En épocas de crisis y de remar contra la corriente y cuesta arriba, probablemente lo último que se necesite sea una pandemia. Sin embargo y más allá de lo necesario o recomendable; ambos condimentos se han convertidos en los principales de la ensalada de rutina que se sirve en la mesa diaria. Y a quienes más golpea esta situación es a aquellos profesionales emprendedores que viven del día a día; y que sin interacción cara a cara, no tienen trabajo. Y si no trabajan, no cobran.
A continuación, tres trabajadores independientes comparten desde sus vivencias cómo los obligó el coronavirus a redefinir su actividad, a poner en punto muerto sus trabajos y a intentar reinventarse en estas épocas. También, y apelando al siempre necesario optimismo, se animan a imaginar cómo será la vuelta a la normalidad.
Comiéndose las uñas
Hace unos años, Carolina Aveni Metz (38) se animó a dar el paso al frente, saltó hacia sus sueños y fundó su propio emprendimiento: "Oh, Carol! Beauty and Art". Las especialidades del lugar son las uñas esculpidas, trabajos en pie y manicura en general; además de depilación.
Lógicamente, su trabajo es 100% presencial y cara a cara, por lo que la situación actual -incluso previa a la disposición de la "cuarentena total" - no ayuda para nada. "Como a todos, me agarró muy de sorpresa el tema. No tenía un colchoncito de ahorros. Y es complicado, porque estamos en una situación en la que una persona que cobra un sueldo no puede ahorrar ya. ¡Imaginate nosotros!", resume Caro, con buena onda; como quien le pone buena cara al mal tiempo.
El anuncio nacional del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio hasta el sábado 31 de marzo no empeoró precisamente el panorama de Caro. Es que tanto ella como sus clientas habían ido postergando y reprogramando las citas venideras. "Estoy pensando en formas de reinventarme. Tengo preparados un par de cursos online referidos a mi especialidad, que es lo que está haciendo mucha gente. Siempre quise dar capacitaciones, pero no tenía tiempo. ¡Quizás llegó el momento!", acota sonriente.
Si bien siempre priorizó el sentido común y la necesidad de interactuar lo mínimo posible con otras personas ni bien se encendió la alarma, Carolina Aveni Metz reconoce que trabajó hasta que pudo hacerlo. "Por suerte me empezó a golpear a lo último. Los emprendimientos de belleza no se habían resentido mucho hasta hace tres semanas. Y de hecho, si fuese por algunas de mis clientas, hubiesen seguido viniendo hasta que estuviese prohibido por la cuarentena total. Pero trabajo en mi casa y tengo una hija chiquita", se sincera.
"Estoy un poco asustada. Por suerte tengo la ayuda incondicional de mis padres. La incertidumbre es todo un tema", reflexiona.
Caro es consciente de que es toda una cadena, y que si se resiente un eslabón; se resiente toda la estructura. "Uno se queda sin trabajo y va dejando a otros. Y así sucesivamente. Es jodida la situación, pero se ve que la gente está siendo solidaria. Una chica me adelantó un pago, otras me están preguntando por los cursos. Nos estamos dando cuenta todos de que nos necesitamos el uno al otro", concluye.
Reposo absoluto
Roxana Di Marco (53) es organizadora de eventos, maestra jardinera y profesora de Educación Física. Pero, por sobre todas las cosas, es una de esas personas que irradian tanta buena onda y optimismo, que terminan por contagiarlo.
Sus trabajos vinculados a la actividad física están frenados, al menos de forma presencial. No obstante, intenta compartir online las rutinas. "Al no tener la clase en persona, no me ingresa dinero. Y clase que no doy, clase que no cobro. Pero lo importante es ayudar, y que la gente no enloquezca en el aislamiento", agrega Roxi.
A quienes primero envió estas rutinas fue a aquellos y aquellas que le habían pagado por todo el mes de actividades, y quienes se vieron obligados a reformular sus planes.
Entre otras actividades, parte de la planificación de la vida de Roxana estaba centrada en tres residencias para ancianos, donde también iba a dar algunas clases de movilidad. Al estar estas personas dentro de los "grupos de riesgo", fueron los primeros en quienes se aplicaron cuidados especiales. "Hasta el jueves, a dos de las residencias en las que trabajo iba con guantes, barbijos y alcohol en gel, tomando todos los recaudos. Ahora ya no voy. Mientras que en la otra ya habían tomado la drástica decisión de no recibir a familiares ni a ningún profesional de la salud que no sea de primera necesidad", destaca Di Marco. Y casi de inmediato aclara que lo que más la aflige es que esas personas necesitan mucho afecto, y que suelen convivir con mucha soledad.
Roxi aclara que si bien necesita la plata que gana con ese trabajo y que nunca está de más; por suerte no es el principal sostén de su familia. "Que yo cobre o no, se ha convertido en lo de menos. Lo que yo quiero es estar a disposición para lo que la gente necesite. El tema de los eventos está frenado desde hace tiempo, y más ahora. Son cosas que no se reprograman. Pero no queda otra que darle para adelante", concluye.
En punto muerto
Ignacio Sánchez (32) trabaja en un taller mecánico. Se casó hace poco y su esposa trabaja en una confitería. El trabajo de ambos está estrechamente vinculado al día a día; y el matrimonio ya se está viendo afectado por la cuarentena y las consecuencias de las medidas para evitar que el Covid-19 se propague. "A Marina ya le dijeron que no va a abrir el bar mientras dure la cuarentena, y son días que no va a trabajar ni a cobrar. En el taller ha entrado un sólo auto en los últimos días. Va a estar realmente complicado hacerle frente al mes, pagar las cuentas que seguro se nos van a atrasar. Y a eso hay que sumarle que pagamos alquiler", contó el joven. Nacho y Marina se casaron hace poco, y lo que recaudaron como parte de los regalos es lo que les permitirá hacerle frente a muchos de los gastos venideros.