"Sentimos como una explosión de la nada, estábamos acostados", comienza su relato César Pizarro; el puestero de 58 años que vive -en el bajo- a casi cien metros del lugar del accidente. Junto a su hijo Eduardo (35) contaron a Los Andes lo ocurrido en los momentos posteriores al accidente.
El tránsito ya está restablecido. Los pasajeros de los pocos vehículos que avanzan se dejan atrapar por la curiosidad o por el espanto.
Frente a la puerta de su hogar, César y Eduardo aún están asombrados de lo sucedido a medianoche. Cerca, ya erguido, el colectivo, junto a las viejas vías del ferrocarril, da testimonio de la dureza del impacto.
“Estaba oscuro y había un viento helado. Nos vestimos y cuando salimos vimos que era un colectivo que se había dado vuelta. Se escuchaban los gritos de las personas y también llantos. Fuimos a ayudar”, empieza a contar César con tono lento y apagado.
“Salimos para ver qué pasaba. Fue como a las doce y cuarto. Nos dimos cuenta que había derrapado un colectivo. Fuimos a ayudar a la gente. Era horrible. Muchos autos de turistas se pararon en el lugar”, agregó Eduardo.
En el piso quedaron jeringas, guantes de látex, botellas de agua, alguna ropa de abrigo, manchas de combustible... y también de sangre.
Más cerca se puede ver, además, restos de comida y el papel metalizado de un regalo que no llegará a manos de su destinatario. Un equipo de la televisión de Chile abandona la escena y también registra las palabras de los lugareños. “Nunca había pasado esto. Escuchamos el llanto de las criaturas”, cuenta el más joven con el ceño fruncido.
“Venía un médico en auto, viajaba a Chile y comenzó a atender a los heridos. Él asistió a los tres nenes, los subió a su auto y se los llevo para Uspallata. Las ambulancias llegaron a los 30 minutos”, agrega Eduardo.
“El médico viajaba a Chile, no sé su nombre, pero estuvo muy bien con lo que hizo y se le agradece”.
“Había mucho tránsito, mucho revuelo de gente. Algunos camioneros y choferes de micros, la Gendarmería y la Policía querían ayudar. La gente estaba bastante mal, a algunos los sacamos por las ventanillas. Había una mujer embarazada”, relata César Pizarro, y se produce un largo y profundo silencio.
“En esta curva es normal que pasen a exceso de velocidad. Gendarmería llegó ahí nomás. Había mucha gente para hacer aduana. Hicimos lo único que se podía hacer. Uno no está preparado para afrontar estas situaciones”, finalizó el mayor de los puesteros.