En diversas notas en esta columna venimos propiciando estudiar las posibilidades de nuevos cultivos en los terrenos con riego, hoy no cultivados, y en los que puedan quedar disponibles por erradicación de los actuales.
Partimos del valor que tienen las tierra con riego y la extensa red de riego, construida a los largo de varias décadas. A ello hay que agregar una infraestructura de caminos, redes eléctricas, agua potable, escuelas, centros de salud, viviendas, en todas las zonas rurales.
Ese capital ya esté construido, por lo que solo se trata de darle un destino provechoso para los propietarios y la sociedad en su conjunto.
Por cierto es sabido que parte de ese capital como algunas redes de riego y caminos se han deteriorado en los últimos años, pero su recuperación es mucho menos costosa que si hubiera que hacerlas desde cero.
Hemos dicho también que en un programa de estas características, en algunos casos los resultados se verán en el mediano plazo, por lo que se requiere de una colaboración entre el sector público y el privado. Son muchas las cosas que hay que modificar y que sólo serán posibles si se hacen con visión estratégica, sin especulaciones electorales.
Por lo pronto el sector público tiene una tarea que no puede demorarse y que es de su exclusiva incumbencia. No referimos al problema de la seguridad en las zonas rurales. Así como hemos visto crecer el delito en las zonas urbanas, en las zonas rurales ha ocurrido el mismo fenómeno, más grave aún por que es menos visible y el desamparo de la población rural es mayor. El delito, la inseguridad, es uno de los factores que quizás más ha influido para que mucha gente dejara el campo para irse a las ciudades.
Los daños que producen los robos reiterados y el vandalismo, son cuantiosos. Hace poco un empresario vitivinícola de Lujan de Cuyo, contaba los montos de dinero que debía destinar para reponer palos y alambre de un viñedo que robaban con frecuencia. Robo de herramientas de todo tipo, incluido tractores, motores eléctricos y bombas de riego, alambrados de las propiedades, animales domésticos y los frutos de la producción. Hay que incluir el robo en las viviendas y bienes de quienes habitan en las zonas rurales, que en algunos casos ha llevado al asesinato de los moradores.
Se trata de un problema que en las zonas rurales afecta proporcionalmente a más personas que en las zonas urbanas.Por lo tanto es un asunto que requiere encararlo con planes técnicos bien diseñados, con el asesoramiento de los mejores especialistas locales y extranjeros. Con fuerzas de seguridad especializadas, entrenadas y equipadas para enfrentar las particularices del delito rural.
Sin llevar una razonable cuota de seguridad a la gente del campo, una transformación agraria como la que se viene proponiendo resultaría no sólo muy costosa, sino inviable. Especialmente esta apreciación aplica más aún si se implantan cultivos con uso intensivo de tecnologías modernas, como equipos de riego, invernaderos. Cultivos y equipos y productos “muy rentables” para el robo.
Pensamos que no es imposible dar a las zonas rurales un razonable umbral de seguridad. Las líneas de trabajo que hemos esbozado ayudarán a que gente que quiere radicarse en zonas rurales, lo haga.
Un caso que es importante analizar es el de la horticultur. Los consumidores quieren cada vez más hortalizas de calidad, confiables de consumir, saber cómo, dónde y de qué manera se han producido. Las posibilidades de transformación en este rubro, como en fruticultura son enormes.
Un buen ejemplo a tener en cuenta es Tomate 2000, proyecto conjunto de empresas industriales, productores y el INTA que ha conseguido incrementos notables en rendimientos y calidad del tomate para industria.
Otro caso es de productores de tomate en fresco en Mendoza, donde hay empresas que están la vanguardia de país con sistemas productivos protegidos, riego presurizado, biotecnología y altos rendimientos.
Por lo tanto, la transformación agraria es factible e imprescindible. Manos a la obra.
