Diez meses después de que tres jóvenes franceses de raíz árabe-islámica atacaran en París a la redacción de la revista Charlie Hebdo y a un mercado kosher de la comunidad judía, provocando 17 muertos, el Estado Islámico (EI) volvió a golpear la capital francesa, y atacó en 6 lugares distintos con un comando operativo de 8 cuadros altamente motivados y entrenados, que infligieron 132 muertos y 352 heridos, 99 de los cuales se encuentran en grave estado.
Los objetivos fueron centros de entretenimiento extremadamente concurridos, sobre todo por jóvenes; y 88 personas de 20 años de edad o menos fueron asesinadas en una sala de concierto de rock.
La meta de Estado Islámico fue lograda. Sumergió en el miedo y la desesperación a una de las grandes capitales de Occidente, en la embestida más efectiva desde los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington (2001).
La ofensiva de ISIS tuvo lugar el viernes 13 de noviembre en una de las ciudades más custodiadas de Europa Occidental, debido a los episodios de enero de este año, con advertencias de múltiples fuentes de inteligencia, tanto francesas como extranjeras.
Lo que ha ocurrido no es una falla técnica del sistema de inteligencia francés. Ninguna estructura de inteligencia puede ser más perceptiva que la sociedad y el estado a los que sirve; y Francia es una sociedad libre, y París -la Ciudad Luz- es la gran urbe de los espacios públicos y de la libre y espontánea concurrencia.
Aun con la acentuación de las medidas de defensa y seguridad en las grandes ciudades francesas, éstas no están en condiciones de controlar la acción de cuadros motivados y entrenados como los de Estado Islámico.
Pero si el EI no puede ser controlado, sí puede ser derrotado; y para eso, hay que llevar el combate -esto es, la iniciativa- allí donde está la fuente de su poder y la razón de su extraordinaria letalidad, que es la zona del Levante árabe, la cuenca de los ríos Éufrates y Tigris, en la región más estratégica del planeta, que es Medio Oriente.
Estado Islámico controla 50% del territorio sirio y más de 60% del espacio iraquí, incluyendo la segunda ciudad, Mosul.
Todas las estructuras territoriales y estatales del Levante (Siria, Irak, Líbano), creadas por franceses y británicos a través del Acuerdo Sykes-Picot (1916), se han desintegrado; y este derrumbe ha provocado un gigantesco vacío geopolítico, que es la causa directa de la extraordinaria eficacia bélica de ISIS o Estado Islámico.
Frente a EI, no hay ningún ejército convencional capaz de enfrentarlo, porque todos ellos se han desarticulado, al igual que los estados a los que pertenecen, ante todo en Siria e Irak.
El orden de los factores es esencial para explicar el por qué de la relevancia del EI. Lo primero es el colapso estatal de Siria e Irak, luego el vacío de poder que ha creado, y por último, como su consecuencia, la extrema eficacia bélica de la organización terrorista.
Por eso el desafío de EI no es primordialmente militar, sino político. Se trata ante todo de recrear el poder de los estados que se han desintegrado.
De ahí la decisiva importancia que tiene lo acordado por la conferencia de 17 países involucrados en la crisis siria reunidos en Viena, que acordaron el domingo 15 poner fin a la guerra civil en Siria, con un plan de 3 pasos: cese del fuego a partir del 1° de enero, constitución de un gobierno de unidad y de transición en los próximos 6 meses, y convocatoria a elecciones en 18 meses, todo sometido a la supervisión internacional.
Este acuerdo tiene como sustento un nuevo consenso global, que identifica exclusivamente al EI como único enemigo de la comunidad internacional; y a partir de esta caracterización se abre ahora la posibilidad de desatar contra él la totalidad de los recursos de los principales países del mundo: EEUU, Rusia, Irán, Alemania, Francia, entre otros.
Todas las energías de los países involucrados en la guerra civil siria, que ya dura 5 años y ha provocado más de 300.000 muertos, se dirigirán ahora contra un solo enemigo, que es Estado Islámico, con el objetivo de destruirlo en el campo de batalla central, constituido por el eje Raqqa (Siria)-Mosul (Irak), que es el epicentro de su poder y la base en la que se formó y entrenó a los kamikazes que el viernes desataron el terror en París, y forzaron a que el mundo realizara este giro geopolítico fundamental ocurrido en Viena esta semana.