Los argentinos viven desde hace más de diez días con expectativa y angustia las tareas de localización del submarino San Juan, de la Armada Argentina, con el que su mando militar perdió contacto el miércoles 15 de este mes. Las tareas de rastrillaje y eventual rescate en la amplia zona donde posiblemente el navío haya tenido el inconveniente que lo habría hecho sucumbir, dio paso a la valorable presencia de distintos países, comenzando por grandes potencias militares mundiales, que aportan experiencia y avances tecnológicos a la ya desesperada búsqueda de la Armada Argentina.
El submarino perdido realizaba en aguas jurisdiccionales argentinas tareas habituales de control y monitoreo de embarcaciones llegadas constantemente desde distintos continentes, que depredan recursos argentinos y generan un elevado daño a la labor pesquera y de exportación de los productos del mar que lleva a cabo la Argentina.
Es oportuno expresar a través de estas líneas el sentimiento de acompañamiento y solidaridad de nuestro diario con los familiares de los 44 tripulantes del ARA San Juan, entre los cuales hay dos mendocinos.
Realmente, la información conocida esta semana, con el respaldo de importantes organismos internacionales a cargo del monitoreo constante de posibles ensayos nucleares indebidos, de la ocurrencia de una explosión en la zona indicada como de extravío de la nave hizo más lejana la esperanza de poder recuperar con vida a los ocupantes del submarino y transmitió una sensación de desaliento generalizado en muchísimos argentinos pendientes de este dramático suceso en alta mar.
El expresado malestar de los familiares de los marinos desaparecidos, cargando las tintas, por su estado emocional alterado, hacia las autoridades civiles y mandos militares por lo sucedido con el navío, de todos modos no debe ser sólo tomado como una lógica alteración anímica en virtud de lo ocurrido, sino que debe conducir a un necesario replanteo del funcionamiento de las Fuerzas Armadas en el país y de cómo presupuestaria y estratégicamente se aporta desde el Estado para que las mismas puedan cumplir fielmente el rol de defensa de los intereses nacionales para el que fueron creadas.
Queda claro que desde fines de 1983, con el retorno de la democracia, fue siempre insuficiente el equipamiento de las tres fuerzas, lo cual se reflejó en la falta de adiestramiento de los cuadros y en el estado de deterioro de los elementos materiales. A ello se sumaron evidentes falencias en lo referente a organización militar conjunta. Sensación de una suerte de castigo por los duros años de la última dictadura militar que soportó nuestro país. Desde hace ya varios años la oficialidad del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea está constituida por hombres y mujeres formados militarmente en democracia; ellos merecen desenvolver sus actividades en ámbitos y unidades consolidados en cuanto a recursos y estrategias.
Por ello fue importante que el presidente Macri haya pedido calma y dejar de lado sospechas y acusaciones mientras la prioridad sea el hallazgo del submarino siniestrado; las responsabilidades en el mando de la Armada se deberán determinar con posterioridad. Pero esto no significa que el Gobierno no deba encarar, una vez superada esta triste situación, un amplio debate sobre la necesidad que tiene la Argentina de contar con Fuerzas Armadas debidamente preparadas para la defensa de nuestro amplísimo territorio.