No se conocen, pero tres antiguas vecinas conocen la región que hemos recorrido desde hace más de medio siglo, cuando ese territorio era muy suburbano, con calles tierra, descampados y viñas.
Una de ellas es Elena Irma Díaz (85), que vino de Rivadavia, y se radicó por aquí al final de la década del '40. "Cómo olvidarme, eran tiempos difíciles, pero a la vez más seguros", apunta Elena, quien vive al lado de la unión vecinal, de la cual su esposo, Conrado Marciano Lozano (ya fallecido) fue uno de los primeros presidentes. Añade: "Aquí compramos un lote y levantamos la casita, había pocas casas, casi todos humildes ranchitos".
Más hacia el sur, frente a la Filippini que hacía vermú, vive Norma Brizuela de Nacif (70). Es parte de un grupo de vecinos autoconvocados que peleó por las últimas mejoras: carteles viales, reductores de velocidad y refugios en las paradas del colectivo. "Estoy aquí desde hace mucho; en este barrio formé mi hogar con mi marido, dedicado al comercio, y aquí nacieron mis tres hijos", refiere Norma, quien sigue trabajando por el progreso sectorial.
Otra militante vecinal es Olga Salomón de Sastrón, de la calle Saavedra. "Tengo toda una existencia en este lugar, al que llegué con 5 años, y mire, a los 75, sigo firme en la lucha por una mejor condición de vida", hija de un ypefiano, esposa de un operario cervecero y madre de cuatro vástagos.