El gobierno viene haciendo múltiples esfuerzos por empujar el crecimiento a partir de una recuperación del consumo. Una parte consiste en aprovechar que más de la mitad de los sindicatos han acordado subas salariales y esto impacta en una mejora en los niveles salariales y en la capacidad de compra, pero otra consiste en tratar de sortear los obstáculos que genera los altos niveles de las tasas de interés.
El gobierno arrancó el año con un profundo ajuste fiscal y hay que reconocer que hace más de seis meses que acumula superávit fiscal. Hace un año que el Banco Central no financia al tesoro y hay superávit de cuenta corriente, lo que implica una mejor disponibilidad de dólares en el mercado, aunque debió pagar el costo inflacionario de los ajustes de tarifas. También ayuda la caída de la demanda para turismo y la mejora en el comercio exterior, donde el superávit comercial también aporta lo suyo.
La estrategia oficial fue lanzar medidas para apoyar esta iniciativa, como la reformulación de los planes Ahora 12 y Ahora 18, con tasas subsidiadas, con el objeto de reactivar ciertos sectores, como electrónica, electrodomésticos, textiles y calzados.
También acaba de extender los beneficios de estos programas a las ventas de motos, que habían caído casi un 50%, mientras extendió al mes de julio un programa para apoyar las ventas de autos fijando un subsidio global de 1.000 millones de pesos.
Este es un programa de muy corto plazo que no soluciona ni tiene a buscar caminos mejores para una recuperación cierta de la economía y que tiene por objeto de mejorar la percepción social de la situación general en vistas a las próximas elecciones. El gobierno está asumiendo costos fiscales que espera recuperar con una mejor recaudación impositiva futura por lo que los funcionarios estiman que es una inversión.
De la misma forma, y como respuesta a las demandas de las economías regionales, dispuso el miércoles una rebaja de $ 1 por dólar en el monto de las retenciones a las exportaciones de más de 207 posiciones arancelarias que corresponden a producciones especiales o de nicho. Tal el caso del maní o el maíz pisingallo, pero también incluye productos de nuestra región, como frutas (manzana, peras, ciruelas, ciruelas desecadas, duraznos, nueces, cerezas) o algunas hortalizas como ajo y cebolla. El costo fiscal es de $ 2.200 millones, pero esperan recuperarlos con un crecimiento de las exportaciones.
La cara oculta del problema
Cuando el gobierno hace sacrificios fiscales, sabiendo que las cuentas están bien pero no holgadas y, además tiene una caída en recaudación, uno debe suponer que se está financiando con postergaciones de obras públicas, el único ítem flexible dentro el gasto del Estado. Es probable que hayan elegido la estrategia de bajar retenciones para estimular exportaciones, pero seguramente le van a reclamar rebajas de otros impuestos y, sobre todo, la de la tasa de interés, que es el mayor obstáculo que tiene la producción, al igual que el consumo.
En medio de estos esfuerzos, el gobierno está sujeto a variables exógenas y endógenas que pueden complicarle el panorama hacia el objetivo trazado. Por el lado exógeno, la situación de EE.UU. en sus conflictos con China que ahora el propio presidente Trump ha extendido contra la Unión Europea amenazando con desatar una ola de devaluaciones competitivas. Estas turbulencias no le hacen bien al mundo, más allá de alguna ventaja en particular, pero puede terminar impactando en los movimientos de capitales e influenciando en el valor local del dólar.
Por otra parte, el gobierno intenta mantener tranquilo el valor del dólar, pero la inflación persistente se ha ido comiendo márgenes de competitividad y puede afectar al comercio exterior, y si las exportaciones no reaccionan no podrá recuperar la inversión fiscal de bajar retenciones. Por esa razón, desde diversos sectores técnicos, le viene aconsejando que permita un leve deslizamiento del valor de la divisa para que acompañe a la inflación porque, de lo contrario, lo hará el mercado en forma brusca.
Algunos indicadores comienzan a marcar datos levemente positivos comparados con el mes anterior aunque, hasta mayo pasado, las comparaciones interanuales daban todas negativas. Desde junio las comparaciones serán distintas porque en esa época del año 2018 empezó la carrera recesiva y, por lo tanto, las comparaciones pueden resultar positivas si se mantiene la tendencia actual.
Pero hay que tener en claro que están faltando temas muy importantes, que probablemente quedarán para después de las elecciones, o pueden adelantarse según sea el resultado de las PASO. Uno de ellos es resolver el tema de la tasa de interés que fija el Banco Central, que hoy es excesivamente alta en términos reales frente a la inflación esperada para los próximos doce meses. Otros temas requerirán acuerdo legislativo, porque ninguno de los grupos en contienda tendrá mayorías propias en el Congreso. En ella se incluyen la reforma impositiva, la previsional y la laboral.
Si no se consiguen remover estos obstáculos, será muy complicado generar un proceso de inversiones que deriven en la creación de puestos de trabajo, mientras las instituciones y las empresas deban prepararse para competir fuerte con el mundo cuando entre en vigencia el acuerdo Mercosur-Unión Europea. Brasil ya nos lleva la delantera, pues ya tiene media sanción el proyecto de reforma previsional. Hay que mirar el futuro con mucho cuidado.