Andrea Olivero, de 11 años, consulta con su compañera de clase Ada los resultados del ejercicio que ambas trabajaron durante su lección diaria de inglés. La tarea: los aspectos positivos y negativos del paso del huracán María.
Las niñas sólo tienen que mirar alrededor. No hay electricidad. Los ventiladores están apagados. Los pequeños "se asan" de calor, como dice Andrea.
Al fondo del salón hay un par de televisores y computadoras acumulando polvo.
"Quisiéramos superar un poco el tema del paso del huracán. Ya se está poniendo repetitivo. Podríamos aprender sobre nuevos temas, entrar en nuevas materias", cuenta Andrea en la Escuela Sotero Figueroa, en San Juan.
Ella es una de los más de 300.000 alumnos del sistema público de educación, aunque sólo la mitad de las escuelas están funcionando por el momento.
A 49 días del paso del huracán María, la generación de energía en este territorio estadounidense de 3,4 millones de habitantes apenas alcanza el 42% de los clientes, mientras que un 83% cuenta con agua potable.
El 6 de noviembre, el Departamento de Educación (DE) divulgó una lista de 574 escuelas aptas para retomar sus operaciones, de las 1.132 que tiene el sistema público.
Todas las escuelas habilitadas deben tener agua potable, pero pocas cuentan con energía eléctrica, como es el caso de la escuela donde va Andrea.
La falta de electricidad provoca cambios en los horarios de salida, entre otras razones para eludir las horas de mayor calor en esta isla tropical (que supera los 30ºC) y evitar el uso de los comedores.
Esto a la vez les impide a los estudiantes, maestros y padres retomar sus rutinas.
"Hay niños muy ansiosos. Logramos avanzar en las lecciones y vuelven a cambiar los horarios. Todo se disloca y se atrasa", explica Joan Rodríguez, maestra de inglés.
"No puedo usar las computadoras para ilustrar la clase con fotografías, ilustraciones, presentaciones, traerles otros recursos pedagógicos", prosigue.
"Ellos leyeron la novela 'Charlotte's Web' y pensábamos hacer unos ejercicios en clase comparándola con la versión cinematográfica. Pero no podemos usar el televisor".
A partir del 23 de octubre, y a 33 días del paso del huracán María, algunas escuelas de la regiones de Mayagüez (oeste) y San Juan reabrieron a discreción de sus respectivos directores.
Sin embargo, el jueves de la semana pasada el DE ordenó cerrarlas, argumentando que no podían operar hasta que no fueran evaluadas por una firma privada de ingenieros y arquitectos, y luego certificadas por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos.
Éste era el dilema en la escuela Vila Mayo, también en San Juan. Los estudiantes, padres y maestros acudieron el jueves pasado para retomar el curso escolar bajo la presunción de que la escuela había funcionado como refugio durante el paso de María, que había sido inspeccionada por un perito electricista y que no contaba con daños estructurales mayores.
Pero Luis Orengo, director de la región de San Juan del DE, explicó que el edificio no estaba apto.
"Esta escuela tiene unos hallazgos que se sometieron al Departamento de Educación. Todas las certificaciones de estos trabajos y arreglos tienen que llegar al Centro de Operaciones de Emergencia del Gobierno", dijo el funcionario ante unos cien estudiantes, padres y maestros que se manifestaban contra el cierre.
"¡Eso es inaceptable! La escuela está lista para dar clases pero no la quieren abrir. Nuestros hijos no pueden perder el año", exclamó Enid Guzmán, quien protestaba junto a su hijo de 11 años, Reanny De la Cruz.
Desde entonces no han cesado las protestas y una veintena de maestros que se manifestaban ante el DE fueron arrestados.
La suspicacia con los manifestantes toman este proceso de reapertura de las escuelas se debe, en parte, a que durante el pasado año unas 240 escuelas ya habían sido cerradas.
Los huracanes Irma y María golpearon Puerto Rico cuando la isla estaba sumida en la bancarrota y con una impagable deuda de más de 73.000 millones de dólares.