Tres falacias para el adicto a las cuotas, según este gurú de las finanzas

Lo que parece barato, a la larga termina saliendo muy caro. La explicación sobre las trampas de los plásticos.

Tres falacias para el adicto a las cuotas, según este gurú de las finanzas
Tres falacias para el adicto a las cuotas, según este gurú de las finanzas

De acuerdo al economista Nicolás Litvinoff, director de Estudiero.net, existen tres falacias en la que se excusan aquellas personas “adictas” a las cuotas de la tarjeta de crédito cuando, “pax cambiaria” mediante, comienzan a utilizar las cuotas cuando encuentran ofertas interesantes.

El experto plantea que la primera falacia, que él quiere desmitificar, es que “cuesta lo mismo pagar en efectivo que en seis cuotas sin interés”. Luego demuestra que esto no es así explicando que los comercios suelen sumarle un porcentaje al precio final y que el mismo producto puede encontrarse más barato. Si le suma 25% al precio en efectivo, le termina cobrando, a la larga 50% anual de interés.

En suma, según Litvinoff, conviene evitar las ofertas obvias y caminar y caminar (como decía Lita de Lazzari) para encontrar mejores precios. La segunda falacia es que “pagando en 12 cuotas, las últimas 2 te las ahorrás por la inflación”. Si se compra un pasaje en 12 cuotas fijas, hay que considerar primero que las mismas tienen interés, algo conocido por la mayoría de los usuarios asiduos de las tarjetas.

Ejemplo: un pasaje de avión que, al pagarlo en 12 cuotas, tiene una TEA (Tasa Efectiva Anual) de 37%. En ese caso, hay quien dirá que las dos últimas cuotas quedan licuadas por la inflación. Sin embargo, cabe recordar que el TEA no es igual al costo verdadero de la financiación. Para saberlo, hay que verificar el CFT (Costo Financiero Total), que en este caso sería superior al 48%, bien por encima de la inflación que el gobierno estima para 2019.

Adicionalmente, pensar que las dos últimas cuotas quedarán licuadas por la inflación parte del presupuesto de que todos los meses se pagara el resumen completo, algo que no necesariamente es así, ya que muchas veces se termina recurriendo a la financiación interna de cada tarjeta, que tiene un interés, pos devaluación, cada vez más alto.

Una tercera falacia es “si se puede pagar con tarjera lo hago, sino lo pagaré en efectivo, me da igual”. Cuenta Litvinoff –en un contenido escrito para el matutino La Nación- que en 2001, dos profesores de la escuela de negocios del MIT -Drazen Prelec y Duncan Simester- subastaron entradas para un partido de los Boston Celtics. Como los tiquets estaban agotados, los investigadores buscaban conocer hasta dónde se estirarían los fans que no habían conseguido entrada. Y a una mitad le ofrecieron pagar en efectivo, a la otra le dieron la posibilidad de abonar con tarjeta de crédito. ¿El resultado? Los que podían usar la tarjeta ofertaron casi el doble por cada entrada. Y la conclusión es que si se puede aplazar los pagos –o sea, no sacar dinero en efectivo al momento de la compra- los consumidores están dispuestos a pagar más. Aquí juega claramente algo muy directo, la reducción del dinero en efectivo. Cuando se desacopla el gasto del momento del pago, está sensación de “dolor” se “patea para adelante”.

Conviene, entonces, tener en cuenta estas claras falacias a la hora de tomar la decisión de sacar el plástico de la billetera y gastar dinero que, ni siquiera a futuro, se está seguro de disponer.

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