Con la amenaza de iniciar una guerra de divisas, Donald Trump acaba de encontrar un nuevo enemigo para cautivar a su auditorio. Que no se cuenta solamente entre sus votantes más fieles y aquellos que quiere seducir de cara a la nueva campaña que se inicia para lograr su reelección. Sino que otra vez tiene de espectadores privilegiados (léase rehenes) a casi todo el planeta, pendiente de los exabruptos e impulsos que regularmente lo asaltan y que canaliza a través de su cuenta de Twitter.
En este caso, la guerra comercial desatada contra China primero y, en menor medida, contra la Unión Europea (UE), ya no parece alcanzar, deseosas de que vuelva la mística de la primera campaña electoral del magnate inmobiliario. El "Make America Great Again" (Hacer grande otra vez a EE.UU.) tiene que sonar nuevamente bien fuerte, pero este año deberá serlo en una versión 2.0, porque la promesa de traer de vuelta las fábricas que se fueron a China ya no alcanza.
Ahora, la nueva guerra se va a librar en un terreno bastante más abstracto: la amenaza de practicar devaluaciones competitivas para impulsar las exportaciones, un fantasma que viene siendo meneado regularmente frente a las políticas que estarían practicando sus principales adversarios comerciales.
"China y Europa juegan el juego de las manipulaciones del tipo de cambio (…). Deberíamos CONTESTAR", fue uno de los tuits posteados por Trump. Que recuerda mucho a la famosa ley del Talión, un principio de justicia que existe en la humanidad desde la época de los babilonios.
En ese sentido, lo que el presidente estadounidense está planteando es que cualquier país que sea acusado por su gobierno de practicar un debilitamiento de su moneda será pasible de recibir una medida recíproca por parte de EE.UU. Esto implicaría una intervención del gobierno estadounidense en el mercado cambiario para comprar esa divisa y así forzarla a recuperar el tipo de cambio inicial.
Por eso Trump ya avisó que incluso está considerando la posibilidad de exigirle a la Reserva Federal que intervenga para provocar la depreciación unilateral del dólar, si eso fuera necesario. Esta es una medida que no se toma desde hace 30 años, y que, en pocas palabras, podría impulsar una verdadera guerra de divisas de consecuencias imprevisibles.
MI PASADO ME CONDENA
En todo caso, lo que deberían hacer los asesores de Trump es explicarle que esta situación ya se dio en varios momentos de la historia, siendo el más catastrófico durante la Gran Depresión de los años 1930, cuando las principales economías (Inglaterra, Estados Unidos y Francia) se lanzaron a una guerra de divisas que empeoró mucho más la gran crisis financiera mundial.
Fue recién gracias a los tratados de Bretton Woods, firmados luego de la Segunda Guerra Mundial, que la opción de las devaluaciones competitivas dejó de ser atractiva, puesto que los tipos de cambio no eran completamente libres. Sin embargo, el fin de la paridad del dólar con el oro a principios de los años 1970 hizo volar por los aires ese equilibrio, de ahí que hoy se esté de vuelta en un escenario que recuerda bastante al de hace 90 años atrás.
A pesar de ello, de acuerdo con Joseph Gagnon y Christopher Collins, economistas del Peterson Institute for International Economics, las devaluaciones competitivas han ido disminuyendo desde 2001 hasta su menor nivel en 2018. Según sus estudios, solo dos países (Noruega y Singapur) practicaron durante el año pasado políticas deliberadas de debilitamiento de sus divisas. En tanto que China, el mayor manipulador del tipo de cambio de la historia (entre 2003 y 2013), modificó su política para sostener el valor de su moneda.
¿HABLÓ DE MÁS?
Para sorpresa de muchos, uno de los motivos en que se escuda el presidente de EE.UU. para amenazar con desatar una guerra de divisas no proviene de su archienemigo chino, sino de su otro adversario comercial, la UE. Y en ese sentido, causó mucho impacto un comentario que realizó hace un mes atrás el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, respecto de la política monetaria común.
Nadie sabe a ciencia cierta si lo dicho por el funcionario fue de manera deliberada o un furcio, pero la realidad es que Draghi (que próximamente será reemplazado por Christine Lagarde, actual directora gerente del FMI) afirmó en la última reunión del BCE que "la zona euro es una economía relativamente abierta en comparación a su tamaño, representando los intercambios comerciales el 51% de su PIB, contra un 27% en EE.UU. Esto significa que son mayores el impacto de las tasas de interés negativas sobre la inflación y las condiciones de financiamiento a través del tipo de cambio".
Solo alcanzó eso para que el presidente estadounidense se abalanzara sobre su presa: "Esto representa una ventaja injusta contra EE.UU. Ellos hacen esto desde hace años, como China y los demás". Si Trump necesitaba una excusa para ir a la guerra de divisas, ya la consiguió.