Los incendios forestales en General Alvear y San Rafael que dejaron a su paso campos de cenizas, animales carbonizados, alambrados incinerados o puestos arrasados hicieron historia: se convirtieron en los más destructivos en los últimos 17 años en Mendoza.
Después de la catástrofe del 2001 cuando se quemaron 800.000 hectáreas y murieron 7 personas en el Sur, los focos que se iniciaron el 29 de diciembre de 2017 y ahora se encuentran con guardia de cenizas, sumaron 200.000 hectáreas quemadas. Además está el fuego que comenzó en Soitué (San Rafael) el martes pasado donde se perdieron 14.500 hectáreas.
Detrás de las llamas y de una friolera de números se encuentran anécdotas que seguramente serán transmitidas a las generaciones venideras pero que en lo inmediato representan angustia e incertidumbre, lo mismo que valor extremo y solidaridad.
Gisela Pelleriti tomó las riendas del campo cuatro años atrás tras perder a su padre. De chica conocía lo que era un incendio de campo, pero es la primera vez que lo vive, lo sufre y la pelea en primera persona.
Desde que comenzó el siniestro no ha dormido más de 2 o 3 horas diarias y así como “arrancamos mal el año, hay que buscar la forma de terminarlo lo mejor posible”, afirmó.
“Fue increíble, una tarde el fuego estaba a 17 kilómetros del campo y con viento en contra, y lo sé porque me fui hasta donde estaba el frente del incendio y conté la distancia. Medio día después tenía el fuego entrando al campo porque cambió la dirección del viento. Se quemó casi todo, kilómetros de alambrados y animales todavía no sé, porque no los he podido contar”, dijo.
El campo Pelleriti está sobre calle A muy próximo a la ruta 188 al este de Alvear. Son 7.000 hectáreas partidas en dos partes.
Cuando el fuego ingresó a su propiedad “alcancé a abrir las aguadas para que fueran los animales pero estuve dos días sin poder entrar porque el fuego no me dejaba.
Pensé que se había quemado hasta el molino porque había fuego por todos lados. Del campo no sacaba nada, todo lo volvía a invertir, ahora empecé a vender los terneros de destete para reducir stock y ver cómo la llevo con el resto de los animales porque los tengo que alimentar yo, el campo está casi todo hecho cenizas”, relató.
Para Maryzuli García el campo "es un sentimiento". Ella nació y vivió en el campo hasta que terminó la secundaria y partió a Mendoza para estudiar Medicina. No pudo conseguir su sueño de ser pediatra y ahora alterna su vida de vendedora de seguros con las labores del campo.
“Durante el incendio el objetivo va cambiando, con el fuego lejos querés resguardar todo y te creés que podés lograrlo, después se reduce a salvar la casa y al final a tratar de salvarte. El fuego venía directo al puesto, llegó a 500 metros y nos salvó que cambió de dirección el viento. Nos pasó al lado”, contó la dama mientras conducía la camioneta por las picadas internas del campo El Molino en Monte Comán (San Rafael) para llevar agua a los brigadistas.
Tanto Maryzuli como su padre, Antonio, y Juan, el hermano, habían tenido un encuentro cara a cara con las llamas en 2003. Esa vez debieron escapar del fuego para salvarse, ella y el papá terminaron dentro de un tanque australiano y Juan se hundió en las aguas del Diamante.
“Cuando ocurren estas situaciones extremas creo que sale a flote lo mejor y lo peor de cada uno, se muestra el ser humano genuino, los chicos (los brigadistas) llevan 24 horas sin dormir peleándola y encima están pendientes de uno, me llaman para preguntar como estoy, cuando son ellos los que están metidos en el medio del fuego. Eso es impagable”, afirmó.
Con esa frase Maryzuli pintó de cuerpo entero a los combatientes.
Diego Salinas es parte de las brigadas del Plan Provincial de Manejo del Fuego. Arrancó su tarea junto con el inicio de los incendios. Primero estuvo afectado a la zona de Corral de Lorca en Alvear, pasó a la ruta 206 y terminó combatiendo en Monte Comán.
Bajo un sol asfixiante, temperaturas ambientales extremas más el calor de las llamas, Diego tragó saliva y dijo: “Estoy desde que empezaron. Ha sido un trabajo arduo porque por la noche se está mejor pero durante el día, sobre todo después del mediodía, cuando levanta la temperatura y hay viento, se hace muy complicado. Humanamente hacemos todo lo que podemos”.
Los brigadistas no batallaron solos. También los maquinistas tuvieron un rol protagónico; más de una vez fueron parte del equipo y pusieron sus vidas en peligro abriendo picadas de contención entre el monte y el fuego.
“En muchas oportunidades se venían las llamas y por más picadas que hacías te pasaban por arriba de la topadora. Hay que estar acá para contarla”, comentó José Quiroga, uno de los maquinistas de la Dirección de Hidráulica.
Asistencia oficial
El gobernador Alfredo Cornejo declaró la emergencia para las zonas afectadas por los incendios. Ahora, el mandatario analiza adelantar el inicio del programa de destete precoz para mitigar el impacto de los incendios sobre la producción ganadera.
Aunque aún no se han podido cuantificar las pérdidas, la Subsecretaría de Agricultura y Ganadería comenzó a activar mecanismos para paliar el impacto económico.
En este sentido, apura los trámites administrativos para que una vez que termine esta preocupante situación, los productores tengan disponibles fondos que les permitan recuperar rápidamente la actividad.
El segundo gran siniestro en la historia mendocina
Cuando diciembre se iba y los preparativos para recibir el Año Nuevo eran lo único que estaba en la mente de todos, una tormenta eléctrica sembró 8 focos de incendios simultáneos y desató el poder arrollador del fuego, que llegó a consumir 200.000 hectáreas ocupando así la segunda posición dentro de los incendios forestales más destructivos en Mendoza. Comenzó el viernes 29 por la noche.
En una primera respuesta los brigadistas lograron extinguir 6 focos y al cabo de 5 días sofocaron el séptimo. En esos focos ígneos se perdieron 20.000 hectáreas.
Pero el que sobrevivió, denominado campo Maya porque fue donde inició, avanzó en distintos frentes devorando todo lo que encontraba de territorio alvearense; saltó el río Diamante y llegó hasta el distrito sanrafaelino de Monte Comán. Ese frente de fuego provocó el mayor desastre con 180.000 hectáreas arrasadas. La cifra total se elevó a 200.000.
Por último, surcó los cielos del paraje sanrafaelino de Soitué otra tormenta eléctrica que encendió los campos del lugar y allí también hubo que salir a pelearla. Fueron 14.500 las hectáreas convertidas en cenizas.
Los incendios aún no fueron declarados extinguidos pero sí desde el jueves por la tarde pasaron a la etapa de “contenidos” y en guardia de cenizas, que se mantendrá por lo menos hasta mañana para prevenir un reencendido.