La crisis económica española de tiempos cercanos hizo que muchos hogares, y dentro de ellos muchas mujeres, cambiaran de realidad.
La mendocina Alejandra Navarro Cornejo (45, dos hijos) no se aprovechó de esa circunstancia, sino que ella misma vivió cambios profundos en lo personal y familiar, y se auxilió en el entrenamiento psicológico y mental para salir de procesos de crisis propios, que luego le sirvieron para encarar una profesión y su propia existencia.
Después de ir y venir varias veces a España, radicándose en la hermosa tierra de Valencia a orillas de Mediterráneo, Alejandra se diplomó en coaching en un centro especializado de la ciudad balnearia.
Antes de ese salto cualitativo, había tenido una infancia y adolescencia en Mendoza, cursando la escuela primaria y secundaria en el Colegio Sagrado Corazón, donde cimentó una amistad perdurable con compañeras de estudio, especialmente con Adriana Muñoz y Carina Rosas, entre otras. Eran los años ?80 y vivía en Godoy Cruz, en la calle Figueroa Alcorta.
Siendo muy joven se casó (tenía 20 años) y casi de inmediato se marchó a España, con su hoy ex marido. "De entrada -narra en la casa de sus padres en Mendoza, a quienes viene a visitar periódicamente- me instalé en un pequeño pueblo de la costa mediterránea, llamado Piles. A partir de entonces (los ?90), he vuelto y he retornado a España varias veces, intentado encontrar el sitio ideal para vivir. La tierra y los sentimientos tiran, pero el espíritu de sobrevivencia es más fuerte".
Expulsada por el Corralito
Durante la época de la debacle económica argentina que desembocó en el corralito financiero, Alejandra vio frustrarse emprendimientos comerciales que había intentado.
Fue entonces cuando volvió definitivamente a España y a Valencia, con sus hijas Florencia (23) y Fernanda (16).
"En ese tiempo comenzó mi aproximación a algunas ideas alternativas para conseguir un cambio en mi vida, porque ya me había separado y entonces aparece el coaching en mi horizonte, metodología que permite o facilita cumplir los objetivos propuestos a nivel familiar, laboral y hasta deportivos".
Nuestra entrevistada se capacitó en el instituto Kern, de Valencia, obteniendo un master en coaching con PNL (programación neurolingüística). "Mi cliente principal es la mujer, interpretando que la madre es la base fundamental de una familia, y si esa persona no está bien ella misma, no puede ayudar a su clan a salir adelante. Por eso me dedico a la mujer", explica.
En rigor, su trabajo consiste en ofrecer talleres de desarrollo emocional, denominados "Tú eres el cambio", y llegan a la consulta mujeres de todo tipo: amas de casa, emprendedoras, profesionales, desocupadas.
La problemática es muy variada y transita desde el maltrato psicológico, la falta de tiempo y de autoestima a la indecisión para cambiar un empleo o querer conseguir un objetivo y no saber cómo hacerlo.
"Esta es una metodología muy divulgada, muy avanzada en Europa y en Estados Unidos, y en Argentina hace algunos años ya se ha instalado, especialmente en Buenos Aires", confiesa .
El objetivo inmediato de Alejandra es crear un centro de desarrollo emocional para la mujer, donde se ofrezcan los procesos de coaching, yoga, terapias alternativas, en una palabra, que sea un espacio donde la mujer pueda expresar lo que siente y encontrar caminos que la lleven a ese cambio.
-¿Esta disciplina, el coaching, se potenció a partir de la crisis social y económica que estalló en España en 2008?
-Efectivamente, en la realidad española se ha registrado un cambio profundo y la gente está comenzando a cambiar desde lo individual, desde lo personal. En Europa se habla ya no de una crisis económica sino de cambio de identidad... La gente está tratando de entrar en este tipo de variantes que sirven para poder salir adelante. El coaching sirve para eso, pero el cambio está en uno, cada uno tiene los recursos para reinventarse.
-¿Tiene alguna expectativa de regresar a su provincia?
-Con todo el dolor de mi alma tengo que decir que no voy a retornar, pese a que amo a mi provincia. Mis hijas se criaron en España. Quien tiene las raíces aquí, soy yo. Ellas están ahí, tienen su vida y tengo que acompañarlas. De todos modos, curiosamente una de mis hijas, Florencia, la mayor, tuvo que hacer el mismo círculo, y por mejores oportunidades tuvo que emigrar y ahora está viviendo en Londres, mientras que la menor está residiendo en Girona.