombres que hacen la historia no se animaron a empujar a ésta hacia adelante, ella reaccionó con un salto hacia atrás.
Fue el momento en que empezaron a pulular por todos lados líderes que expresaban a masas aterradas frente a un mundo que amenazaba dejarlas afuera y por ello intentaron ver si era posible volver atrás. Si se podía acabar con la globalización mediante el nacionalismo, el proteccionismo, el aislacionismo, el cierre de fronteras y el odio al extranjero, discriminación racial y social mediante.
Lo cierto es que la historia jamás vuelve atrás, por mucho que los hombres lo intenten una y otra vez cuando se asustan frente al porvenir en vez de cabalgar la evolución. Y esta vez no será la excepción, pero por ahora todos quieren probar la fórmula de salvarse solos, convirtiendo al mundo en una enorme edad media llena de caudillos y señores feudales sin conexión entre sí o peor aún, enemistados en la lucha por la posesión territorial en este tiempo en que, luego de la caída del mundo socialista, se están replanteando todas las fronteras.
Esas expresiones políticas reaccionarias, comenzaron en los países más confundidos, los del este europeo, que salieron raudamente del totalitarismo comunista sin poder entrar nunca acabadamente en el capitalismo democrático y que por lo tanto terminaron en manos de déspotas que pretenden salvar las formas autoritarias comunistas pero adaptando las peores fórmulas del capitalismo salvaje y del nacionalismo xenófobo. Pero, al poco tiempo se extendieron al corazón del capitalismo, nada menos que a los EEUU con Donald Trump y a Inglaterra con el Brexit. Ahora acaban de llegar a Italia y en el resto de Europa occidental luchan palmo a palmo por imponerse a los capitalistas liberales totalmente confundidos.
Retroceso histórico
Muchos de los herederos anticuados de Lenin, por su odio a la globalización y al capitalismo en general, están apostando desde una supuesta izquierda por este retroceso histórico. Levantando banderas nacionalistas y proteccionistas que atrasan medio siglo, se van convirtiendo no sólo en retardatarios sino en enemigos de las integraciones políticas continentales e incluso universales que son la única alternativa racional a la globalización neoliberal financiera.
En la Argentina, por su odio al macrismo y al liberalismo en todas sus formas, existe el riesgo cierto de que grandes sectores del peronismo terminen adhiriendo a eso que hemos dado en llamar el trumperonismo. Algo que puede unir, más allá de sus supuestamente enormes diferencias, a dirigentes como Cristina Fernández y Miguel Pichetto. Como antecedente de ese probable horror, acaban de aliarse el gran estafador K del Indec, Guillermo Moreno, con el periodista fascista Santiago Cúneo, recién echado de Crónica TV por su prédica antisemita.
Es que aunque todos hablan en nombre de él, ninguno parece recordar mucho A aquel Perón que ya en los años 70 declaró finalizada la etapa nacionalista de los pueblos para ingresar en la continentalista y previendo el siglo XX como el del universalismo.