Por todos los medios la sociedad mendocina debe tratar de bajar la cantidad de accidentes de tránsito con víctimas fatales y lesionados graves. El año que finalizó dejó como saldo la muerte de unas 250 personas, cifra un poco menor a la acaecida en 2012, que contabilizó un registro fatal de 308. De todos modos, no es para celebrar o declarar "misión cumplida"; por el contrario, el número continúa siendo muy alto y preocupante.
El domingo 29 de diciembre, Los Andes publicó que fueron 5.000 los accidentados que quedaron lesionados tras sobrevivir a un incidente vial. Muchos de ellos, desafortunadamente, quedarán con secuelas irreversibles y pasarán a integrar el listado de personas con discapacidad. Otros datos aportados por la Policía Vial revelaron que en el año que despedimos hubo casi 170 decesos en el lugar.
Se pueden dar más estadísticas y números pero siempre caeremos en la misma conclusión: el factor determinante es la imprudencia. Podríamos tener las mejores autopistas (condición, de todos modos, a la que no llegamos ni por asomo), y disponer de los mejores vehículos, pero si los ponemos en manos de inadaptados todo seguirá igual.
Por ejemplo, se menciona que las colisiones en el Acceso Sur ocurren porque está colapsado; pero sin un manejo prudente, aunque sumen carriles, los percances persistirán. Asimismo, se argumenta que la "mala señalización" provoca los accidentes; no es mala, en todo caso insuficiente, pero un conductor atento debería superar esa falencia.
Otra regla que tendría que aplicarse escrupulosamente es no viajar de noche a la misma velocidad que se utiliza durante el día. Por eso la normas viales no indican velocidades de circulación sino rangos, entre un máximo y un mínimo; es el conductor el que debe saber seleccionar la velocidad más adecuada, dependiendo de las circunstancias.
En definitiva, para revertir éstas y otras condiciones de conducción irresponsable y peligrosa, se tendría que apuntar a conductores con conocimientos prácticos y teóricos al momento de entregar la licencia, y a evaluaciones psicológicas a los conductores infractores. Se hace necesario por lo tanto estrictos sistemas de sanciones. Actualmente, los controles viales son virtualmente nulos y se limitan, en la mayoría de los casos, a detener a los vehículos que van con las luces apagadas.
Una legislación moderna y convincente es otro requerimiento. En la ley de Tránsito olvidaron el uso obligatorio el cinturón de seguridad en los asientos traseros, tema vigente desde 1993.
En última instancia, y a largo plazo, debe encararse la mejora en la infraestructura vial y las condiciones de los vehículos.
El problema del tránsito, por otra parte, es que es constituye un reflejo de la sociedad. Si ésta es caótica, desordenada, con visos de corrupción, el tránsito será igual. En una palabra, manejamos como somos.
Tránsito y mortalidad, una realidad muy grave
Para superar la caótica circulación de automotores y los accidentes trágicos debería prevalecer el manejo responsable y una evaluación periódica a los conductores.
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