No obstante una información de Los Andes sobre el hecho de que noviembre fue el mes de 2016 con el menor registro de número de víctimas fatales en incidentes de tránsito en las rutas mendocinas, la noticia no da margen para ninguna visión triunfalista y en cambio obliga a mantener la preocupación y la guardia alta.
El matutino se hacía eco de un informe de las autoridades de la Dirección de Seguridad Vial, que reveló que en el periodo referido los percances carreteros en nuestras calles y caminos habían entregado la cifra más baja de los últimos 16 años, con un total de cinco personas fallecidas en siniestros viales.
La disminución, indudablemente, resulta significativa con respecto al pasado mes de octubre, en el cual fallecieron 18 personas en accidentes y a enero donde se registraron 20 muertes.
Pero seguimos lejos de mostrar progresos en nuestras conductas a la hora de manejar un automotor, con altos grados de imprudencia por el siempre criticable acatamiento de las señales viales y la consuetudinaria tendencia a exceder los límites de velocidad permitidos para circular por nuestras no demasiado aptas vías de circulación. Al instalarlos casi en la mitad del último mes del año, los fríos números de las estadísticas registran 7 caídos en los pavimentos mendocinos (dato válido hasta el 11 de diciembre), siendo uno de los episodios más graves el ocurrido en la madrugada del sábado 10, en el carril Mathus Hoyos (Guaymallén), donde un conductor con elevado registro de alcohol en sangre (1,97 g/l; la tasa legal es de 0,5 g de alcohol por litro de sangre) protagonizó un choque con una moto en la que se desplazaban dos jóvenes, de 31 y 25 años, quienes fallecieron.
El tema es delicado porque uno de los factores que desencadenan colisiones y vuelcos en la vía pública sigue siendo la ingesta de bebidas alcohólicas (o estupefacientes) en conductores, no obstante las campañas de advertencia, los operativos de control al respecto y la asumida difusión del procedimiento conocido como "conductor asignado".
Nada parece detener este factor de riesgo y muerte que es el alcohol al volante. A veces, pasan semanas sin episodios mortales con este origen, pero inevitablemente reaparecen con la virulencia de una pandemia a la que no se puede detener con nada. Y ni siquiera mensuramos los episodios que dejan heridos, que son muchísimos y dejan variadas secuelas.
El alcohol constituye entonces uno de los principales factores intervinientes en los accidentes y muertes en el sistema del tránsito. A su vez, los jóvenes menores de 25 años mueren más en calles y rutas que por cualquier enfermedad. Este es un indicador nacional, al que Mendoza lamentablemente no escapa.
Tampoco podemos evadirnos de otra constante que se releva a nivel país pero que cala hondo en nuestra realidad provincial. La causa de muerte más frecuente en adolescentes y jóvenes sigue siendo los siniestros viales.
Se acercan las fiestas y no hay mejor etapa para recomendar y alentar que haya un manejo de vehículos prudente y a la defensiva.
Seguramente habrá controles en distintos lugares, pero nunca serán suficientes. Y en paralelo a cualquier medida de vigilancia y posible represión de los inspectores viales, lo que siempre será el mejor estímulo para vivir tiempos sin dramas ni tragedias familiares es la previsible cordura que podamos adoptar al salir a conducir por las calles y rutas de nuestra geografía.