El desarrollo del partido resultó un trámite. De antemano se recalcaba la diferencia de categoría. Sin embargo, Bolivia mostró una fragilidad alarmante. Parecía entregada. Jamás hubo equivalencias. Entonces las anotaciones que tomó Gerardo Martino pasan a ser más bien apuntes, en vez de conclusiones significativas.
Tal vez no sea cómodo para un futbolista saberse tan superior a su rival. De pronto sea un factor que desmotive. Por ello, el debate de "dormir" el partido o seguir acelerando e ir en busca de un score más abultado.
Inquieta la situación de Gonzalo Higuaín. Parece no encajar en el engranaje del equipo. Falto de dinámica, gira a contrapierna de la jugada y fue anticipado por ingenuos defensores bolivianos. Ante Panamá, lo vimos lento en un mano a mano. Martino lo reemplazó en el entretiempo: ¿para tenerlo fresco en Boston? ¿O porque Sergio Agüero le ganará el puesto? Convendría inclinarse más por la segunda opción. A Martino no le gustan los 9 estáticos.
Como se preveía, este partido serviría para explorar. Cumplió Facundo Roncaglia, Víctor Cuesta se mostró solvente y con su gol selló un debut auspicioso, Matías Kranevitter fue un reloj y demostró que tiene pasta de crack (asombra su sentido de ubicación y deslumbra su porcentaje con 91% de precisión en pases). En tanto que Ezequiel Lavezzi compone el podio de las figuras y por cómo ejecuta el mensaje que predica el entrenador -ofrece un retroceso más efectivo que Erik Lamela o Nicolás Gaitán-, se perfila como reemplazante de Ángel Di María pensando en el choque de cuartos de final ante Venezuela.
Lionel Messi será titular. Acumuló minutos de juego progresivamente y está con hambre de gloria. Vuelve el capitán. Veremos qué sucede acerca de la inclusión de Lucas Biglia -debilidad de Martino-, y en este caso quién deja el equipo y si el 4-3-3 muta los vértices de su triángulo para formar un 4-2-3-1, primo hermano del sistema predilecto de Tata. Messi de extremo derecho o Messi suelto, ésa es la cuestión.
