Era el momento justo para curar las grandes heridas del año. Era el momento para borrar algunas huellas que habían dejado marcas importantes. Dentro y fuera de la cancha.
Derrota tras derrota, un entrenador (Gabriel Heinze) que dejó el cargo tras los malos resultados, y un equipo que había entrado por un tobogán donde los malos resultados se habían hecho carne en el grupo. La caída parecía no tener fin.
Encima el clima interno del plantel se vio revolucionado con la pelea entre Kevin Mercado y Leandro Fernández, que derivó en la salida del club del ecuatoriano y la lesión del artillero en la cabeza.
Con el Gato Oldrá sentado en el banco de suplentes, para apagar nuevamente el incendio, el Tomba sabía que frente a Temperley debía hacer borrón y cuenta nueva. Y lo llevó a cabo con más facilidad de lo que se pensaba en la previa del partido.
El Expreso no lució futbolísticamente. De ninguna manera. Pero le alcanzó con una ráfaga de contundencia para doblegar a un adversario que no encontró respuestas en ningún momento del encuentro. Los de Ricardo Rezza nunca pusieron en peligro el triunfo del dueño de casa.
El Celeste es un equipo que suele complicar a sus rivales con un libreto definido y estructurado. algo que estuvo lejos de expresar en el Malvinas Argentinas.
La buena tarea colectiva frente a Racing en la semana, le permitió al DT darle confianza a los mismos hombres- salvo el ingreso de Leandro Fernández por Vila- buscando una continuidad en el juego.
Basado en un dispositivo táctico clásico (4-4-2) el Bodeguero contó con la paciencia necesaria para ir desgastando al visitante. De a poco desgastó a Temperley y pegó en los momentos justos.
Y cuando aparecieron las flaquezas, ahí surgió Rodrigo Rey para darle tranquilidad y solvencia al conjunto de la Bodega.
No hay dudas que el Tomba fue un canto a la eficacia cuando pisó el área contraria. Fue la mayor virtud del Expreso.
Pegó con Angileri en el tramo donde más parejo era el trámite, destrabó el esquema de Temperley y antes de irse a los vestuario la puñalada del goleador Fernández fue como una piña de nocaut. Letal. Demoledor.
Si alguien pensó en alguna reacción Celeste, el castillo se derrumbó con la conquista de Garro en el amanecer el complemento. Historia liquidada. Todo lo que vino después estuvo demás.
El triunfo en Godoy Cruz se necesitaba como el propio aire para respirar. Para enterrar los fantasmas y volver a creer en objetivos importantes.
El éxito lo deja mejor parado en la lucha por ingresar a la liguilla pre Sudamericana.
Sí. 3 puntos de sutura.