No es novedad dentro de la política implementada por el kirchnerismo en los más de diez años de gestión. En momentos difíciles o adecuados de acuerdo con las necesidades, realiza anuncios importantes que terminan perdiéndose en el tiempo porque nadie más habla de ellos. Los mendocinos tenemos suficiente experiencia: ¿Cuántos de los anuncios realizados por las visitas presidenciales a la Fiesta de la Vendimia -con Néstor primero y Cristina después- terminaron en hechos concretos? Ahora le tocó el turno a Santiago del Estero donde, a escasos cuatro días de la elección de intendentes, la Presidenta respaldó un proyecto del titular de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez, para trasladar la Capital Federal hacia esa provincia del norte.
La idea de trasladar la Capital Federal al interior del país ya había sido intentada por el ex presidente Raúl Alfonsín, quien en 1986 propuso que Viedma, en Río Negro, fuera la nueva capital, aunque la motivación es distinta a la de ahora. Alfonsín consideraba que había que descentralizar el poder y fomentar el poblamiento de la Patagonia. A pesar de que el proyecto respectivo contó con el apoyo del Congreso, la iniciativa se diluyó por la falta de consenso y por los problemas económicos.
Al decir de la actual presidenta, la intención de impulsar a Santiago del Estero surge de la necesidad de rediseñar el país estratégicamente y para hacerlo más federal. En un momento de su alocución y esperando que haya sido por la necesidad de otorgar mayor efectividad a su discurso y no a un rapto de soberbia, Cristina Fernández llegó a afirmar que "es una idea que debemos discutir y, para los que mañana largarán encuestas no se preocupen. Miren si hubieran encuestado si San Martín tenía que cruzar la cordillera de los Andes. Les hubiera dado negativo". Es factible que lo haya dicho sin medir demasiado sus palabras. De lo contrario, comparar la iniciativa de cambiar la Capital con la Gesta Emancipadora de América, es un despropósito absoluto.
Si realmente el kirchnerismo intenta hacer un país más federal no debe pensar en trasladar la Capital Federal. Debe actuar de manera tal que las economías regionales dejen de sufrir las gravísimas consecuencias que generan políticas económicas que las ahogan, que no permiten el crecimiento porque hay trabas tanto para las exportaciones como para las importaciones de insumos. En este plano la actividad vitivinícola es uno de los ejemplos más claros.
Debe solucionar los problemas que provoca el costo del transporte para el traslado de las mercaderías desde el interior hacia el puerto de Buenos Aires; debe impulsar de una buena vez una nueva ley de coparticipación federal que debió implementarse en 1996, de acuerdo con la Constitución Nacional; debe aplicar una política distributiva mejor y dejar de derivar recursos, a través de subsidios, hacia la Capital Federal y Gran Buenos Aires, que son los lugares donde están los votos; debe realizar obras de infraestructura vial y ferroviaria y de fomento a la instalación de empresas en el interior del país y debe, esencialmente, dejar de aplicar el manejo discrecional de los fondos provinciales de acuerdo con el color político o el apoyo explícito de determinados gobernadores en lugar de respetar los derechos de las provincias y las necesidades de su población.
Gran parte de la sociedad y de la clase política interpretó el anuncio de la Presidenta como una nueva bomba de humo destinada a desviar la atención de la ciudadanía en momentos difíciles como los que estamos atravesando y es seguro también que influyó la cercanía de las elecciones municipales en Santiago del Estero, concurriendo a favor de la continuidad de una dinastía, la de los ex radicales Zamora, que suplantan a otra, peronista, la de los Juárez. Sea una u otra, hay un hecho cierto: no es necesario trasladar la Capital para ser más federal. Hay que fortalecer el federalismo con hechos concretos.
