Al norte de Bruselas, el imponente edificio del hospital reina Astrid, vigilado estos días por militares armados, se ha convertido en el lugar donde se lleva cabo el largo y complejo proceso de identificación de los fallecidos en los atentados del martes.
"Nuestras infraestructuras han sido requisadas para acoger los cuerpos y para recibir a las personas que todavía no han encontrado a sus allegados", explica Bernard Bolly, un portavoz.
En la unidad de quemados siguen ingresados varios heridos, algunos graves. "Hemos venido para visitar a un amigo, víctima del terrorismo. Todavía no lo hemos visto. Sólo sabemos que resultó herido y tiene muchas quemaduras", dice Brocq Burkhardt, un joven alto y rubio que lleva un ramo de tulipanes en la mano.
Para las otras familias, las que llevan desde el martes sin noticias de sus allegados, el hospital ha habilitado una unidad de acogida de apoyo psicológico. Pero el trabajo es lento.
En este hospital están los fallecidos en la explosión de la estación de metro de Maelbeek y hasta ahora muy pocos han sido identificados formalmente, una prueba de la dificultad de un trabajo que según los forenses necesita ante todo tiempo.
"Si se necesita tanto tiempo es porque muchas de las víctimas no son belgas y tenemos que reunir en el extranjero los datos necesarios", explica el doctor Philipe Boxho, director del Instituto Forense de la Universidad de Lieja que ha trabajado en casos similares.
Para identificar los cuerpos, los tres principales métodos son la dentadura, el ADN y las huellas dactilares. El primer sistema es el más rápido pero hace falta ponerse en contacto con el dentista, algo complicado si las víctimas son extranjeras. El ADN necesita muestras aportadas por la familia y las huellas dactilares tiene el inconveniente de que la personas tiene que estar en un registro.
Trabajo de investigación
En el caso de los atentados de Bruselas, el trabajo de investigación lo están llevando a cabo unos 30 especialistas, entre ellos los de la brigada DVI (Disaster Victim Identification).
"Su trabajo es reunir el máximo de elementos posibles: joyas, carteras, restos humanos", explica Michaël Jonnois, portavoz de la policía federal. "Luego comparan estos datos post mortem con los datos ante mortem, médicos o morfológicos, es decir la talla, el peso, los cabellos... En los caso más complejos se recurre al ADN", indica.
Philipe Boxho advierte del peligro de confiar en las identificaciones visuales de los familiares. "Hay que entender el contexto psicológico. En algunos casos la gente está dispuesta a reconocer cualquier cuerpo y en otros casos sufren un rechazo. Por eso no podemos fiarnos, necesitamos una confirmación científica", afirma.
En unos atentados como los de Bruselas, el número de personas sin identificar es excepcionalmente alto porque no existe una lista con las personas que estaban en el metro, a diferencia de las que se hallaban en el aeropuerto. "Son atentados con explosiones especialmente violentas. Los restos humanos están a veces diseminados", explica Jonnois.
A la espera de nuevas identificaciones, los familiares siguen buscando noticias desesperadamente. Es el caso de David Ye, un chino que busca a su amigo Frenk Deng, desaparecido el martes en Bruselas donde iba a tomar un vuelo a las 09h05. "Estamos preparando un viaje a Bruselas con su familia este fin de semana, ya hemos pedido los visados Schengen", explica Ye.
¿Qué se les puede decir en estos casos a las familias? "Hay que pedir paciencia, decirles que hace falta tiempo y que nuestra obligación es evitar entregarles un cuerpo que no sea el correcto", dice Boxho, que recuerda un error ocurrido en 1985, en la identificación de las 39 personas que murieron en una avalancha de aficionados en el estadio de fútbol de Heysel de Bruselas.
"Ocurrió en Sicilia, por suerte abrieron el ataúd y se dieron cuenta de que el cadáver no era el suyo. Pero estuvimos a punto de enterrar a la persona incorrecta. Entonces decidimos que esto no tenía que volver a ocurrir nunca más", recuerda.