Tristeza y orgullo en el pueblo mendocino

Más de 4.000 personas vieron el partido en pantalla gigante en el espacio Le Parc. La derrota dejó sensaciones encontradas, pero la gente salió a la calle luego del partido para reconocer a la Selección.

Tristeza y orgullo en el pueblo mendocino
Tristeza y orgullo en el pueblo mendocino

"-¿Puedo no escribir la nota?
-No. De hecho, hay toda una página prevista". 
Pues bien, esa página mencionada es la que está leyendo usted en este momento, señor lector, señora lectora. Si es que todavía tiene ganas de leer algo. Si no, es más que entendible.
La pregunta la hizo quien suscribe ayer a las 19:20, de regreso en el diario, luego de haber vivido la final de la Copa del Mundo Brasil 2014 en una pantalla gigante instalada en el Le Parc como parte de uno de los Puntos de aliento establecidos por la Nación. Confieso que me salió en caliente preguntarlo, aunque no dejaba de tener cierto tono de broma (o lo que pueda llegar a considerarse "broma" en ese contexto). Incluso, aún me quedan algunas lágrimas, pero son esas de emoción y orgullo, y van rodando por mis mejillas en la medida en que estoy escribiendo esto.
Aún me duelen las palmas de haber aplaudido tanto a la celeste y blanca -ayer, de azul- en la playa de estacionamiento del Le Parc cuando el árbitro italiano (sí, ese que "no vio" en penalazo de Neuer a Higuaín en el primer tiempo) terminó el partido.
Pero no estaba aplaudiendo solo. Más de 4.000 mendocinos habían llegado durante el mediodía y la siesta al espacio guaymallino para vivir en pantalla gigante el partido más importante de la Selección argentina de los últimos 24 años. Y todos, sin excepción, aplaudieron orgullosos a los gladiadores que dejaron todo en los siete partidos que jugaron en "territorio enemigo". En todo el país, en millones de casas también deben haber sonado y terminado rojas esas palmas.
"Son unos genios. Dejaron todo y es un accidente que haya ganado Alemania. El partido de Argentina fue perfecto. ¡El Mundial de Argentina fue perfecto!", intentaba explicarse a sí mismo Juan, uno de los jóvenes que llegó al Le Parc con una bandera celeste y blanca rodeando su cuello y cayendo sobre sus hombros.
Mientras la acción en el escenario principal -ubicado al lado de la pantalla gigante donde se habían transmitido los 120 minutos del partido entre Argentina y Alemania- continuaba con el regalo de algunas pelotas de fútbol, de a poco los mendocinos iban dejando el lugar. 
¿Tristes?. Tal vez sí, un poco. No sirve mentirse (mentirnos). Pero con muchísimo orgullo, reforzando el nudo de las banderas que llevaban en sus espaldas a modo de capa, repasando con pintura el celeste y blanco de sus caras maquilladas -que en algunos casos se había corrido, un poco por los nervios y otro poco por las lágrimas- y prendidos de la bocina, haciéndola sonar una y otra vez. Porque la selección de Sabella quedará en la historia. Porque (de las que recuerdo) es una de las mejores que he visto, tal vez junto a la de Pekerman del 2006. Y, cómo son las malditas casualidades de la vida, ambas comparten el karma: Alemania.
"Vamos al centro a festejar igual. Hay que estar orgullosos de lo que han hecho", contaron Martín, Federico y Ariel antes de subirse a su auto, que lucía radiante la celeste y blanca en su capot. Como ese vehículo, cientos iban marcando el terreno por las calles.
Ya en el centro, en la esquina de San Martín y Garibaldi se dieron cita cerca de 8.000 mendocinos que quisieron hacer público su incondicional apoyo a los "guerreros argentinos". Y quienes, pese a la derrota en tiempo suplementario, quisieron seguir preguntándoles en forma de canto a los brasileños "qué se siente". Desde el haber salido cuartos en un mundial que prepararon para ganarlo de local (al igual que en el '50) hasta al haber alentado a Alemania en la final, gritando aún más que los teutones el gol de Gotze. De paso, una buena pregunta sería saber "qué se siente" mutar la bandera brasileña y pintarla con los colores del equipo que los humilló haciéndoles siete goles, tal y como hicieron en la víspera de la final.
"Estamos orgullosos. ¡Brasil, decime qué se siente no haber llegado a la final del Mundial que hiciste en tu casa y haberte comido diez goles en los últimos dos partidos!", cerró casi a los gritos Javier, uno de los tantos argentinos orgullosos que salió a la calle.
Aliento tempranero
El punto de aliento guaymallino se activó cerca del mediodía de ayer. Con puestos de artesanos, juegos didácticos para los más chicos y carpas con comida (sobresalieron los pastelitos dulces y los panchos), desde temprano los mendocinos fueron matando la ansiedad de cara a "la gran final".
Una kermese, una feria de emprendedores, canchas de Fútbol cabeza y Fútbol tenis, una muestra del Ministerio de Ciencia y Tecnología y la actuación del grupo de percusión e improvisación La Bomba de Tiempo fueron -junto a la gente- los protagonistas de la previa.
"Hemos visto todos los partidos en casa, pero hoy (por ayer) nos enteramos de esto y quisimos venir a disfrutarlo. A la selección la vemos bien, que viene de menor a mayor en todo el Mundial", sintetizaron minutos antes del partido Walter y Vero, dos lasherinos que llegaron al Le Parc cerca de las 14 y estaban entre los afortunados que consiguieron sillas.
Fabián, Jonathan, Lucas, Diego, Cristian y Gustavo también alentaron desde temprano, llegando en este caso desde Luján.
"Queríamos ver la final con mucha gente, por eso vinimos. Y acá estamos", sintetizó Fabián, uno de los jóvenes que disfrutaba de la tarde soleada.
Gustavo, Carolina y su pequeña hija, Juli, eligieron las actividades recreativas del Le Parc durante la previa para pasar una tarde distinta. "Pero el partido lo vamos a ir a ver a casa. Prefiero verlo solo y más tranquilo", advirtió el padre. Y así lo hicieron.

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