El cadáver número 421, colocado en una bolsa azul, es traspasado de un camión refrigerado a una camilla metálica y llevado a una carpa que hace de morgue. Se une a otros cadáveres en estado de putrefacción que emiten un olor muy fuerte, que se le pega a la ropa y los cabellos de los presentes.
Es el cuerpo de un hombre joven, una de cientos de personas que se han ahogado a 77 millas náuticas de Libia, en el peor desastre de migrantes de que se tenga noticia. Dieciocho meses después, voluntarios siguen tratando de averiguar quién era.
Un voluntario abre la bolsa y saca los restos cubiertos de limo. Otro emplea una navaja negra y filosa para tomar muestras a ser analizadas. Los voluntarios examinan los músculos y la estructura ósea, fotografían el cráneo y los dientes, y toman notas.
La jefa del equipo, la patóloga forense de la Universidad de Milán Cristina Cattaneo, toma un par de jeans de niño que dicen “Manchester United”. Lo limpia con una manguera y lo examina. En los bolsillos encuentra efectos personales que son generalmente muy útiles.
Es la primera vez que científicos forenses tratan de recabar datos de las víctimas de la tragedia.
La tragedia
El pedido de auxilio llegó al anochecer del 18 de abril del 2015. Un barco de pesca colmado por cientos de personas tenía problemas, según la persona que llamó. La Guardia Costera alertó a un carguero que estaba por la zona y le pidió que ofreciese ayuda.
Al ver que se acercaba el barco, los migrantes corrieron hacia un lado del pesquero, haciendo que volcase y se hundiese. Veintiocho personas lograron salvarse, mientras que cientos quedaron atrapadas debajo de la cubierta.
Un año después, la Armada italiana volvió al lugar y usó un complejo sistema de poleas para sacar el barco a la superficie. A medida que salía del agua, se hizo evidente la tragedia que había ocurrido.
“Por los orificios comenzó a salir el agua y también restos humanos#, dijo el contralmirante Paolo Pezzuti, quien estuvo a cargo de la operación. “Lo que vimos saliendo del agua fue una visión espectral”.
De vuelta en un puerto de Sicilia, unidades de bomberos abrieron el casco usando hachas y sierras. Encontraron cadáveres amontonados en un sitio totalmente cerrado y atestado de gente. Había cinco cadáveres por metro cuadrado. Unos 200 quedaron encerrados tan solo en la sala de máquinas.
Meticulosamente, los bomberos guardaron en bolsas 458 cadáveres. Algunas contenían los restos de más de una persona. Cattaneo cree que en total había entre 700 y 900 personas. Hasta ahora, todas las víctimas son hombres o niños, mayormente de entre 12 y 27 años.
Cuando terminan de examinarlo, los voluntarios cierran la bolsa y colocan el cadáver 421 en un contenedor de metal a ser colocado adentro de un ataúd de madera.
Usando un marcador negro, Cattaneo escribe PM3900421 en el contenedor. PM por “post mortem” y 39 por el código telefónico de Italia.
Así será identificado el cadáver hasta que se averigüe su nombre real. Las leyes europeas estipulan que las personas que buscan asilo deben registrarse en el primer país al que llegan. Dado que la mayoría no quieren quedarse en Italia, a menudo dejan sus identificaciones en su país.