Por Rosendo Fraga - Analista político. Especial para Los Andes
El referéndum de Italia, la elección presidencial de Austria y la de Uzbekistán, todas el domingo 5 de diciembre, muestran el impacto político y estratégico que están teniendo las definiciones electorales. El primer ministro italiano (Renzi), un social-demócrata que convenció a los mercados, fue derrotado por casi 20 puntos en el referéndum que había convocado para aprobar una reforma electoral que buscaba centralizar el poder político en detrimento de las regiones.
El resultado, con sus matices, puede inscribirse en la tendencia que mostró el Brexit británico y el triunfo de Trump, en función de la cual las élites políticas, económicas y sociales son derrotadas por expresiones políticas populistas. Los beneficiarios del triunfo del No son el cómico Beppe Grillo, que lidera el Movimiento Cinco Estrellas y que cuestiona la política tradicional, la Liga Lombarda, una fuerza secesionista del norte del país muy contraria a la inmigración, y el partido de Berlusconi, que busca reorganizarse. La UE sintió el resultado como una derrota propia, ya que la debilita.
El mismo día, en la postergada segunda vuelta de la elección presidencial austríaca, un candidato ecologista se impuso con 53%, contra el líder de un partido nacionalista, populista y contrario a la inmigración. Para los optimistas, fue un freno al avance populista, para los pesimistas, que un partido de esta orientación haya tenido casi la mitad de los votos es una evidencia del crecimiento de esta corriente en Europa. Además, es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que es electo presidente alguien que no pertenece a los partidos tradicionales (demo-cristianos y social-demócratas).
En el Centro de Asia, en Uzbekistán, ganó la elección presidencial un candidato que propone un mayor acercamiento con Rusia, tras la dictadura de 27 años de un presidente, recientemente fallecido, que supo hacer equilibrio entre Moscú y Washington. Estos resultados otorgan interés en las elecciones que tendrán lugar en los próximos meses en Holanda, Francia, el Reino Unido y Alemania.
La elección general holandesa, el 15 de marzo, puede dar la victoria al candidato del Partido de la Libertad, una fuerza nacionalista y antieuropea que rechaza la inmigración islámica. Que logre formar gobierno es otro tema a discutir. El 4 de mayo se realizan elecciones locales en el Reino Unido, en las cuales será renovado parcialmente el Parlamento. Un avance de los conservadores y el UKIP, fortalecerá las posiciones de quienes apoyan el Brexit “duro”, frente a los que proponen una estrategia más flexible. Pero la elección decisiva será la segunda vuelta de la elección francesa, que se realiza el 7 de mayo.
Se descuenta que en la primera vuelta la candidata de la derecha populista, Marie Le Pen, saldrá primera, siendo probable que compita en la segunda con el candidato de la derecha tradicional (Fillón), un tradicionalista católico liberal en economía, ex primer ministro de Sarkozy, que se pensaba saldría tercero en las primarias. El socialismo, que podría salir tercero o cuarto, se pone en marcha con la candidatura del actual primer ministro (Valls). Aunque los sondeos dicen hoy que Le Pen perdería en la segunda vuelta, como ha dicho el presidente francés (Hollande), no puede descartarse que ella finalmente gane.
Si así fuera, la UE y el euro sufrirían un impacto superior al del Brexit británico. La elección general de Alemania se realiza en octubre, teniendo como fecha límite el 22 de octubre. Merkel va por su reelección y hoy podría salir primera, pero no está claro si podrá formar gobierno, porque una “gran coalición” entre los dos partidos tradicionales puede no ser suficiente para gobernar, dado el crecimiento de populistas, comunistas y ecologistas. Ella gira a la derecha asumiendo ahora un duro discurso contra la inmigración.
En los EEUU, Trump sigue confirmando que gobernará como lo ha dicho y se maneja en la transición con la misma impronta que caracterizó su actividad empresaria y su campaña electoral. Va terminando de nominar un equipo de gobierno integrado por personas que provienen de posiciones muy conservadoras, por lo general de su misma generación y donde la estructura del Partido Republicano no tiene el control. Ha mostrado que su secretario de Estado será él mismo, al dar una serie de pasos en el campo internacional a través de la diplomacia “telefónica”, hablando con más de medio centenar de jefes de Estado y recibiendo a algunos de ellos.
La relación con los republicanos sigue siendo tensa. Ha anunciado medidas, como imponer un arancel de 35% a los productos de empresas estadounidenses que hayan dejado el país, que confirman sus anuncios de campaña. Pero Wall Street está en un nuevo récord y lo mismo está sucediendo con el valor de las acciones de los bancos. No se produjo la reacción económica negativa anticipada por analistas y los organismos financieros internacionales.
Es al Asia a la que Trump ha dado prioridad en política exterior desde que ganara, el 8 de noviembre, confirmando que su prioridad es el antagonismo con China. El primer jefe de gobierno con el que habló tras la victoria, fue la presidenta de Corea del Sur y al primero que recibió personalmente fue el primer ministro de Japón, confirmando claras señales de mantener las alianzas en Asia.
La comunicación telefónica con la presidenta de Taiwán -la primera de un presidente estadounidense desde 1979- fue un claro desafío a Beijing que al mismo tiempo es una señal de firmeza frente a los aliados estadounidenses en dicha región. La comunicación telefónica con el discutido presidente de Filipinas es una acción para recuperar un aliado que había proclamado sumarse a China hace sólo un mes, pese a integrar la alianza militar estadounidense en Asia (Asean). La reacción del gobierno chino ha sido firme pero prudente al mismo tiempo.
En cuanto a Rusia, se han confirmado las señales de posible cooperación, sobre todo en materia de lucha contra el terrorismo. Ante la probable caída de Aleppo en manos de Assad -lo que implica una victoria de Rusia sobre EEUU y sus aliados en el país-, él sigue planteado que el presidente sirio puede ser un aliado en la lucha contra EI. Cabe señalar que en el Consejo de Seguridad de la UN, Rusia y China impidieron una tregua de 7 días que hubiera demorado la caída de la ciudad. En cambio en Irak, la caída de Mosul -capital del califato- a manos de las fuerzas iraquíes y de las milicias chiítas que cuentan con el apoyo militar de EEUU, el avance se demora.
En este escenario algo está claro: no sólo la Argentina sino América del Sur no están en la agenda de prioridades de Trump. Tampoco en la de China. Mirar a la región en particular y a los países medianos en general, es la respuesta que puede dar la Argentina frente al nuevo escenario.