Piñera en Chile y Kuczinsky en Perú son dos hechos políticos relevantes en América Latina que han irrumpido más allá de lo previsible.
Comenzando por el caso chileno, en la primera vuelta de la elección, Piñera se esperaba que ganara con 44% y lo hizo con solo 36%, con lo cual su victoria tuvo sabor a decepción.
En la segunda, los sondeos pronosticaban una ventaja para él de entre 1 y 2 puntos, lo cual implicaba un resultado incierto y termina imponiéndose por 10 puntos. En el primer caso estuvo por debajo de las expectativas, en cambio en el segundo por encima de ellas.
Esto replantea la discusión sobre la exactitud de las encuestas electorales. Pero Chile es la sede del Latimbarómetro, la encuesta regional más reconocida globalmente, que se viene realizando desde hace dos décadas.
La concurrencia a votar fue de aproximadamente 50%, normal en un país que tiene voto voluntario. Algunos analistas temían una concurrencia menor, dada la muy baja registrada en primarias y municipales recientes.
Tras una campaña que se endureció en su fase final -como suele suceder-, el contacto del ganador con la presidente en funciones (Bachelet) y con el candidato derrotado (Guillier) fueron señales de conciliación, que juegan a favor de la gobernabilidad futura. En esta línea, el presidente electo dijo que continuaría con algunas de las reformas en curso.
Piñera tendrá que gobernar sin mayoría en el Congreso, y ello lo obligará a negociar acuerdos. El triunfo ha sido contundente, lo cual permite al presidente, por lo menos en sus inicios, lidiar con éxito con un Congreso en el cual no tendrá mayoría, que queda dividido en tres fuerzas: la coalición de centro-derecha que lo apoya, el centro-izquierda, que tiene como eje al socialismo, donde se ubica la presidenta saliente y quien compitió con él en la segunda vuelta, y la tercera es la izquierda (el Frente Amplio), cuya candidata a la Presidencia (Sánchez) quedó tercera en la primera vuelta, a muy poca distancia del segundo. La izquierda apoyó finalmente a Guillier para la segunda vuelta, pero tiene posiciones más radicalizadas que el socialismo.
En su primer gobierno (2009-2013) Piñera confirmó sus condiciones en materia de gestión, pero mostró limitaciones políticas. Posiblemente haya aprendido de esta experiencia y la necesidad de emprender su segundo período con una visión más política que el anterior.
En cuanto a Bachelet, se repliega del gobierno -probablemente buscará alguna función en el plano internacional- con bajo nivel de aprobación, algo diferente a lo que sucedió en el primero (2005-2009), que lo finalizó con niveles superiores a cuando asumió.
En ello ha contribuido el freno de la economía, reformas sociales que han asustado a una sociedad muy conservadora en términos de valores y una izquierda que fue ganando autonomía respecto a la extinta Concertación, a partir del inicio de las protestas estudiantiles en las calles durante el primer gobierno de Piñera.
Al mismo tiempo, la situación de Kuczinsky en Perú, se fue tornando crítica por el caso Odebrecht. Esta causa está ocasionando graves crisis políticas en diversos países de la región. Comenzó por Brasil, donde precipitó la destitución de Dilma Rousseff; en Ecuador generó la suspensión del vicepresidente en ejercicio (Glass), a quien el Congreso le iniciará juicio político en los próximos días; en Colombia, varios ministros del presidente Santos se vieron obligados a dimitir y se ha comprobado que la empresa contribuyó con fondos a su campaña; en México afecta a la actual conducción de Pemex -la empresa estatal de petróleo- y ha generado el desplazamiento del procurador, en un intento del gobierno por controlar la investigación; en Venezuela, las denuncias fueron diluidas por la justicia chavista, y en Argentina, este mes han comenzado citaciones judiciales a empresarios por esta causa.
Se ha comprobado que Kukzinsky recibió fondos de Odebrecht a través de compañías que controlaba, antes de ser presidente pero siendo funcionario. No tiene mayoría en el Congreso, que es controlado por el partido que lidera Keiko Fujimori, hija del expresidente que sigue encarcelado por corrupción y la candidata a quien Kuczinsky derrotó en la segunda vuelta en julio de 2016. La Constitución peruana prevé un mecanismo de destitución muy rápido y simple, sin juicio político y casi sin defensa del acusado.
El presidente peruano al final sorteó la destitución el jueves 21 de diciembre. El oficialismo inició la semana convocando a todos los bloques del Congreso, buscando una salida que le permitiera mantenerse en el poder más allá del fuerte antagonismo con Keiko Fujimori.
Semanas atrás Kuczinsky había amagado con indultar a su padre, en un gesto conciliatorio que finalmente no concretó. Keiko Fujimori también tiene acusaciones de corrupción y de haber recibido dinero de Odebrecht para su campaña, pero no ha sido probado.
El presidente amenazado es un empresario de centro-derecha que sintoniza con Macri y Piñera, otros dos presidentes de esta orientación provenientes del sector empresario en América del Sur (el cuarto es el de Paraguay).
Keiko Fujimori es populista de derecha como su padre. Cabe recordar que el giro populista en América Latina no se inició con el triunfo de Chávez en Venezuela a fines de los años noventa, sino con el de Fujimori en Perú a comienzos de esa década.
Utilizó la democracia plebiscitaria para convocar una constituyente que se declaró soberana y destituyó a la Suprema Corte. Buscó imponer la reelección indefinida y eso lo llevó a la crisis política que precipitó su caída, cuando en una elección controvertida fue electo para un tercer mandato.
Tanto Macri como Piñera deben observar el proceso peruano, dado que ambos carecen de mayoría parlamentaria y provienen del ámbito empresario. Kuczinsky ha negado los vínculos con Odebrecht y algunos de sus partidarios llegaron a proponer que renunciaran los dos vicepresidentes (Perú tiene primero y segundo) en solidaridad con él. La sesión parlamentaria para tratar la destitución el Presidente peruano se prolongó desde la tarde del jueves hasta la madrugada del viernes.
Era requerida una mayoría especial de 87 votos para destruirlo, y la oposición los tenía. Pero a último momento, 10 diputados de Keiko Fujimori se abstuvieron y el número de votos positivos no fue suficiente, al ser sólo 78.
Desde la bancada fujimorista se denunció que Keiko habría negociado el indulto de su padre preso, algo que no pareció negar la primera reacción de Kuczinsky al ofrecer al Perú "reconciliación y reconstrucción" tras haber logrado mantenerse en el poder al filo de la navaja
Macri, Piñera y Kuczinsky, tienen varias cosas en común: son de centro-derecha, provienen del sector empresario, buscan el alineamiento con los EEUU y ninguno de los tres tiene mayoría en el parlamento, con lo cual su desafío está en la capacidad de negociación política.