Último miércoles de junio y un sol radiante ilumina las calles de la Ciudad de Buenos Aires. Por las escaleras del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) suben y bajan decenas de personas que se sumergen en sus puertas abiertas de par en par. Hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos, turistas y porteños -solos o en grupo-, eligen su propia aventura al ingresar.
El histórico edificio de Avenida del Libertador 1473 es entonces una fiesta tan inmóvil como inquieta en la que los cuerpos circulan con la mirada puesta en las joyas que integran su colección. Las dieciocho salas con obras de arte argentino e internacional del siglo XX son entonces los espacios de este recorrido visual por algunas de las pinturas, esculturas, dibujos, grabados o artes decorativas que componen su patrimonio, uno de los más importantes de América Latina.
Esta vez son José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros los imanes de la propuesta temporaria del MNBA. Desde el pasado 4 de mayo y hasta el 7 de agosto, “La exposición pendiente” y “La conexión sur” dan cuenta del retrato, los horrores de la guerra, la mirada social y las experiencias muralistas mexicanas al tiempo que dialogan con la escena artística argentina durante los años 30, 40, 60 y 70.
En palabras del director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat: “La muestra posee un significado que trasciende largamente el ámbito de las artes, pues algo de reparación, de justicia histórica, tiene el hecho de poder asistir al despliegue del más alto imaginario pictórico de México a cuatro décadas de la interdicción de su versión original por parte de la dictadura de Pinochet”.
Es que si repasamos en la historia de Chile, “La exposición pendiente” -curada por Carlos Palacios con obras del acervo del Museo de Arte Carrillo Gil de México- es en verdad la historia de lo que no fue sino hasta noviembre de 2015. El 13 de setiembre de 1973, fecha prevista para la inauguración de esta muestra en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile, el trabajo del museógrafo Fernando Gamboa se vio interrumpido cuando dos días antes de su apertura al público tuviera lugar el golpe militar y tres jornadas después el edificio fuera ametrallado con tanques del ejército.
Que “de milagro” las 76 obras de la pintura mexicana no sufrieran daños y que un nuevo armado de la muestra original se exhibiera el año pasado en Chile abrieron el camino para que el MNBA comparta por estos días con sus visitantes un espacio de memoria con la impronta del arte.
En este primer núcleo, que como dice la historiadora del arte e investigadora Esther Acevedo, “recuerda los días aciagos del golpe”, los formadores de la Escuela Mexicana de la primera mitad del siglo XX son reconocidos como “los tres grandes” de su época. Obras en papel, pinturas en caballete y trabajos preparatorios para murales devuelven una visión trágica y dramática vinculada a los dramas humanos, las luchas y el impacto de la Revolución.
El paisaje social y el mensaje político atraviesan los trazos y las pinceladas de Orozco y Siqueiros, quienes junto con Rivera confluyeron en la experiencia muralista e interpelaron a toda la sociedad. Sobre “La exposición pendiente” Duprat agrega: “A la vez permite interrogar esas poderosas visiones bajo la pregunta por el devenir de las artes y de los pueblos latinoamericanos en un nuevo contexto histórico de cara al siglo XXI, no sin dar con sus ecos argentinos en la sección curada por Cristina Rossi”.
Trama de intercambios
¿Qué relación tuvieron los tres maestros mexicanos con la escena artística argentina? Alrededor de esta pregunta se desarrolla “La conexión sur”, el segundo núcleo de la muestra del Bellas Artes en el que la experta Cristina Rossi posibilita el diálogo mediante pinturas, dibujos, esculturas, grabados, bocetos y documentación de acciones realizado por Antonio Berni, Carlos Alonso, Lino Enea Spilimbergo, Juan Carlos Romero o Diana Dowek, entre otros. “Con Siqueiros el encuentro fue directo y a pesar de que muchos tomaron su prédica, también discutieron y matizaron la posibilidad de pintar paredes teniendo en cuenta el contexto nacional. Así es como en algunos casos el intercambio propició la pintura en grandes formatos o murales transportables”, comparte.
Doctora en Historia y Teoría del Arte, además de profesora, investigadora y curadora independiente, Cristina Rossi sostiene que con Rivera y Orozco se compartió a su vez, “la voluntad de construir la propia identidad a partir de imaginarios nativos y la interpretación del drama de la guerra en la que los artistas indagaron en todo el continente”. Repensar las inquietudes en común de los creadores latinoamericanos y las respuestas propias que cada cual le imprimió a su obra forma parte de esta suma de coincidencias y diferencias a las que Rossi se refiere. “La posibilidad de reponer la trama histórica devuelve a estas obras su poder de intervención sobre aquella realidad y en el presente abre un espacio para la elaboración de nuestra memoria, aún herida”.
Hasta el 7 de agosto puede visitarse “La exposición pendiente” y “La conexión sur” en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. Del Libertador 1473, Ciudad de Buenos Aires. Imperdible el catálogo editado por la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina, gracias a la cual es también posible esta exposición, en consonancia con organismos de cultura de México, Argentina y Chile. Abierto de martes a viernes de 11.30 a 19.30; sábados y domingos de 9.30 a 19.30. Entrada libre y gratuita. Visitas guiadas, divertidos talleres para grandes y chicos y actividades complementarias en www.bellasartes.gob.ar/agenda