Desde que se mudó a Arizona hace 15 años, Nieves Lorenzo vio crecer la cantidad de hispanos, pero sólo se impusieron con vacilación como fuerza política. Luego llegó la candidatura presidencial de Donald Trump.
“Ha despertado al gigante dormido”, dijo Lorenzo, originaria de Venezuela, parada en las oficinas locales de la campaña demócrata en esta localidad, en el desierto entre Phoenix y Tucson.
Al alejar a mujeres, blancos instruidos y, los más significativos, bloques crecientes de grupos de minorías del Partido Republicano, Trump ha acelerado los cambios sociales y políticos que ya estaban en curso en dos regiones claves, el interior del oeste y la parte alta del sur, que no hace mucho tiempo se inclinaban hacia la derecha.
Ahora, aun cuando Hillary Clinton contiende con ansiedad demócrata inflamada por el renovado escrutinio a sus e-mails, estas zonas que fueron rojas -una serie de estados que votaron dos veces por George W. Bush- están proporcionando un insólito cortafuegos para su campaña. Los demócratas ya sienten una sólida confianza en la victoria en tres de ellos -Colorado, Nevada y Virginia- y creen que un cuarto, Carolina del Norte, también se vaya con ellos.
El cambio es tan fuerte que los demócratas están presionando para conseguir la victoria en Arizona y Georgia, dos bastiones históricamente republicanos, en tanto que la posición de Clinton se tambalea en campos de batalla conocidos, como Ohio y Iowa.
Clinton se ha movido agresivamente en Arizona y lo contempla como sustituto de cualquiera pérdida en el centro de Estados Unidos.
Planeaba hacer campaña en Phoenix, junto con su compañero de fórmula, el senador Tim Kaine de Virginia, así como en Tucson, y ella y sus aliados han metido millones de dólares en publicidad en Arizona y Georgia, donde ven que es menos probable que pueda ganar.
Al contemplar la situación después de las elecciones, los republicanos temen que el dilema geográfico de Trump pudiera ofrecer un vistazo desalentador del futuro de su partido: a menos de que puedan recuperar electores a los que él ha alejado, las dos regiones de crecimiento más rápido del país podrían, definitivamente, seguir moviéndose hacia los demócratas.
Mientras Trump está haciendo una campaña con un dejo racial de restauración, prometiendo hacer que Estados Unidos vuelva a ser grandioso, los electores de las minorías en los estados que son cada vez más los que deciden las elecciones presidenciales, han estado trabajando para poder emplear el poder político que recién descubrieron.
En Nevada, que tiene las poblaciones de crecimiento más rápido de estadounidenses tanto de ascendencia hispana como asiática, los nuevos bloques de inmigrantes se han convertido en fuerzas motrices políticas. Los datos de las votaciones tempranas muestran a los demócratas con una ventaja tan clara en el estado que la contienda podría decidirse muchísimo antes del día de las elecciones.
Muchos republicanos prominentes, alarmados por la candidatura de Trump y que están extremadamente familiarizados con los cambios que están ocurriendo en los grupos demográficos, creen que el Partido debe cambiar el curso de inmediato después de estas elecciones.
Trump, en tanto rostro del Partido Republicano, ha actuado como una especie de acelerador político en el sur y el Occidente, ayudando a los demócratas a movilizarse en suburbios demográficamente diversos alrededor de ciudades como Atlanta y Phoenix.
La representante estatal Stacey Abrams, la líder demócrata en la Cámara de Representantes de Georgia, dijo que la contienda presidencial había sido una “elección regalo del cielo” que les ha abierto los ojos a los demócratas nacionales a las oportunidades inimaginables que hay en su estado. Las prioridades de USA Action, un supercomité de apoyo a Clinton, está gastando más de dos millones de dólares en Georgia.
Abrams dijo que el cálculo electoral en Georgia había cambiado drásticamente. Los prósperos suburbios de Atlanta, dijo, habían abierto un camino a la victoria sin haber ganado a los conservadores blancos; pero, sólo si los demócratas pueden hacer que salgan efectivamente los electores negros y otros.
“Trump fue útil porque permitió que la gente superara el prejuicio que decía que nunca deberías siquiera pensar en que un estado del sur profundo participara”, dijo Abrams. La máxima que dice que las elecciones en el sur las deciden los votantes blancos, añadió ella, “ya no es cierta en el sur profundo”.
Clinton mejoró en el Sur
Los demócratas dicen que es poco probable que Georgia ponga a Clinton arriba en la contienda presidencial y que sólo se inclinaría hacia su lado en el caso de una victoria considerable en el ámbito nacional. Sin embargo, para los demócratas, el hecho de siquiera competir ahí es un signo de lo mucho que se han aventurado en el sur.
Anthony Foxx, el secretario federal del transporte y ex alcalde de Charlotte, en Carolina del Norte, dijo que es casi “inevitable” que los estados desde Virginia hasta Georgia se vuelvan azules, si no hay una importante reestructuración en el Partido Republicano.
Reforzados con mapas legislativos cuidadosamente trazados y los resultados de las elecciones no presidenciales, en las que, por lo general, la participación de las minorías baja, los republicanos han mantenido un control de hierro en los gobiernos estatales de sitios como Georgia y Carolina del Norte, así como en algunos estados occidentales.
Sin embargo, los dirigentes republicanos reconocieron que se avecina un momento para ajustar las cuentas, quizá antes de lo esperado en esta contienda presidencial. El representante estatal B.J. Pak de Georgia, un republicano de ascendencia coreana, dijo que duda que Clinton gane el Estado, pero que los dirigentes de su partido están sumamente conscientes del rápido cambio del terreno.